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Abdul Kareem, un musulmán rohingya, carga a su madre, Alima Khatoon, hasta un campo de refugiados después de cruzar de Birmania a Bangladesh el 16 de septiembre de 2017. © 2017 Dar Yasin/AP

(París) Los líderes políticos dispuestos a defender los principios de derechos humanos demostraron que podían poner límite a las agendas del populismo autoritario, señaló hoy Human Rights Watch en su Informe Mundial 2018, que analiza acontecimientos del último año. Cuando estuvieron acompañados por una sociedad movilizada y actores multilaterales que actuaron con eficacia, estos líderes mostraron que el ascenso de gobiernos que desprecian los derechos no es algo inevitable.

En la 28.a edición de su Informe Mundial, de 643 páginas, Human Rights Watch analiza las prácticas de derechos humanos en más de 90 países. En el ensayo introductorio, el director ejecutivo Kenneth Roth indica que cuando los líderes resisten con firmeza a los políticos que demonizan a las minorías, atacan los derechos humanos y socavan las instituciones democráticas, pueden coartar el avance de los populistas. Pero cuando los políticos de los partidos mayoritarios sucumben a un mensaje de odio y exclusión, los populistas autoritarios prosperan.

“El último año se hizo evidente la importancia de oponer resistencia a la amenaza que suponen los demagogos y sus políticas abusivas”, destacó Roth. “En ocasión del 70.º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 2018, la forma más acertada de reivindicar sus principios es defenderlos enérgicamente de aquellos líderes que pretenden obtener una ventaja política privando a sectores marginados de los derechos inherentes a toda personas”.

Roth señaló que los demagogos han usado la fractura económica y la desigualdad provocadas por la globalización y los desarrollos tecnológicos, la antipatía a los cambios culturales en un mundo cada vez con mayor movilidad, y la amenaza de atentados terroristas para propagar la xenofobia y la islamofobia. Estos populistas autoritarios lanzaron un ataque de lleno a los valores de inclusión, tolerancia y respeto que son centrales a los derechos humanos y pretenden reemplazar la democracia —un gobierno electo limitado por derechos y por la supremacía de la ley— por su propia interpretación oportunista de los deseos de la mayoría.

Francia representó el ejemplo más destacado de resistencia exitosa al populismo xenófobo. En Austria y los Países Bajos, en cambio, numerosos líderes de partidos de centro-derecha optaron por competir adoptando posturas xenófobas y contra los inmigrantes y la comunidad musulmana, y de esta forma incorporaron políticas populistas y abusivas. El presidente Emmanuel Macron adoptó una postura distinta, al adherir abiertamente a los principios democráticos y mostrar un firme rechazo a la campaña de odio impulsada por el Frente Nacional contra musulmanes e inmigrantes. Su posterior victoria demostró que los electores franceses rechazaron de manera abrumadora las políticas divisivas del Frente Nacional. En adelante, el desafío para Macron será gobernar conforme a los principios que defendió. En sus primeros seis meses de gobierno tuvo un desempeño mixto, tanto en el plano internacional como interno, y se pueden mencionar como preocupantes sus políticas antiterroristas y la ausencia de críticas durante su visita a China.

La elección del presidente Donald Trump en Estados Unidos y sus políticas que generan la división racial, contra los inmigrantes y a favor de la guerra contra las drogas, tuvieron como reacción una amplia reivindicación de los derechos humanos y una multitudinaria resistencia a tales políticas por parte de organizaciones populares y cívicas, periodistas, abogados, jueces e incluso miembros electos del propio partido de Trump.

En Europa Central, también hubo resistencia a gobiernos populistas autoritarios. En Polonia, hubo protestas multitudinarias y duras críticas de la Unión Europea y el Consejo de Europa contra los intentos por socavar el estado de derecho y la independencia judicial. En Hungría, la amenaza de acciones legales de la UE y el repudio internacional obstaculizaron los planes del gobierno de cerrar la Universidad Centroeuropea, un bastión del pensamiento independiente que se opone a la “democracia antiliberal” propugnada por el primer ministro Viktor Orbán.

