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En el trabajo por los derechos humanos, decimos lo que hay que decir. A veces, lo decimos por aquellos que no pueden alzar la voz en ese momento, o simplemente ya han dejado de hacerlo.

Sin embargo, a veces, parece como si lo que decimos no tuviéramos ni siquiera que decirlo. Lo que decimos parece tan fundamental, tan obvio, que nadie debería tener que decirlo.

Por ejemplo...

No deberíamos tener que decirle a Australia: "No encarcelen a niños de diez años". Eso debería ser suficientemente claro para cualquiera.

No deberíamos tener que decirle a la Unión Europea: "No envíes refugiados a lugares donde sabes que serán torturados". De nuevo, algo obvio.

No deberíamos tener que decir a Israel: "No mates de hambre a los niños".

No deberíamos tener que decir a EEUU, Reino Unido, Alemania e Irán: "No sigan enviando armas a los bandos en guerra que cometen atrocidades".

No deberíamos tener que decir a Ruanda: "Deja de torturar a la gente".

No deberíamos tener que decir a los talibanes de Afganistán: "Sus “tradiciones” inventadas no son excusa para cometer abusos horribles".

No deberíamos tener que recordar a los líderes mundiales en viajes de negocios que China está cometiendo crímenes contra la humanidad en Xinjiang.

No deberíamos tener que explicar a nadie que todos necesitamos un planeta habitable para vivir.

No deberíamos tener que decirle a Elon Musk: "No hagas saludos al estilo nazi".

No deberíamos tener que decirle a la administración Trump: "No negocien sin hacer justicia a las víctimas de la atroz invasión rusa a Ucrania".

Todas estas cosas deberían ser tan obvias que nadie debería necesitar decirlas. Los gobiernos y los líderes gubernamentales deberían conocer sus obligaciones legales y morales sin necesidad de que se lo recuerden.

Sin embargo, aquí estamos.

Nos enfrentamos a gobiernos que a menudo ignoran voluntariamente sus obligaciones para servir a los poderosos a expensas de los indefensos. Por eso, los grupos y activistas de derechos humanos a menudo tienen que decir lo que es sencillamente obvio.

Es importante que lo hagamos. Porque si nadie señalara lo obvio, poco a poco sería menos obvio. Los abusos contra los derechos humanos parecerían que no merece la pena mencionarlos, se han "normalizado".

Sin embargo, por muy comunes que sean, los abusos contra los derechos humanos nunca deben considerarse normales. Todos debemos recordar a quienes ostentan el poder los estándares que la humanidad espera cada día. Tenemos que decir lo que hay que decir, incluso cuando ni siquiera nadie debería tener que decirlo.

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