Rusia se encamina hacia las elecciones presidenciales de marzo, y nadie duda del resultado. Los gobiernos autoritarios no celebran elecciones para dar a la gente una elección libre y justa. Lo hacen como un espectáculo coreografiado para que la nación y el mundo demuestren que el líder es querido.
Resulta sorprendente que estas autoridades se molesten en fingir, pero la ilusión compartida es importante. El fingimiento público refuerza el poder político.
En Rusia, como en todas partes, estos espectáculos electorales están estrechamente gestionados. No quieren dejar nada al azar, y mucho menos a la opinión pública. Los preparativos esenciales incluyen censurar a los medios de comunicación durante años, así como encarcelar a algunos líderes de la oposición e impedir que otros posibles candidatos se presenten.
También significa silenciar a los críticos, y las autoridades rusas han llevado a cabo una feroz campaña para eliminar la disidencia. Un ejemplo: el Kremlin parece ahora empeñado en encarcelar a Oleg Orlov antes de las elecciones de marzo.
Los lectores habituales recordarán bien a Orlov, cuyo caso destacamos dos veces el año pasado. Es uno de los defensores de los derechos humanos más destacados y abiertos de Rusia. Orlov es copresidente de Memorial, uno de los principales grupos de defensa de los derechos humanos del país, que fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2022.
El gobierno ruso clausuró Memorial ese mismo año, pero los principales activistas del grupo siguen trabajando por los derechos humanos, algunos desde el extranjero y otros, como Orlov, desde dentro del país.
El caso contra Orlov tiene su origen en sus actividades contra la guerra y en un artículo que escribió en el que sostenía que Rusia había caído en el fascismo. Se le acusa de "desacreditación reiterada" de las fuerzas armadas rusas. Para las autoridades, el problema no son los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas en su atroz invasión y ocupación de Ucrania. Hablar de estos crímenes sí lo es.
Hay dos novedades sombrías en el caso de Orlov.
En primer lugar, se ha adelantado su nuevo juicio. La fiscalía dio a su equipo legal tres días para examinar el expediente del caso, que consta de siete volúmenes. El tribunal denegó la petición de más tiempo de sus abogados.
En segundo lugar, el Ministerio de Justicia ruso ha declarado a Orlov "agente extranjero" por su oposición a la guerra del Kremlin. Esta designación oficial es tóxica. La ley exige que los periodistas y otros comentaristas hagan constar esta condición de "agente extranjero" en cualquier cita de Orlov y en cualquier informe sobre su juicio.
Justo antes de la apertura del juicio de Orlov, como ha señalado Memorial, esta designación de "agente extranjero" "no puede sino influir en el juez".
Orlov, de 70 años, se enfrenta a una pena de hasta tres años de prisión. Parece que el Kremlin está deseando meterlo entre rejas lo antes posible, y antes de que se celebren sus "elecciones" de marzo.