También en Venezuela las personas salieron a las calles para protestar ante los esfuerzos del presidente Nicolás Maduro de vaciar la democracia y la economía. Numerosos países de América Latina abandonaron su renuencia histórica a criticar a naciones vecinas, e intensificaron las presiones a favor de reformas de derechos humanos en Venezuela.

La Marcha de las Mujeres en EE. UU. se convirtió en un fenómeno mundial, que convocó a millones de personas en apoyo a los derechos de la mujer. Incluso antes del movimiento #MeToo (Yo también), Canadá incorporó a la igualdad de género como un aspecto central de sus programas de asistencia, y Francia anunció nuevas medidas para combatir la violencia de género y el acoso sexual. Túnez, Jordania y el Líbano derogaron disposiciones que permitían a quienes violaban a mujeres eludir la pena contrayendo matrimonio con sus víctimas. Los gobiernos escandinavos, holandés y belga impulsaron iniciativas para crear un fondo internacional que sustituya los recortes anunciados por Estados Unidos al financiamiento de programas de salud reproductiva, y Suecia implementó una política exterior feminista.

En cambio, cuando los gobiernos reprimieron la resistencia interna y no se expresó consternación internacional, los populistas y otras fuerzas que desprecian los derechos consiguieron prosperar, explicó Roth. El presidente Recep Tayyip Erdoğan diezmó el sistema democrático de Turquía mientras que la UE, en cambio, se centró mayormente en asegurar su colaboración para detener la fuga de refugiados hacia Europa y la cooperación en materia de seguridad. El presidente Abdulfatah al Sisi aplastó el disenso público en Egipto sin que hubiera demasiada interferencia de parte de EE. UU. o la UE, que aceptaron su afirmación de que estaba actuando para generar estabilidad. En China, el presidente Xi Jinping llevó a cabo una intensa represión de voces independientes, mientras otras naciones se mostraron renuentes a denunciar la situación por temor a perjudicar lucrativos contratos con este país.

Roth advirtió acerca del repliegue de gobiernos que podrían defender los derechos humanos, como Estados Unidos, así como sobre el hecho de que el Reino Unido esté abocado a cuestiones vinculadas con el Brexit y de que los países europeos estén lidiando con la influencia del populismo xenófobo. Esta falta de determinación ha dejado un vacío que permitió que ocurrieran atrocidades masivas, a menudo sin ningún tipo de freno externo, en países como Yemen, Siria, Birmania y Sudán del Sur.

No obstante, Roth destacó que varios países pequeños y medios han tomado la iniciativa. Cuando las principales potencias siguieron apoyando a la coalición abusiva saudita en Yemen —donde la población civil, asolada por los ataques aéreos de la coalición encabezada por fuerzas saudíes y asediada por el bloqueo, sufrió además cólera y desnutrición aguda—, los Países Bajos intercedieron para encabezar el reclamo de que la ONU realice una investigación. Con el apoyo de Canadá, Bélgica, Irlanda y Luxemburgo, presionaron a Arabia Saudita a que aceptara una investigación, que intensificará la presión a favor de un mejor comportamiento en el conflicto. Los Países Bajos y Noruega también aplicaron un embargo de armas a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, respectivamente.

Dado que Rusia se niega a permitir que el Consejo de Seguridad de la ONU actúe para asegurar medidas de justicia en Siria, Liechtenstein conformó en diciembre de 2016 una coalición amplia para obtener una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Con una votación de 105 a 15, crearon un mecanismo para recabar evidencias y fundamentar demandas judiciales, lo cual supone un importante compromiso para que se haga justicia por crímenes de guerra perpetrados en Siria.

“La principal enseñanza que dejó el último año es que los derechos humanos pueden ser protegidos del peligro populista”, apuntó Roth. “Lo que se necesita es oponer una defensa comprometida en vez de ceder ante esta realidad, y un llamado a la acción, en vez de un lamento de desesperación”. 

 

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