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Es hora de prohibir el reconocimiento facial en espacios públicos y fronteras

Grupos de derechos humanos hacen sonar la alarma sobre la tecnología de vigilancia masiva

Peatones caminan por un cruce mientras una gran pantalla electrónica apoyada por un sistema de reconocimiento facial muestra la imagen de un transeúnte imprudente en la intersección en la ciudad de Nanjing, provincia de Jiangsu, en el este de China, el 4 de julio de 2019. © 2019 Imaginechina via AP Photo

Nos encontramos ante una encrucijada en el camino con respecto a los enfoques de los Estados frente a la vigilancia por reconocimiento facial. Por un lado, los gobiernos de países como Israel y el Reino Unido están avanzando en planes para implementar un uso generalizado de esta poderosa tecnología biométrica. Por otro lado, el último borrador de la Ley de IA de la Unión Europea revela un mayor compromiso para prohibir su uso en espacios públicos.

Esta semana, Human Rights Watch se unió a 180 grupos de derechos humanos y otros expertos que pidieron a gobiernos y empresas que dejen de usar tecnología de vigilancia de reconocimiento facial en espacios públicos y en contextos de migración y asilo, ya que es simplemente una tecnología en exceso peligrosa y poderosa para usarla sin consecuencias negativas para los derechos humanos.

La tecnología de vigilancia por reconocimiento facial –del tipo que escanea, identifica y elabora perfiles de las personas en masa– no es compatible con el derecho internacional de los derechos humanos, ya que equivale a una vigilancia masiva. Además de socavar los derechos de privacidad, la tecnología amenaza nuestros derechos a la igualdad y la no discriminación, la libertad de expresión y la libertad de reunión.

En 2020, algunas de las grandes empresas tecnológicas prometieron una moratoria sobre la venta de tecnología de vigilancia por reconocimiento facial, en respuesta a preocupaciones sobre los derechos humanos, pero la autorregulación simplemente no funciona y al menos una de esas empresas podría estar dando marcha atrás en ese compromiso.


Mientras tanto, los gobiernos utilizan cada vez más la tecnología de vigilancia por reconocimiento facial para monitorear protestas, atacar a las personas en función de su origen étnico y frenar la disidencia política. Como ocurre con gran parte de la tecnología, exacerba las desigualdades sociales existentes y golpea más duramente a las personas con identidades marginadas y vulnerables.

No existe ningún caso de uso seguro para esta tecnología en nuestras calles o en nuestras fronteras. Necesitamos urgentemente que los gobiernos intensifiquen y prohíban la vigilancia por reconocimiento facial en estos espacios, y que las empresas dejen de crear y utilizar esta potente tecnología con fines de vigilancia.

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