Dawood, que ahora vive en un campamento de refugiados en Bangladesh, procede de una aldea del municipio de Buthidaung, en el estado de Rakhine, al oeste de Myanmar. En febrero del año pasado, el ejército de Myanmar lo reclutó junto con otros hombres y niños rohingya. Recibieron poca o ninguna formación y fueron enviados a luchar contra el Ejército Arakan, un grupo armado étnico, en el estado de Rakhine.
Decenas de ellos murieron o resultaron heridos en los combates. Dawood pasó un mes en el hospital. Después, lo enviaron de nuevo al frente.
En mayo, con su unidad sitiada, desertó. Regresó a su pueblo natal, pero no pudo escapar de los combates. Rápidamente, Dawood se puso de nuevo en marcha, junto con otras personas de su aldea, huyendo de los bombardeos y los disparos.
Ni los militares ni el ejército de Arakan se preocuparon mucho por proteger a los civiles rohingya. Los observadores locales calculan que sólo en los combates en torno a esa aldea hay cientos de muertos o desaparecidos.
Dawood sobrevivió, pero fue capturado y detenido por el ejército de Arakan. Fue uno de los 80 hombres a los que acusaron de ser ex soldados de Myanmar.
De algún modo, Dawood pudo escapar. Se escondió en el bosque durante un tiempo y luego emprendió el peligroso viaje a través de la frontera con Bangladesh. Ahora vive allí, en un abarrotado asentamiento de refugiados rohingya.
Dawood sólo tiene 19 años. Cuenta que su corta vida ha quedado destrozada.
Su historia es una increíble epopeya de supervivencia, pero dista mucho de ser única. Decenas de miles de rohingya han llegado a Bangladesh huyendo de los recientes combates en Myanmar. Se unen a otro millón de refugiados rohingya en Bangladesh que habían escapado de las atrocidades militares de Myanmar en años anteriores.
El gobierno de Bangladesh dice que está desbordado y que es incapaz de apoyar a estos recién llegados. Los recortes en la financiación del gobierno estadounidense también han mermado la ayuda humanitaria.
El jefe del gobierno interino de Bangladesh, Muhammad Yunus, ha hablado de intentar repatriar a la gente. Sin embargo, es evidente que los rohingya no pueden regresar con seguridad a Myanmar.
En primer lugar, el conflicto en su país continúa. En segundo lugar, existe el peligro de persecución étnica por parte del ejército de Myanmar. Ya son responsables de crímenes contra la humanidad y actos de genocidio contra los rohingya. En tercer lugar, está el riesgo del abusivo Ejército de Arakan, que ahora controla la mayor parte del estado de Rakhine.
En septiembre, la ONU se reunirá para debatir el futuro de los musulmanes rohingya y otras minorías de Myanmar. A finales de mes, los países presentes en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU también pondrán de relieve la grave situación. Se trata de importantes oportunidades diplomáticas.
Por ahora, sin embargo, más de un millón de rohingya parecen estancados, han sobrevivido pero han quedado, como dice Dawood, destrozados.