Si algún dios, profeta o santo se presentara en un tribunal y testificara sobre el daño que afirma haber sufrido debido a las palabras de alguna persona, entonces podría -podría- convencerme de que la blasfemia es un delito. Sin embargo, hasta que eso ocurra, consideraré que todas esas acusaciones son falsas.
Sencillamente, no hay " algo" en la blasfemia. No hay víctima, no hay daño, no hay nada. Es un delito fabricado con cero fundamento en la realidad objetiva.
Por desgracia, a pesar de ser absurdamente inventado, el "delito" de blasfemia se utiliza para castigar a personas inocentes en muchas partes del mundo, abarcando numerosos credos diferentes. Las personas pueden recibir multas, penas de prisión e incluso penas de muerte.
Un ejemplo especialmente atroz procede de Indonesia, donde Apollinaris Darmawan, de 74 años, ha pasado más de tres años entre rejas en virtud de la ley de "blasfemia" del país. Su historia demuestra lo absurdas que son estas leyes en todas partes.
Darmawan es un ejecutivo jubilado de una compañía ferroviaria que se convirtió del islam al catolicismo. Escribió un libro y publicó en las redes sociales críticas a los dirigentes musulmanes de Indonesia y a la ley islámica. En agosto de 2020, una turba musulmana irrumpió en su casa de Bandung, Java Occidental, lo arrastró a la calle y lo desnudó.
La policía acudió al rescate de Darmawan, pero luego lo detuvo y lo acusó del "delito" de blasfemia. Se le acusó de difamar el islam e insultar al profeta Mahoma.
En diciembre de 2020, el tribunal de distrito de Bandung condenó a Darmawan a cinco años de prisión y le impuso una multa equivalente a 55.000 dólares estadounidenses. Tampoco es su primera vez: Darmawan también pasó varios años entre rejas por una condena anterior por blasfemia.
Como detalla mi colega y experto en Indonesia Andreas Harsono, su procesamiento y condena violan los derechos de Darmawan a la libertad de expresión y creencia, protegidos por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y otros tratados ratificados por Indonesia.
Y, por supuesto, el problema no es sólo un caso ni sólo un país: el concepto básico de las leyes sobre "blasfemia" es intrínsecamente defectuoso.
El Comité de Derechos Humanos de la ONU, que ofrece interpretaciones autorizadas del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, lo ha dejado claro: "las leyes sobre la blasfemia... son incompatibles con el Pacto".
Dichas leyes no pueden "discriminar a favor o en contra de una o determinadas religiones o sistemas de creencias, o a sus fieles por encima de otros, o a los creyentes religiosos por encima de los no creyentes. Tampoco sería permisible que tales prohibiciones se utilizaran para impedir o castigar las críticas a los líderes religiosos o los comentarios sobre la doctrina religiosa y los principios de la fe."
Sí, algunas personas pueden sentirse ofendidas por lo que alguien dice sobre sus ideas sagradas u objetos sagrados. Lo entiendo, y yo no me esforzaría por insultar las creencias religiosas de nadie. Personalmente, lo consideraría de mala educación.
Pero, como mucho, sólo sería eso: una grosería.
Y si sólo se nos permite decir lo que no ofende a nadie, entonces apenas tendremos libertad de expresión, ¿cierto?