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Tras semanas de expectativa, el Mundial de Fútbol finalmente comenzó y mientras la mayoría de los aficionados del deporte no pierden  de vista a Ronaldo, Messi, Neymar y muchos otros jugadores excepcionales, los activistas de derechos humanos nos sentimos bastante incómodos. Después de todo, y considerando que en esta competencia participan numerosos países donde se violan derechos humanos, ¿cómo podemos equilibrar nuestra pasión por el juego con nuestro compromiso con los derechos humanos? 

Primero quisiera dar las buenas noticias. Muchos de los países donde se cometen los abusos más graves, como SudánSri LankaTurkmenistánBielorrusiaCorea del NorteZimbabweUzbekistán, no lograron clasificarse para el Mundial de Brasil. Esto refuerza nuestra creencia de que los países donde se respetan los derechos humanos en general producen mejores jugadores de fútbol. Sin embargo, la gran cantidad de países problemáticos que están presentes en este torneo plantea numerosos dilemas al aficionado del fútbol que también se preocupa por los derechos humanos.

Algunos de los problemas ya comenzaron durante los preparativos mismos del Mundial, en cuyo marco se cometieron violaciones de derechos humanos en distintos puntos de Brasil. Estos hechos han incluido el uso desproporcionado de la fuerza, en gran medida contra personas que se manifestaban pacíficamente en un país donde ya existen altos índices de violencia policial, se practica la tortura y las condiciones carcelarias son deplorables. Incluso hoy, manifestantes y periodistas fueron reprimidos con gases lacrimógenos fuera del estadio antes de que comenzara el partido.

Sin embargo, los verdaderos problemas comenzarán a aparecer cuando el campeonato esté en plena marcha. ¿Cómo logrará un activista de derechos humanos concentrarse en lo que sucede en la cancha cuando Argelia (donde se restringe la libertad de reunión y asociación y se persigue a dirigentes sindicales) se enfrente a Rusia (responsable de la ofensiva más grave a las libertades civiles desde el fin de la Unión Soviética, actos aberrantes de discriminación de personas LGBT y abusos en el Cáucaso norte)? ¿Y qué sucederá cuando Australia (que adoptó políticas punitivas e ilegítimas contra los derechos de refugiados y solicitantes de asilo) se mida en el césped con España (que propuso restricciones a derechos reproductivos y no protege a quienes están en riesgo de ser desalojados)? ¿O cuando Inglaterra (escenario de graves abusos contra trabajadores domésticos migrantes y blanco de señalamientos de abusos contra detenidos cometidos por miembros de las fuerzas armadas británicas) juegue contra Italia (asociada con racismo y xenofobia contra migrantes y el retorno forzado de solicitantes de asilo)? ¡Y ni hablar de cuando Colombia (donde guerrillas y paramilitares matan y provocan desplazamientos forzados impunemente) se encuentre cara a cara con Costa de Marfil (afectado por impunidad, corrupción, conflictos por la tierra y proliferación de armas cortas)!

Pueden ver el problema, ¿no? En el juego de Irán contra Nigeria, nos resulta difícil disfrutar del juego mientras pensamos en los presos políticos, la discriminación de minorías, las confesiones obtenidas mediante coerción y la aplicación extendida de la pena de muerte (incluso contra menores que han delinquido). A esto se suma que en Irán se prohíbe a las mujeres concurrir a estadios de fútbol, y tampoco podemos olvidar la violencia implacable de las fuerzas de seguridad, las jóvenes secuestradas y la corrupción masiva en Nigeria.

Y luego está el partido entre Estados Unidos y Alemania, que se perfila como el “Supertazón de la Vigilancia”, durante el cual medirán fuerzas la Agencia de Seguridad Nacional y una Angela Merkel indignada por las escuchas a su teléfono celular, por no mencionar el desempeño estadounidense en temas como la detención indefinida de personas en Guantánamo, la ausencia de medidas de justicia en casos de ejecución selectiva, y las penas excesivamente severas previstas por el sistema de justicia penal.

Teniendo todo esto en mente, ¿qué equipo debería hacerse con la copa según un verdadero defensor de los derechos humanos? Pues bien, la neutralidad y la imparcialidad son los principios claves del trabajo internacional en derechos humanos, por lo que no puedo decir demasiado en este sentido. (Además, siendo hijo de padre inglés y madre irlandesa, y con una esposa franco-brasileña y dos hijos estadounidenses, realmente debo cuidarme de abrir la boca en estas cuestiones).

Pero sin duda, hay opciones mucho peores que alentar disimuladamente a Costa Rica.

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