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(Yakarta, 27 de julio de 2006) – Las trabajadoras domésticas se enfrentan a la explotación laboral y toda una serie de abusos graves, que incluyen el maltrato físico y sexual, el confinamiento forzado, el impago de salarios, la negación de alimentos y atención sanitaria, y el exceso de horas de trabajo sin días de descanso, señaló Human Rights Watch en un nuevo informe publicado hoy.

Los gobiernos excluyen habitualmente a las trabajadoras domésticas de las protecciones laborales normales y no controlan las prácticas de reclutamiento en las que se imponen fuertes cargas de deuda o se desinforma a las trabajadoras sobre sus empleos.

“En lugar de garantizar que las empleadas domésticas puedan trabajar con dignidad y libres de violencia, los gobiernos les han negado sistemáticamente garantías laborales fundamentales que se ofrecen a otros trabajadores”, señaló Nisha Varia, investigadora senior de la División de Derechos de la Mujer de Human Rights Watch. “Las inmigrantes y las niñas corren especial riesgo”, agregó.

El informe de 93 páginas, “Swept Under the Rug: Abuses against Domestic Workers Around the World” (Oculto bajo la alfombra: Abusos contra trabajadoras domésticas en todo el mundo), sintetiza la investigación de Human Rights Watch desde 2001 sobre abusos contra las mujeres y las niñas trabajadoras domésticas que proceden o trabajan en El Salvador, Guatemala, Indonesia, Malasia, Marruecos, Filipinas, Arabia Saudita, Singapur, Sri Lanka, Togo, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos.

“Millones de mujeres y niñas recurren al trabajo doméstico por ser una de las pocas oportunidades económicas con las que cuentan”, señaló Varia. “Los abusos tienen lugar con frecuencia en hogares particulares y están totalmente ocultos al público”, agregó.

En los peores casos, las mujeres y las niñas están atrapadas en situaciones de trabajo forzado o han sido traficadas para trabajar en el trabajo doméstico forzado en condiciones similares a la esclavitud.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que hay más niñas menores de 16 años trabajando en el servicio doméstico que en cualquier otra categoría de trabajo infantil. En Indonesia, la OIT calcula que hay casi 700.000 niñas trabajadoras domésticas, mientras que en El Salvador más de 20.000 niñas y mujeres de entre 14 y 19 son empleadas de casa particular.

Las condiciones de explotación en el trabajo hacen con frecuencia que el empleo doméstico sea una de las peores formas de trabajo infantil.

Human Rights Watch dijo que el número de mujeres migrantes ha aumentado significativamente durante las últimas tres décadas, y que ahora suponen aproximadamente la mitad de la cantidad estimada de 200 millones de migrantes en todo el mundo. La feminización de la migración laboral es especialmente pronunciada en Filipinas, Indonesia y Sri Lanka, donde los cálculos a nivel nacional indican que las mujeres constituyen 60-75 por ciento de los migrantes legales, muchas de las cuales son empleadas como trabajadoras domésticas en el Medio Oriente y Asia.

Es difícil estimar la preponderancia del abuso debido a la falta de mecanismos de denuncia, la carencia de protecciones legales y las restricciones de la libertad de movimiento de las trabajadoras domésticas. Sin embargo, existen muchas indicaciones de que los abusos son generalizados. En Arabia Saudita, las embajadas de Indonesia, Sri Lanka y Filipinas reciben miles de quejas cada año. En enero de 2004, por ejemplo, la embajada ceilandesa estimó que cada mes estaba recibiendo unas 150 trabajadoras domésticas, que habían huido del abuso de sus empleadores. Según la información facilitada por embajadas en Singapur, desde 1998, al menos 147 trabajadoras domésticas han muerto por caídas desde edificios elevados como resultado de las peligrosas condiciones de trabajo o el suicidio.

“Las trabajadoras domésticas son con frecuencia rehenes de agentes laborales o empleadores”, señaló Varia. “Los gobiernos tienen que regular mejor las condiciones de trabajo, detectar las violaciones e imponer sanciones civiles y penales significativas”, agregó.

La legislación laboral de Hong Kong constituye un ejemplo positivo: las trabajadoras domésticas tienen derecho a un salario mínimo, un día de descanso semanal, permiso de maternidad y fiestas no laborables.

En general, la legislación laboral debe complementarse con leyes penales que permitan el enjuiciamiento de delitos tales como: el abuso físico, psicológico o sexual; el trabajo forzado, el confinamiento forzado; y el tráfico de personas. Al aumentar un 150 por ciento el tiempo de condena normal por delitos como el asalto o el confinamiento forzado, si se cometen contra trabajadoras domésticas, Singapur ha reconocido debidamente los riesgos especiales que corren estas trabajadoras.

