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(Moscú) – Nueve meses de investigación revelan algunas de las historias humanas que hay detrás de las más de 28.000 fotografías de cadáveres de detenidos que presuntamente murieron bajo custodia del gobierno, que fueron sacadas clandestinamente de Siria y que trascendieron a la atención pública en enero de 2014.

© 2015 Human Rights Watch

El informe de 86 páginas, “If the Dead Could Speak: Mass Deaths and Torture in Syria’s Detention Facilities” (“Si los muertos pudiesen hablar: muertes y torturas masivas en los centros de detención en Siria”), presenta nuevas evidencias sobre la autenticidad de lo que se conocen como “las fotos de César”, identifica a varias de las víctimas y pone de relieve algunas de las causas principales de su muerte. Human Rights Watch encontró y entrevistó a 33 familiares y amigos de 27 víctimas cuyos casos fueron verificados por los investigadores; 37 ex detenidos que vieron morir a personas durante su detención, y cuatro desertores que trabajaban en centros de detención del gobierno de Siria u hospitales militares donde fueron tomadas la mayoría de las fotos. Mediante el uso de imágenes de satélite y técnicas de geolocalización, Human Rights Watch pudo confirmar que algunas de las fotografías de los detenidos asesinados fueron tomadas en el patio del Hospital Militar 601 de Mezze.

“Casi todos los detenidos que aparecen en estas fotografías eran el hijo, marido, padre o amigo querido de alguien, a quienes sus amigos y familiares pasaron meses o años buscándolos”, dijo Nadim Houry, subdirector para Medio Oriente de Human Rights Watch. “Hemos verificado meticulosamente docenas de historias y confiamos en que las fotografías de César presenten pruebas auténticas y fehacientes de crímenes contra la humanidad en Siria”.

Los países reunidos en posibles negociaciones de paz para Siria, incluido Rusia como firme defensor del gobierno de Siria, deberían hacer del destino de los miles de detenidos en el país una prioridad, señaló Human Rights Watch. Los países interesados deberían insistir en que el gobierno sirio conceda a los observadores internacionales acceso inmediato a todos los centros de detención y que los servicios de inteligencia de Siria acaben inmediatamente con las desapariciones forzadas y la tortura de los detenidos.

En agosto de 2013, un desertor del gobierno sirio, cuyo nombre clave es César, sacó clandestinamente 53.275 fotos del país. Human Rights Watch recibió un juego completo del Movimiento Nacional Sirio, un grupo político de la oposición al que César había dado las imágenes. El informe se centra en 28.707 de las fotos que, en base a toda la información disponible, muestran al menos a 6.786 detenidos que murieron bajo custodia del gobierno o tras haber sido transferidos del centro de detención a un hospital militar. El resto de las fotografías son de sitios de ataque o de cuerpos identificados por su nombre como soldados del gobierno, otros combatientes armados o civiles que murieron en los ataques, las explosiones o los intentos de asesinato.

La mayoría de las 6.786 víctimas que aparecen en las fotos de César fueron detenidas por sólo cinco delegaciones de la agencia de inteligencia en Damasco, y sus cuerpos fueron enviados. por lo menos, a dos hospitales en la capital entre mayo de 2011, cuando César comenzó a copiar los archivos y a sacarlos como contrabando de su lugar de trabajo en agosto de 2013, cuando huyó de Siria. La Red Siria para los Derechos Humanos ha documentado el arresto y la detención de más de 117.000 personas en Siria desde marzo de 2011.

Human Rights Watch encontró pruebas que evidenciaban signos generalizados de tortura, inanición, golpizas y enfermedad en los centros de detención del gobierno sirio. Los investigadores identificaron a 27 personas que aparecían en las fotografías y documentaron su arresto por las agencias de inteligencia sirias y, en algunos casos, los malos tratos y la tortura que sufrieron estando detenidos. También recopilaron el testimonio de parientes de cómo fueron arrestados, compararon marcas identificativas, cicatrices y tatuajes, así como pruebas de otros antiguos presos que fueron detenidos en el mismo momento y que a veces llegaron a compartir celda con las víctimas. A continuación contrastaron todos estos datos con la información contenida en los nombres de los archivos que César había recopilado, así como con la información que aparece en las tarjetas blancas sobre los cuerpos de las víctimas en cada foto para su identificación. La verificación de los casos no es forense ni legal, pero Human Rights Watch sólo incluyó en el informe los casos que pudo verificar con múltiples fuentes.

