Ahora que se acerca la jornada electoral en EE.UU., ha llegado el momento de volver a hablar del voto desde una perspectiva de derechos humanos.
Los lectores habituales del Boletín Informativo recordarán que también hicimos esto un par de semanas antes de las elecciones europeas a principios de este año, y mucho de lo que voy a decir les sonará familiar. Pueden acusarme de repetirme. Prefiero pensar que soy coherente.
Nuestro consejo es el mismo en todas partes, ya sea en Europa o en Estados Unidos, ya se trate de una batalla presidencial o de una contienda en el Congreso. No apoyamos a los candidatos, por supuesto. Hablamos de temas.
Desde el punto de vista de los derechos humanos, hay muchas cuestiones clave en juego en las elecciones estadounidenses; incluso hemos elaborado una guía sobre ellas. No menos preocupante es la oleada de amenazas al propio proceso democrático.
A esa guía, yo personalmente añadiría dos sencillos consejos.
En primer lugar, desconfíe de cualquier político que culpe a los grupos vulnerables de sus problemas. Suelen ser fáciles de detectar: no hablan de mejorar tu vida, sino de empeorar la de los demás.
Su objetivo pueden ser los refugiados, un grupo religioso, un grupo étnico o los transexuales. Pero sea quien sea la minoría vulnerable, el mensaje es básicamente el mismo: se supone que debes creer que negarles sus derechos te ayudará a ti y a tu familia. No lo hará, por supuesto. No les creas.
En segundo lugar, quizá deberías pensar un poco más a largo plazo a la hora de votar. Esto puede ayudarte a ver el valor de los derechos humanos universales. Permítanme explicarlo con un poco de historia personal.
Miro hacia atrás sólo cuatro generaciones, y veo a mis 16 bisabuelos. Todos ellos hablaban una lengua materna diferente a la mía. Todos ellos tenían creencias religiosas diferentes a las mías. Todos nacieron en países distintos de aquel en el que yo nací, ninguno de los cuales existe ya.
Ahora, si tienes hijos o piensas tenerlos, piensa en tus descendientes, unas cuantas generaciones más adelante. No sabes cómo serán, qué idioma hablarán, qué religión seguirán, con quién se casarán, dónde vivirán y trabajarán... Las cosas cambian, y no tienes ni idea de dónde acabarán.
Si votas por políticos que pretenden castigar a un grupo de la sociedad y luego promulgan leyes para conseguirlo, en última instancia puedes estar poniendo en peligro a tus propios nietos.
Pensando a largo plazo y con tu familia en mente, tiene sentido que apoyes los derechos humanos universales: derechos para todos, independientemente de su raza, etnia, religión, identidad de género, orientación sexual, etcétera.
En tu propio interés, vota por aquellos políticos y partidos que tengan más probabilidades de apoyar los derechos humanos universales. Es la mejor apuesta para las personas que vengan después de ti.
Ah, y una última cosa: recuerda que las personas que vengan después de ti también necesitarán un planeta habitable para vivir.