Las leyes de inmigración punitivas, como las empleadas en Malasia y Arabia Saudita, que disuaden a las inmigrantes trabajadoras domésticas de huir de empleadores abusivos e inciden negativamente en la presentación de cargos por delitos penales, deben ser reformadas.

El diálogo de alto nivel sobre migración internacional y desarrollo que se celebrará en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2006 será una ocasión importante para que los gobiernos aumenten su cooperación y prevengan los abusos asociados con la migración para trabajar en casas particulares. Esta semana, comisiones nacionales de derechos humanos de toda Asia se reúnen para discutir sobre mujeres migrantes y migrantes irregulares en una conferencia organizada por la Comisión Nacional sobre Violencia contra la Mujer de Indonesia.

Human Rights Watch instó a los gobiernos a que extiendan ciertas protecciones laborales fundamentales a las trabajadoras domésticas, establezcan normas regionales mínimas de empleo para impedir una competición de efectos negativos, y garanticen que los empleadores y los agentes laborales rindan cuentas por las prácticas abusivas. También deben dar prioridad a la eliminación de las peores formas de trabajo infantil, lo que incluye el trabajo infantil doméstico.

Testimonios seleccionados:

“Como trabajadora doméstica, no tienes control sobre tu vida. Nadie te respeta. No tienes derechos. Este es el tipo de trabajo más bajo”.

– Hasana, niña empleada doméstica que empezó a trabajar con 12 años, Yogyakarta, Indonesia, 4 de diciembre de 2004

“Era duro trabajar para ellos porque no había suficiente comida. Me daban comida una vez al día. Si cometía un error… [mi empleador] no me daba comida durante dos días. Me trataban así con frecuencia. A veces durante uno, dos, tres días. Como estaba hambrienta, robaba comida de la casa. Por eso, el empleador me daba duras palizas”.

– Arianti Harikusomo, trabajadora doméstica indonesia de 27 años, Kuala Lumpur, Malasia, 25 de febrero de 2004

“Si hacía algo que a la empleadora no le gustaba, me agarraba del pelo y me golpeaba la cabeza contra la pared. Decía cosas como: ‘¡No te pago para que te sientes a ver la TV! No lavas bien los platos. Le pagué mucho dinero a tu madre y no haces nada [para merecerlo]’… Una vez me olvidé la ropa en la lavadora, y empezó a oler, así que me agarró de la cabeza e intentó metérmela en la máquina de lavar”.

– Saida B., niña trabajadora doméstica de 15 años, Casablanca, Marruecos, 17 de mayo de 2005

“Estuve encerrada en la agencia durante 45 días. Éramos indonesias y filipinas; 25 en total. Sólo nos daban de comer una vez al día. No salíamos nunca. La agencia nos dijo que les debíamos 1.500 dirham – tres meses de salario. Cinco de nosotras huimos; usamos una sábana para escaparnos desde el segundo piso. Cuatro de nosotras salimos lesionadas”.

– Cristina Suárez, trabajadora doméstica filipina de 26 años, Dubai, EAU, 27 de febrero de 2006

“Cuando la señora se iba a dejar a los niños en casa de la abuela, el hombre se quedaba en casa … me violó muchas, muchas veces; una vez al día, cada día durante tres meses. Me pegó mucho porque no quería practicar el sexo. No sé lo que es un condón, pero usó algunos pañuelos después de violarme. [Después de pagar mi deuda de tres meses] Le saqué un cuchillo y le dije: ‘No se acerque a mí, ¿Qué está haciendo?’ Se lo dije a la señora; estaba muy enojada conmigo; [al día siguiente] me llevó al puerto y me dijo que me había comprado un boleto para ir a Pontianak. No tenía dinero para llegar a casa desde Pontianak. No he ido al médico”.

– Zakiah, trabajadora doméstica de 20 años retornada de Malasia, Lombok, Indonesia, 24 de enero de 2004

“Una mujer vino al mercado a comprar carbón. Me encontró y le habló a mi madre de una mujer en Lomé que estaba buscando una niña como yo para vivir con ella y hacer el trabajo doméstico. Vino a mi madre y mi madre me entregó. La mujer le dio algo de dinero a mi madre, pero no sé cuánto”.

– Kéméyao A., niña de 10 años víctima del tráfico de personas, Lomé, Togo, 14 de mayo de 2002

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