Por muy mal que estén las cosas ahora, siempre pueden empeorar.
Suena deprimente, pero, aunque parezca mentira, también encierra una semilla de esperanza.
Observamos la expansión de los conflictos en Medio Oriente, Europa del Este, el Cuerno de África y otros lugares -todos llenos de atrocidades y todos arrastrando cada vez a más países- y oímos voces más serias que afirman que ya ha comenzado una tercera guerra mundial.
Vemos cómo los autoritarios amplían su represión o amenazan con tomar el poder de un país tras otro. Vemos gobiernos supuestamente fundados en la democracia y en los principios de los derechos humanos secuestrados por políticos poderosos que atacan a refugiados impotentes para avivar el miedo y luego convertir ese miedo en votos, sin importarles las consecuencias del aumento del odio.
Y como las crisis inmediatas acaparan toda la atención, mientra que otras cuestiones críticas -como el cambio climático y la creciente desigualdad- pasan a un segundo plano, donde se permite que sigan hirviendo, extendiendo más sufrimiento y, en última instancia, provocando más crisis.
Si estás prestando atención en este momento, estás profundamente preocupado por el estado del mundo. Y si eres sincero contigo mismo, te preocupa aún más lo que pueda ocurrir a continuación. Sabes que podría empeorar.
Nadie sabe con certeza qué ocurrirá en los próximos años, en los próximos meses, en las próximas semanas, mañana. Sólo podemos decir con seguridad lo que debe ser nuestra estrella guía para salir de esta oscuridad: una firme dedicación a los derechos humanos universales.
Debemos insistir y seguir insistiendo, cada vez más alto, en que nuestros gobiernos respeten a las personas y sus derechos fundamentales. A todas las personas, incluso a las más indefensas, especialmente a las más indefensas.
En ocasiones surte efecto, y vemos algunos pasos positivos. Otras veces no, y los abusos siguen produciéndose y a veces incluso empeoran o se generalizan. Pero si tenemos la sensación de que el desastre se agrava, no es motivo para rendirnos; es una llamada a redoblar nuestros esfuerzos.
Pase lo que pase, tanto si las cosas siguen igual de mal como si empeoran, sabemos que hay una forma de mejorarlas.