Soy una madre que trabaja y amamanta a su hija. Con un día completo de reuniones y sin tiempo para volver a la oficina, me encantó descubrir que los visitantes pueden usar la sala de lactancia del Senado de Estados Unidos. A las madres lactantes se les aconseja que miren fotos de sus bebés mientras bombean para ayudar a estimular la producción de leche, y una pared entera de la sala de lactancia del Senado estaba cubierta de fotos de los bebés de las empleadas. El cuerpo de una mujer responde a una bomba sacaleches de manera diferente que a un bebé, y para una mamá que intenta bombear durante el día para que su bebé tenga suficiente leche para alimentarse el siguiente, cada onza cuenta. Entre reuniones me iba con mi bolsa, mi bomba sacaleches y el teléfono lleno de fotos y videos a la sala de lactancia, agradecida de poder pasar el día aquí hablando de las implicaciones de derechos humanos de las primeras políticas del gobierno de Trump mientras que a la vez podía seguir alimentando a mi hija.
Tengo la suerte de tener una bomba doble eléctrica, un dispositivo caro que me permite extraer la leche de ambos senos al mismo tiempo y por lo tanto ahorrar tiempo. Mi bomba, que cuesta cientos de dólares, la cubrió enteramente mi compañía de seguros, tal como exige la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA, por sus siglas en inglés) como parte del cuidado preventivo de las mujeres, considerado un beneficio de salud esencial bajo la ley.
Los principales organismos de salud, incluida la Organización Mundial de la Salud, recomiendan que los bebés sean amamantados exclusivamente durante seis meses y luego sigan lactando durante dos años. Pero Estados Unidos no garantiza el permiso familiar pagado, lo que hace que la lactancia materna sea casi imposible para las madres que necesitan o deciden regresar al trabajo. Por eso las bombas sacaleches son más importantes que nunca. Sin embargo, el fin de la ACA las hará inasequibles para muchas madres, a menos que el Congreso presente un plan real para promover familias sanas en ausencia de la ACA.
Y no son sólo las madres trabajadoras las que necesitan este apoyo. Cualquier madre lactante que quiera pasar más de un par de horas lejos de su bebé tendrá que bombear leche, si ha elegido no utilizar fórmula. Una bomba permite a las mujeres regresar al trabajo, asistir a la escuela, cuidar a miembros ancianos de la familia , o simplemente disponer de unas horas por su cuenta.
Cuando salí de la sala de lactancia, me encontré de lleno con una protesta en el edificio del Senado. Unos cuantos manifestantes estaban siendo arrestados mientras una multitud pacífica gritaba: “¿Cuál es tu plan para el cuidado de la salud, cuál es tu plan para nosotros?”
Señor Trump y el Congreso: ¿cuál es su plan para la atención de la salud si destrozan la ACA? ¿Y cómo alimentarán a sus bebés las madres que amamantan si no pueden permitirse una bomba? Las madres como yo tienen tanto el derecho a trabajar como el derecho a amamantar. No nos hagan elegir uno sobre el otro.