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La desigualdad racial en EE.UU. agrava los daños provocados por los "domos de calor"

La lucha contra el cambio climático implica combatir el racismo estructural

Miembros de la organización comunitaria Memorial Assistance Ministries (MAM por sus siglas en inglés) distribuyen agua y hielo durante el calor extremo en Houston, Texas, EE.UU., 18 de mayo de 2024. © 2024 Jason Fochtman/Houston Chronicle via AP Photo

Estados Unidos está experimentando actualmente un domo de calor, con temperaturas que se han elevado hasta los 122 grados Fahrenheit (50 grados Celsius) en algunos estados del oeste y que se mantienen altas durante la noche. Los domos de calor son sistemas de alta presión de calor extremo que serán cada vez más comunes y graves a medida que se acelere la crisis climática mundial.

Casi 31 millones de personas viven bajo el actual domo de calor estadounidense. Aunque todo el mundo corre el riesgo de sufrir enfermedades y muertes relacionadas con el calor, las personas con discapacidad, las personas mayores, las embarazadas, las que viven en la pobreza y las que pasan más tiempo al aire libre, como las personas sin hogar y los trabajadores inmigrantes vulnerables a entornos laborales que violan sus derechos, corren un riesgo especial. Las olas de calor siguen siendo el fenómeno meteorológico más letal relacionado con el clima en Estados Unidos.

Además de estos grupos de riesgo, las personas de color tienen más probabilidades de vivir en las zonas más afectadas por las temperaturas extremas. El racismo sistémico ya perjudica de manera desigual a las comunidades de color con bajos ingresos, y generaciones de discriminación en materia de vivienda y urbanismo han llevado a estas comunidades, en casi todas las grandes ciudades de EE.UU., a vivir en barrios que atrapan y exacerban el calor de manera desproporcionada.

Las desigualdades estructurales crean circunstancias en las que las comunidades de color con bajos ingresos tienen menos capacidad para mitigar los impactos de las olas de calor y refrescarse. Las comunidades de bajos ingresos tienen desproporcionadamente menos cubierta arbórea y sombra y menos acceso al aire acondicionado y a la capacidad de utilizarlo, en parte debido a los costes de los servicios públicos. El racismo sistémico ha dejado a las comunidades de color con un acceso desigual a la atención sanitaria y mayores tasas de enfermedades que también aumentan el riesgo de daños relacionados con el calor.

Las autoridades a nivel federal, estatal y local pueden adoptar respuestas inmediatas para hacer frente a estas desigualdades. Por ejemplo, la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias debería clasificar el calor extremo y el humo de los incendios forestales como "graves catástrofes", lo que permitiría disponer de fondos federales para responder a las olas de calor, por ejemplo, proporcionando instalaciones de refrigeración, agua y generadores para el aire acondicionado.

También es fundamental mitigar la gravedad de futuros domos de calor combatiendo el uso de combustibles fósiles. Los combustibles fósiles son el principal motor de la crisis climática y la fuente de amplios daños a los derechos humanos, que recaen desproporcionadamente sobre las comunidades de color. Los gobiernos estatales y locales deben exigir responsabilidades a la industria de los combustibles fósiles obligando a las empresas a pagar por los daños relacionados con el clima, como ha hecho recientemente Vermont y está intentando hacer el condado de Multnomah en Oregón.

Para cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos y mitigar los daños causados por el calor extremo, los gobiernos deben eliminar rápidamente los combustibles fósiles y trabajar para remediar la desigualdad estructural.

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