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EE. UU. debe comprometerse con la prohibición de las municiones en racimo

Informe global analiza avances en la erradicación de estas armas ampliamente repudiadas

Submunición M77 DPICM sin estallar hallada en la localidad de Dughayj, en el norte de Yemen, tras los ataques perpetrados por las fuerzas de la coalición liderada por Arabia Saudita a mediados de 2015 con cohetes de artillería M26 que llevaban municiones en racimo fabricadas en EE. UU. © 2015 Ole Solvang/Human Rights Watch
  • La política de EE. UU. sobre municiones en racimo es obsoleta y peligrosa.
  • Las municiones en racimo esparcen cargas explosivas en forma indiscriminada sobre superficies extensas y dejan allí municiones sin estallar que funcionan como minas y pueden matar o mutilar a personas incluso muchos años después.
  • El gobierno de Biden debe reconocer que no es aceptable que las fuerzas militares modernas utilicen municiones en racimo, reconsiderar la política actual desacertada e incorporarse al tratado que prohíbe su uso. 

(Washington D.C., 15 de septiembre de 2021) – El gobierno de Estados Unidos debería rechazar y revertir la directiva desacertada sobre municiones en racimo que adoptó el gobierno anterior en 2017, señaló hoy Human Rights Watch al difundir la edición 2021 del informe Monitor de Municiones en Racimo. El gobierno del presidente Joe Biden debería asumir el compromiso de incorporarse al tratado que prohíbe estas armas inaceptables.

“Estados Unidos tiene serios antecedentes de uso de municiones en racimo en todo el mundo y debería poner fin a esa era”, expresó Mary Wareham, directora de incidencia sobre armas de Human Rights Watch y editora del Monitor de Municiones en Racimo 2021. “El gobierno de Biden tiene una oportunidad de poner a EE. UU. en esa senda rechazando en forma categórica las municiones en racimo”.

Las municiones en racimo pueden lanzarse desde la superficie mediante sistemas de artillería, cohetes y proyectiles o arrojarse desde el aire. Suelen dispersarse en el aire y desperdigar múltiples submuniciones o pequeñas cargas explosivas de manera indiscriminada en un amplio radio. Muchas no explotan con el primer impacto, y dejan así peligrosas municiones sin estallar, similares a minas terrestres, que pueden causar muertes y mutilaciones a lo largo de muchos años, hasta que son retiradas y destruidas.

La política estadounidense actual, que se dictó en noviembre de 2017 durante la presidencia de Donald Trump, reemplazó una directiva relativa a municiones en racimo del Departamento de Defensa que había establecido en julio de 2008 la administración de George W. Bush. La política de 2017 dejó sin efecto el requisito de que, para fines de 2018, Estados Unidos ya no podría usar municiones en racimo, un tipo de armas cuya escasa fiabilidad ha sido ampliamente demostrada y que generan más de un 1 % de explosivos sin detonar.

En vez de eso, permite que EE. UU. utilice la totalidad de los millones de reservas de municiones en racimo con las que cuenta hasta que se desarrollen y emplacen “cantidades suficientes” de versiones “mejores y más confiables”. También facilita la adquisición de municiones en racimo a fuentes extranjeras para reponer existencias.

La Administración Biden no ha revisado ni modificado la política de 2017. En un informe reciente que publicó el Servicio de Investigación del Congreso se recomendó que el Congreso de EE. UU. analizara cómo la “anulación de la política de 2017 sobre el uso de municiones en racimo sería percibida por la comunidad internacional”.

Estados Unidos no participó, siquiera como observador, en el Proceso de Oslo de 2007-2008 que dio lugar a que se adoptara la Convención sobre Municiones en Racimo, un instrumento que prohíbe en forma íntegra estas armas, exige la remoción de los restos de municiones en racimo en un plazo de 10 años y obliga a brindar asistencia a las víctimas.

Los 110 Estados Partes del tratado y los 13 países que lo han firmado incluyen a 24 Estados Miembros de la OTAN y aliados como Australia y Japón. Varios países que en el pasado han resultado perjudicados por el uso de municiones en racimo por parte de EE. UU., como Afganistán, Bosnia-Herzegovina, Irak, Laos y el Líbano, son miembros del tratado.

El informe Monitor sobre Municiones en Racimo releva las medidas en las que los países cumplen con la Convención sobre Municiones en Racimo. Ha concluido que Estados Unidos ya no fabrica municiones en racimo, pero no asumió el compromiso de nunca más producir estas armas en el futuro. China y Rusia trabajan activamente en la investigación y el desarrollo de nuevos tipos de municiones en racimo.

La última vez que EE. UU. utilizó municiones en racimo fue durante la Operación Libertad para Irak en 2003, con la excepción de un único ataque ocurrido en Yemen en diciembre de 2009. El gobierno de Obama suspendió las entregas de municiones en racimo estadounidenses a Arabia Saudita en 2016, luego de que surgieran pruebas de daños causados a civiles por el uso de estas armas en un operativo de la coalición liderada por fuerzas saudíes en Yemen.

En la última década, los senadores estadounidenses Patrick Leahy y Dianne Feinstein, entre otros, han adoptado leyes que alientan a Estados Unidos a ratificar la Convención sobre Municiones en Racimo. La rama estadounidense de la Coalición contra las Municiones en Racimo, coordinada por la organización de derechos de las personas con discapacidad Humanity and Inclusion (ex Handicap International), ha instado a EE. UU. a revertir el curso en materia de municiones en racimo y sumarse al grupo creciente de actores globales que se oponen a estas armas.

Monitor de Municiones en Racimo 2021 es el decimosegundo informe anual que publica la Coalición contra las Municiones en Racimo, una red global de organizaciones no gubernamentales cofundada y presidida por Human Rights Watch. El informe se presentará a los Estados que asistan a la segunda parte de la Segunda Conferencia de Examen de la convención el 20 y 21 de septiembre en Ginebra.

“Estados Unidos debería mostrar a otros países en el mundo que reconoce la importancia de proteger a los civiles en zonas de conflicto de la posibilidad de daños permanentes y los peligros que entrañan las municiones en racimo”, expresó Wareham. “La gestión de Biden debería reconocer que una fuerza militar moderna no puede recurrir al uso de municiones en racimo y revertir la política de 2017".

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