Desde el 16 de julio, los talibanes han detenido a decenas de mujeres y niñas en Kabul, la capital de Afganistán, por supuestamente violar los códigos de vestimenta talibanes. La oleada de detenciones supone una nueva muestra de la implacable ofensiva de los talibanes contra la autonomía de las mujeres, que está causando miedo e intimidación entre las mujeres y las niñas de todo Afganistán.
Las detenciones refuerzan la aplicación por parte de los talibanes de su escandaloso decreto de “vicio y virtud” de agosto de 2024, que obliga a las mujeres a cubrirse completamente el cuerpo, incluido el rostro, en público en todo momento.
“En este momento, en Afganistán no existe el hiyab malo”, me dijo Sara (nombre ficticio). “Pero independientemente del nivel de restricciones que imponga el Talibán, las mujeres y las niñas seguirán saliendo a la calle y añadiendo moda y color a sus hiyabs. Este parece ser el verdadero problema del Talibán”.
El análisis de Sara es a la vez triste y esperanzador. Describe la opresión abrumadora a la que se enfrentan las mujeres y las niñas bajo el régimen talibán. Pero también pone de relieve las formas sutiles en que las mujeres y las niñas se resisten en su vida cotidiana, negociando con el patriarcado y reclamando cierta autonomía y propiedad.
Al afirmar su dominio y tratar de reforzar el poder patriarcal mediante el control de los cuerpos y las identidades de las mujeres, los talibanes actúan como una autoridad moral de género en Afganistán, tratando de alejar aún más a las mujeres y las niñas de la vida pública. Esto forma parte de un sistema más amplio que los defensores de los derechos de las mujeres afganas y los expertos de las Naciones Unidas denominan "apartheid de género". Las mujeres se ven obligadas a permanecer en sus casas al quedar excluidas del empleo, la educación y la libertad de movimiento. Cada vez que las mujeres encuentran formas de negociar con estas normas misóginas, los talibanes toman medidas más duras.
Al arrestar a mujeres y niñas por supuestamente llevar mal el hiyab, los talibanes imponen violencia física y psicológica con el objetivo de borrar sistemáticamente la autonomía de las mujeres y lograr su obediencia total.
"No importa qué tácticas o qué poder utilicen las autoridades, seguiremos encontrando formas de salir. No pueden encerrarnos en casa", dijo Nahid, la hermana de Sara.
A medida que se intensifican los abusos de los talibanes, la comunidad internacional suele responder con silencio o incluso con medidas perjudiciales que normalizan estos abusos, como la reciente decisión de Rusia de convertirse en el único país que reconoce a los talibanes.
Todos los países que se preocupan por las mujeres, las niñas y sus derechos deben hacer más para apoyar a las mujeres afganas, incluida la creación de un delito internacional de apartheid de género.