Entre las víctimas identificadas figuran un niño que tenía 14 años cuando fue arrestado y una activista de veintitantos. Todas y cada una de las 27 familias o familiares que fueron entrevistados dijeron que habían pasado meses o años tratando de conseguir información sobre el paradero de sus seres queridos, en algunos casos llegando a pagar grandes cantidades de dinero a contactos e intermediarios empleados en varias agencias de gubernamentales o de seguridad. Sólo dos llegaron a recibir finalmente los certificados de defunción que decían que el fallecido había muerto de un paro cardiaco o una insuficiencia respiratoria. Ninguno recibió el cuerpo de sus familiares para enterrarlo.

Human Rights Watch compartió unas cuantas de las fotografías, que mostraban a 19 víctimas, con un equipo de patólogos forenses de Physicians for Human Rights, que analizaron las fotos en busca de signos de abuso así como pruebas de la causa de muerte. Los especialistas encontraron evidencias de varios tipos de tortura, inanición, asfixia, traumatismo violento y, en un caso, una herida de bala en la cabeza, lo que les llevó a concluir que la víctima había sido disparada en la cabeza a corta distancia.

Los ex detenidos, encerrados en los mismos lugares que la mayoría de las víctimas de César, aseguraron a Human Rights Watch que los guardias los tenían en celdas severamente hacinadas con escasa circulación del aire, les daban tan poca comida que se debilitaron y a menudo les denegaron la oportunidad de lavarse. Las enfermedades de la piel y otras infecciones proliferaron y los detenidos dijeron que los guardias les negaron atención médica adecuada.

“No tenemos ninguna duda de que las personas que aparecen en las fotos de César pasaron hambre y que fueron golpeadas y torturadas de manera sistemática y a gran escala”, señaló Houry. “Estas fotos sólo representan una fración de las personas que han muerto mientras se encontraban bajo custodia del gobierno sirio. Miles más están sufriendo la misma suerte”.

Los investigadores de Human Righst Watch utilizaron técnicas de geolocalización por satélite y las pruebas de los desertores de dos hospitales militares para confirmar dónde fueron tomadas las fotos y descifraron el sistema de codificación de las tarjetas colocadas sobre los cadáveres.

“El gobierno registró estas muertes y procesó docenas de cuerpos a la vez, sin embargo no tomó ninguna medida para investigar la causa de su muerte o evitar que muriesen más personas bajo su custodia”, dijo Houry. “Aquellos que buscan la paz en Siria deberían asegurarse de que esos crímenes cesan y que las personas que supervisaron este sistema rinden cuentas por lo que hicieron”.

Además de conceder acceso inmediato a los observadores internacionales a todos sus centros de detención, el gobierno sirio debería poner en libertad a todos los presos detenidos de manera arbitraria y los presos políticos, recomendó Human Rights Watch. Rusia e Irán, los principales defensores del gobierno sirio, tienen una responsabilidad particular para presionar al país a que permita el acceso inmediato e ilimitado a los observadores internacionales reconocidos.

Los países que son miembros del Grupo Internacional de Apoyo a Siria (GIAS), que se ha estado reuniendo en Viena para promover un proceso de paz para Siria, debería apoyar estos esfuerzos para asegurar la rendición de cuentas por los abusos generalizados cometidos por todas las partes implicadas en el conflicto de Siria. Las propuestas para otorgar inmunidad a cualquiera que haya estado involucrado en graves delitos deberían ser rechazadas. Como mínimo, en cualquier proceso transicional en Siria, las personas contra las que existan pruebas creíbles de su participación en actos de tortura u otros crímenes graves no deberían tener puestos de autoridad en el sistema de detención, aseguró Human Rights Watch.

“Muchos de los ex detenidos que fueron recluidos en estas condiciones de pesadilla nos dijeron que a menudo deseaban morir en lugar de continuar sufriendo”, dijo Houry. “Suplicaban a los países involucrados en la búsqueda de un proceso de paz a hacer todo lo posible para ayudar a las personas que siguen detenidas en Siria”.

Una muestra de perfiles de las víctimas:

Ahmad al-Musalmani (
niño), víctima que aparece en las fotografías
El 2 de agosto de 2012, cuando Ahmad tenía 14 años, estaba volviendo a Siria desde el Líbano, a dónde su familia lo había enviado por razones de seguridad, para asistir al funeral de su madre. Viajaba en un minibús con otras cinco personas.

Un agente en un puesto de control requisó los teléfonos de los pasajeros y encontró una canción contra Assad en el de Ahmad. El agente llevó a Ahmad a rastras a un pequeño cuarto en el puesto de control, contó uno de los pasajeros a su familia un día después. El resto de los pasajeros siguieron en el minbús sin Ahmad.

