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¿Quisiera darle una calificación a su gobierno? Considere los derechos de las mujeres

El trato que se brinda a las mujeres es un barómetro de autoritarismo

Mujeres afganas se manifiestan en el centro de Kabul, Afganistán, el 13 de agosto de 2022. © 2022 Oriane Zerah/Abaca/Sipa USA vía AP Photo

Los derechos de las mujeres son derechos humanos y, como tales, no son negociables.

Pero no han faltado ejemplos de violaciones aberrantes de los derechos de las mujeres durante el último año.

Irán reprimió a mujeres y niñas que protestaron en repudio a decretos gubernamentales que establecían cómo debían vestirse y comportarse. En Afganistán, los talibanes negaron a mujeres y niñas derechos básicos, como el acceso a educación, empleo y la libertad de circulación. En Estados Unidos, muchos estados restringieron de manera significativa el acceso al aborto. El Reino Unido ha excluido a algunas migrantes de las protecciones ofrecidas por una convención que aborda la violencia contra las mujeres. Algunas personas en el gobierno de Costa Rica desean limitar el aborto a casos que impliquen un riesgo para la vida.

Como lo muestran estos ejemplos, no son solo los gobiernos autoritarios los que violan los derechos de las mujeres, sino que estas también enfrentan este tipo de restricciones en países democráticos. Sin embargo, cuanto más robustas son las instituciones democráticas, más herramientas tienen a disposición las mujeres para defenderse. En países donde hay un Estado de derecho sólido y funcionan los controles institucionales, las mujeres están mejor preparadas para proteger sus derechos, al igual que todas las demás personas.

Si un gobierno reconoce la libertad de prensa y la libertad de expresión, las mujeres pueden hablar abiertamente sobre las violaciones de derechos. Es más probables que las mujeres procuren obtener justicia cuando los tribunales son independientes e imparciales. Cuando se respetan los derechos laborales y el derecho a la educación, las mujeres y las niñas pueden avanzar con más rapidez hacia la igualdad. Cuando las mujeres pueden votar y ser elegidas, pueden ayudar a elegir a candidatos que creen en la autonomía de las mujeres.

Cuando existen todos estos sistemas de pesos y contrapesos, las mujeres pueden esperar que haya condiciones más equitativas para promover el reconocimiento de los derechos. La presencia de instituciones que pueden interpelar al poder ejecutivo para que rinda cuentas también es un indicio de una democracia saludable.

Por eso, cuando se registra un retroceso en los derechos de las mujeres, esto es una señal de alerta. El equilibrio de poderes con el que todos cuentan podría estar comprometido o ya no existir, y esto podría indicar que se está produciendo una regresión a un gobierno donde hay menos respeto por los derechos o que incluso es autoritario.

Uno de los riesgos más inminentes es el de que los tribunales queden bajo control político.

El Tribunal Constitucional de Polonia, que se muestra afectado por intereses políticos, prohibió el aborto en el país. Ahora el país se ha rebajado a la práctica deleznable de procesar penalmente a personas que defienden los derechos de las mujeres; estas restricciones a la libertad de expresión y asociación deberían resultar alarmantes para todos.

Hace casi un año, la Corte Suprema de EE. UU. dejó sin efecto protecciones al aborto que existían desde hace mucho tiempo en el país. Como si esto fuera poco, un juez en Texas podría disponer la prohibición total en todo Estados Unidos de un medicamento seguro que se utiliza ampliamente para el aborto, y que recibió aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos hace más de dos decenios. En una democracia que funciona correctamente, las mujeres no deberían temer que sus derechos puedan desaparecer de un momento a otro por efecto de una orden judicial, una votación en la legislatura o un decreto ejecutivo, sin que otro poder gubernamental intervenga para contrarrestar esa medida.

En algunas partes del mundo, el nexo entre la lucha por los derechos de las mujeres y el autoritarismo es más evidente.

Las protestas en Irán propiciadas por la muerte de Mahsa (Jina) Amini poco después de ser detenida por la denominada “policía de la moral” muestran que las restricciones a los derechos de las mujeres no suceden en forma aislada. El cercenamiento de los derechos de las mujeres en Irán y la represión feroz e incesante contra el disenso pacífico son improntas visibles del gobierno autoritario del país. Con independencia de cuál sea el sistema de gobierno, un país no podrá alcanzar jamás su máximo potencial si no hay igualdad para las mujeres.

Los talibanes han puesto a Afganistán en una senda tortuosa: niegan a la mitad de la población los derechos a la vida, la salud y otros derechos esenciales y, en este proceso, condenan a la sociedad entera a profundos padecimientos de los cuales será difícil recuperarse.

Pero aun en este contexto de represión, siempre hay esperanzas.

El surgimiento del derecho internacional de los derechos humanos ha otorgado una herramienta potente para proteger y ampliar los derechos de las mujeres. Las mujeres han usado al derecho internacional para exigir cambios a nivel local. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que promueve y protege los derechos en las Américas, contribuyó a que los Estados asuman la responsabilidad de terminar con la violencia doméstica, y esto propició cambios jurídicos en toda América Latina. Gracias al derecho internacional, la violación sexual finalmente se reconoce como crimen de guerra y como forma de tortura. El derecho internacional de los derechos humanos también contribuyó a exhortar a los países a que aceptaran distintos tipos de familias, a fin de que la maternidad se considere un derecho en vez de una obligación.

Los avances en materia de acceso al aborto en América Latina y en otras partes del mundo, como en Irlanda, también nos prueban que los cambios son posibles. Mujeres en todo el mundo expresaron su regocijo cuando Colombia despenalizó el aborto hasta las 24 semanas de gestación. En México, durante los últimos años, 11 de los 31 estados han despenalizado el aborto.

Es importante saber que si los gobiernos pueden controlar cómo se visten las mujeres, adónde pueden ir y controlar sus embarazos, estas son señales de un autoritarismo en expansión. Cuando los gobiernos tienen la capacidad de imponer leyes arbitrarias contra las mujeres, pueden hacer valer este poder sobre quien deseen y se genera así un sistema que se presta a corrupción y abusos.

Y las mujeres saben muy bien lo que esto implica.

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