28 de marzo de 2025, 12:50: Un fuerte terremoto sacude el centro de Myanmar. Edificios derrumbados, carreteras y puentes colapsados, miles de heridos, miles de personas sepultadas bajo los escombros y miles de muertos.
A cuatro días del sismo, aún pueden salvarse o perderse innumerables vidas. Una respuesta de emergencia rápida y sin obstáculos es lo más urgente.
¿Cómo puede empeorar aún más una situación ya de por sí desastrosa?
Para la junta militar de Myanmar, esta última pregunta era aparentemente obvia. Desde el terremoto, el ejército ha llevado a cabo ataques aéreos y ha restringido el acceso a Internet en las zonas más afectadas, complicando aún más la respuesta humanitaria.
Esta respuesta está en consonancia con las prácticas pasadas de la junta, las cuales debería abandonar inmediatamente para dedicarse a salvar vidas.
Incluso antes del terremoto, las necesidades humanitarias habían aumentado en el centro de Myanmar, donde los grupos de la oposición luchan contra las fuerzas de seguridad de Myanmar y sus milicias aliadas desde el golpe de Estado de febrero de 2021.
La junta está obligada, en virtud del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, a garantizar el respeto de los derechos humanos fundamentales y a facilitar asistencia humanitaria rápida e imparcial a todos los civiles. Por tanto, no puede rechazar arbitrariamente las operaciones de ayuda.
Aunque las principales ciudades afectadas por el sismo están bajo control de la junta, amplias zonas del país afectadas están bajo control de los opositores a la junta o son objeto de disputa.
La Junta solicitó ayuda internacional y declaró el estado de emergencia en seis estados y regiones pocas horas después del terremoto. Varios países ofrecieron su apoyo, y la junta dijo que toda ayuda era bienvenida, pero se negó la entrada al país a los equipos de rescate de Taiwán.
Han pasado varios días, la gente sigue atrapada bajo los escombros y la búsqueda de supervivientes se lleva a cabo sin equipos ni materiales de seguridad. En al menos una ciudad, los rescatistas se han quedado sin bolsas para cadáveres y las ciudades están llenas de olor a cadáveres en descomposición.
Hay informes de zonas sin electricidad, agua potable, escasez de alimentos y combustible, y de personas que duermen a la intemperie y necesitan refugio urgentemente. En las zonas en disputa y controladas por la oposición, el ejército ha restringido gravemente el acceso a Internet.
Está claro que no se puede confiar en la Junta de Myanmar para responder a un desastre de esta magnitud. La comunidad internacional debe presionar a la junta para que permita el acceso pleno e inmediato a los supervivientes, estén donde estén. El bloqueo de la ayuda humanitaria y los bombardeos no son la solución.