El tío de Ahmad, Dahi al-Musalmani, fue juez durante 20 años antes de huir del país en marzo de 2013. Dahi contó a Human Rights Watch que fue a ver a varios oficiales del gobierno después de la desaparición de Ahmad. Averiguó que era probable que Ahmad se encontrase bajo la custodia del Departamento de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas, y pagó más de US$14.000 en sobornos para tratar de garantizar su liberación, pero sin éxito. Finalmente huyó a Jordania después de que miembros de su familia le dijeran que había una orden de arresto contra él.

Cuando fueron divulgadas las fotografías de César, Dahi buscó a Ahmad entre ellas.

Fui directamente a la carpeta del Departamento de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas y lo encontré. [Se descompone en llanto mientras habla] Fue un shock. Oh, fue el shock de mi vida verle allí. Lo busqué, durante 950 días lo busqué. Conté cada uno de los días. Cuando su madre se estaba muriendo me dijo: “Lo dejo bajo tu protección”. ¿Qué protección pude darle?

Rehab al-Allawi, víctima que aparece en las fotografías
Rehab al-Allawi, una residente de Damasco pero originalmente de Deir-al-Zor, era una estudiante de ingeniería en la Universidad de Damasco antes del levantamiento en Siria. La suya era la única fotografía de una mujer entre las miles de fotos de César de cadáveres de detenidos.

Rehab tenía aproximadamente unos 25 años cuando la Brigada de Redadas, una unidad especial de la policía militar, la arrestó el 17 de enero de 2013. Rehab trabajaba en uno de los comités de coordinación locales de Damasco, redes informales de activistas, asistiendo a personas internamente desplazadas que habían huido de Homs.

Después de su arresto, su familia buscó información a través de contactos personales dentro del gobierno sirio. Pagaron más de US$18.000 a varios funcionarios en el ejército sirio y los servicios de seguridad para tratar de averiguar dónde estaba y garantizar su liberación. Pero no lo consiguieron.

Una ex detenida, Hanadi, contó a Human Rights Watch que estuvo recluida con Rehab durante más de tres semanas en la instalación Sección 215 de Inteligencia Militar.

“Pasamos 24 días juntas en la celda, una al lado de la otra”, dijo Hanadi. “Ella quería ver a sus padres. Siempre estaba hablando de sus hermanos y hermanas. Pasaba miedo por su familia”.

Hanadi fue trasladada a la prisión de Adra después de tres semanas y media. Nunca volvió a ver a Rehab.

En marzo de 2015, después de que las fotografías de César empezaron a circular por Internet, un primo llamó a la familia y preguntó si la foto de Rehab podría estar entre las que se habían publicado. “Se parece mucho a Rehab”, dijo el primo.

Aunque la familia reconoció a Rehab, pidieron confirmación a ex detenidos que habían visto a Rehab en la prisión cuando estuvo detenida, ya que su apariencia cambió durante su detención.

Hanadi dijo:

Un día su hermano me llamó y me preguntó si era Rehab la que aparecía en las fotografías que se habían publicado… Reconocí el pijama que llevaba y su cara. Incluso la forma de los dedos de sus pies era la misma.

Testimonios de ex detenidos en los mismos centros que muchas de las víctimas de César
“Si tomase fotos de los que están detenidos ahora, vería a personas que se ven igual que las que aparecen en las fotografías de César, sólo que estarían vivas… Los que murieron son los que tuvieron suerte”.
–Dr. Sami, ex detenido de la Sección 215

“Cuando entré en la celda, alguien me conocía. Cuando levantó la cabeza, [vi que] tenía los dientes rotos. Estaba muy, muy escuálido. Tenía el pelo muy débil y corto. Le pregunté: ‘¿Me conoces?’ Él dijo: ‘Sí, soy tu sobrino Mohammed. Soy el que tiene el supermercado al lado de tu clínica’. Empezó a llorar. No se había visto ya que llevaba detenido 10 meses y medio”.
–Dr. Karim Mamoun, ex detenido de la Sección 215

Testimonios de desertores
“Conozco este lugar de las fotos piedra a piedra, ladrillo por ladrillo. Vivía allí 24 horas al día. Tenía que llevarlos [los cadáveres] yo mismo”.
–Suleiman Ali (no es su nombre real), ex recluta que trabajaba en el Hospital Militar 601

“Cuando llegan los cadáveres, [la médico forense, que es una oficial del ejército] pregunta cuántos cuerpos hay y luego le pide [a los reclutas] que los envuelvan. A cada cuerpo le da un tercer número en el vendaje. Ella escribe en el registro: el número del detenido, el número de la sección y el número del hospital [número de examen]. Después son metidos en la nevera [del depósito de cadáveres].
–Fahed al-Mahmoud (no es su nombre real), desertor militar que sirvió en el Hospital Militar Harasta en Damasco y fue testigo del proceso de registro de cadáveres.
 

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