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Sí, estudiantes universitarios tienen relaciones sexuales. ¿Entonces por qué negarles información?

Cuando decidí estudiar en Boston College, una universidad jesuita privada, no pensé en preguntar si ofrecían atención integral de la salud para las mujeres. Pero pronto aprendí que los servicios de salud reproductiva en Boston College se quedan cortos en comparación con aquellos normalmente ofrecidos en universidades laicas o en otros campus de universidades religiosas de todo el país.

Mientras que algunos consideran la decisión de la universidad como una extensión válida de su afiliación religiosa, vale la pena entender las consecuencias. El no proveer preservativos, pruebas de embarazo, e información acerca de enfermedades de transmisión sexual, no previene que los estudiantes tengan relaciones sexuales, pero si los previene de tomar decisiones informadas sobre su salud y sus vidas.

Boston College se adhiere a una política oficial de la universidad que es común entre universidades católicas, prohibiendo la distribución de “materiales que tienen como fin el prevenir la concepción”, tales como preservativos, la píldora del día siguiente, y otros métodos modernos anticonceptivos, así como el asesoramiento que podría “promover el aborto”. Algunas escuelas católicas si ofrecen pruebas de embarazo y de algunas enfermedades de transmisión sexual. Pero la única medida preventiva que estas escuelas sugieren a los estudiantes es la abstinencia hasta el matrimonio, un método que ha probado ser ineficaz en un gran número de estudios independientes.

La decisión de la universidad va más allá del suministro de servicios de salud. Boston College tiene una política para los voceros de los eventos patrocinados por la universidad que señala que: “La libertad de consulta no es absoluta y debe ser equilibrada con la obligación de la Universidad de adherirse a los principios y valores” inherentes a su identidad como institución jesuita. Esta política no prohíbe de manera absoluta la discusión de los derechos reproductivos, pero impone controles significativos al debate.

Por ejemplo, el Boston College niega el reconocimiento oficial a cualquier grupo estudiantil con una postura explícita pro-elección. Mientras yo estaba en el campus, la Iniciativa Salud de las Mujeres (Women's Health Initiative), un grupo estudiantil con una postura pro-elección, no pudo realizar o anunciar cualquier evento y tuvo que actuar "clandestinamente" en su distribución anual de preservativos durante el Día de San Valentín.

Además cualquier grupo estudiantil general que recibe fondos universitarios necesita discutir ambos lados del debate sobre el aborto si están llevando a cabo alguna actividad relacionada con derechos reproductivos. Sin embargo, grupos en contra del aborto, tales como el club Pro-vida (Pro-life), que es financiado completamente por la universidad, tiene permitido realizar manifestaciones en el campus, anunciar eventos, y ser anfitriones de eventos sin la necesidad de que el otro lado del debate salga al aire.

La política oficial también parece tener tentáculos que evitan que los estudiantes tengan acceso a la información y a anticonceptivos fuera del campus. Por ejemplo, en nuestra tienda de conveniencia local, ubicada fuera del campus, donde los artículos pueden ser comprados con cuentas estudiantiles llamadas "Eaglebucks" que usan la identificación del estudiante en lugar de tarjetas de crédito, los únicos artículos que no pudimos comprar con "Eaglebucks" fueron preservativos. Y cuando consejeros residentes proporcionaron preservativos de manera privada para sus residentes, ellos fueron reprimidos y los preservativos fueron confiscados.

Mediante la negación al acceso de recursos anticonceptivos, y restringiendo la discusión abierta sobre salud reproductiva, las escuelas católicas están poniendo en peligro la salud sexual de una parte significante de la población de adultos jóvenes sexualmente activos. Los estudiantes tienen relaciones sexuales, aún en campus católicos. Muchos de estos jóvenes se encuentran relaciones monógamas y algunos tienen encuentros sexuales casuales. Sin el acceso a los anticonceptivos o a la información sobre prácticas sexuales seguras, los estudiantes corren un gran riesgo de embarazos no planeados o de adquirir infecciones de transmisión sexual.

Aún más inquietante es el impacto que estas políticas restrictivas pueden tener para las víctimas de violencia sexual. Estadísticas de la Red Nacional de Violación, Abuso e Incesto (RAINN por sus siglas en inglés) indican que las mujeres en edad universitaria son cuatro veces más propensas a ser asaltadas sexualmente que mujeres en otros grupos de edad. Cuando yo estaba en la universidad conocí a varias mujeres que habían sido violadas por sus compañeros en el campus.

Pero los centros de salud del campus no proveen servicios tales como la píldora del día siguiente para prevenir el embarazo después de la violación. La adherencia a los principios de la doctrina católica, sobre los cuales las universidades jesuitas fueron fundadas, no debe poner en riesgo los derechos protegidos legamente y la salud general de los estudiantes.

Es verdad, los estudiantes de las universidades católicas pueden acudir a otro lugar para recibir estos servicios de salud. Pero los estudiantes dependen de los servicios de salud del campus y muchos no pueden solventar el costo de un seguro médico adicional. Y desplazarse a centros de servicios de salud fuera del campus puede ser difícil durante emergencias tales como el asalto sexual.

Yo tomé la decisión de acudir al Boston College porque estaba impresionada por los valores jesuitas, dedicados al servicio, al descubrimiento y a la impartición del conocimiento. Estos ideales estuvieron dolorosamente ausentes en una área en que muchos estudiantes universitarios necesitan un gran apoyo: en el desarrollo su sexualidad en una manera informada y responsable. Mientras que las regulaciones federales sobre salud sexual y reproductiva están cambiando para bien bajo el gobierno de Obama, yo espero que mi Alma Mater siga este ejemplo.

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