Los hombres armados llegaron al pueblo en motocicletas y rodearon la iglesia católica hacia las 9 de la mañana. Irrumpieron en el interior, ordenaron salir a las mujeres y empezaron a disparar a los hombres y niños que se quedaron. Los supervivientes dicen que al menos 12 murieron entre los gritos de los atacantes de "Dios es grande".
Aquel día de febrero, la aldea de Essakane, en la región del Sahel de Burkina Faso, se sumó a una creciente lista de comunidades del país aterrorizadas por la creciente violencia islamista.
Un grupo denominado Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS, por sus siglas en inglés) reivindicó posteriormente la autoría del atentado de Essakane. Testigos de la aldea creen que se llevó a cabo en represalia contra los cristianos que se negaron a abandonar su religión, a pesar de una advertencia del ISGS.
El ISGS no es el único grupo islamista armado que causa estragos en Burkina Faso. También está el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, vinculado a Al Qaeda y conocido por la abreviatura árabe JNIM.
Desde que entraron en Burkina Faso desde el vecino Mali en 2016, los dos grupos islamistas han llegado a controlar grandes franjas de territorio en Burkina Faso. En su lucha contra el gobierno y entre sí, los dos grupos han cometido abusos desenfrenados, como ejecuciones sumarias, violencia sexual, secuestros, saqueos y privación de alimentos, servicios básicos y ayuda a los residentes.
Este año han intensificado sus ataques contra la población civil, masacrando a pueblos completos, a desplazados y a fieles cristianos.
Más de mil civiles han muerto en más de 250 ataques de grupos islamistas desde enero, según el monitor Armed Conflict Location & Event Data.
Los civiles tampoco pueden confiar en que las autoridades les protejan. Desde el golpe de septiembre de 2022, las zonas de Burkina Faso que no están bajo control islamista están gobernadas por una junta cuyas fuerzas militares y grupos de autodefensa asociados también cometen abusos. Como resumió la situación un superviviente de una atrocidad militar: "nuestros propios soldados nos masacran".
Atrapados entre los grupos islamistas que los masacran y las fuerzas de la junta que también los masacran, los civiles de Burkina Faso no tienen a quién recurrir dentro del país.
Su mejor esperanza ahora mismo reside en los que están fuera del país, concretamente en la Unión Africana. Ésta debe empezar a ocuparse más seriamente del deterioro de la situación y tomar medidas para proteger a los civiles y ayudarles a reclamar justicia por los abusos que han sufrido.
De lo contrario, ¿qué impedirá que el terror mortal y la anarquía se descontrolen aún más?