- El gobierno israelí está utilizando la hambruna de civiles como método de guerra en la Franja de Gaza, lo que constituye un crimen de guerra.
- Funcionarios israelíes han hecho declaraciones públicas en las que expresaron su intención de privar a civiles en Gaza de alimentos, agua y combustible, y tales declaraciones se ven reflejadas en las operaciones militares de las fuerzas israelíes.
- El gobierno israelí no debe atacar objetos que son necesarios para la supervivencia de la población civil, y debe levantar el bloqueo de la Franja de Gaza y restablecer el suministro de electricidad y agua.
(Jerusalén) – El gobierno israelí está utilizando la hambruna de civiles como método de guerra en la Franja de Gaza ocupada, lo que constituye un crimen de guerra, señaló hoy Human Rights Watch. Las fuerzas israelíes bloquean de manera deliberada el suministro de agua, alimentos y combustible, al tiempo que obstaculizan de forma intencional la asistencia humanitaria, presuntamente arrasan zonas agrícolas y privan a la población civil de bienes indispensables para la supervivencia.
Desde que combatientes liderados por Hamás atacaron Israel el 7 de octubre de 2023, altos funcionarios israelíes, entre ellos el ministro de Defensa Yoav Gallant, el ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir y el ministro de Energía Israel Katz, han hecho declaraciones públicas en las que expresaron su intención de privar a los civiles en Gaza de alimentos, agua y combustible, y estas declaraciones reflejan una política que implementan las fuerzas israelíes. Otros funcionarios israelíes han declarado públicamente que la ayuda humanitaria dirigida a Gaza estaría condicionada a que se libere a los rehenes retenidos ilegalmente por Hamás o a la destrucción de Hamás.
“Por más de dos meses, Israel ha estado privando a la población de Gaza de alimentos y agua, una política que impulsan o respaldan altos funcionarios israelíes y que refleja la intención de someter a hambruna a la población civil como método de guerra”, señaló Omar Shakir, director para Israel y Palestina de Human Rights Watch. “Los líderes mundiales deberían manifestarse contra este crimen de guerra aberrante, que tiene efectos devastadores en la población de Gaza”.
Human Rights Watch entrevistó a 11 personas palestinas desplazadas en Gaza entre el 24 de noviembre y el 4 de diciembre. Estas personas describieron serias dificultades para cubrir necesidades básicas. “No teníamos comida, electricidad ni internet, nada de nada”, contó un hombre que se había ido del norte de Gaza. “No sabemos cómo es que sobrevivimos”.
En el sur de Gaza, las personas entrevistadas refirieron escasez de agua potable, falta de alimentos que hace que las tiendas estén vacías y que haya largas filas, y precios desorbitados. “Uno está continuamente buscando lo necesario para sobrevivir”, dijo un padre de dos hijos. El 6 de diciembre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas informó que 9 de cada 10 hogares en el norte de Gaza y 2 de cada 3 hogares en el sur de Gaza habían pasado al menos un día y una noche enteros sin alimentos.
El derecho internacional humanitario, o derecho de guerra, prohíbe la hambruna de civiles como método de guerra. El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional establece que hacer padecer hambre a la población civil de manera deliberada “privándola de los objetos indispensables para su supervivencia, incluido el hecho de obstaculizar intencionalmente los suministros de socorro” es un crimen de guerra. Para que se configure delito no se requiere una admisión de la parte agresora, sino que también puede inferirse del conjunto total de circunstancias de la campaña militar.
Además, el bloqueo israelí continuo de Gaza, así como el cierre que lleva más de 16 años, equivale a un castigo colectivo de la población civil, constitutivo de crimen de guerra. Como la potencia ocupante de Gaza conforme al Cuarto Convenio de Ginebra, Israel tiene el deber de garantizar que la población civil reciba alimentos e insumos médicos.
El 17 de noviembre, el PMA advirtió de la “posibilidad inmediata” de muertes por hambre y destacó que los suministros de alimentos y agua eran casi inexistentes. El 3 de diciembre, informó un “alto riesgo de hambruna”, e indicó que el sistema alimentario de Gaza estaba al borde del colapso. Y el 6 de diciembre, declaró que el 48 % de los hogares en el norte de Gaza y el 38 % de las personas desplazadas en el sur de Gaza habían experimentado “niveles graves de hambre”.
El 3 de noviembre, el Consejo Noruego para los Refugiados anunció que Gaza atravesaba “necesidades catastróficas de agua, saneamiento e higiene”. Las instalaciones de aguas residuales y desalinización se cerraron a mediados de octubre debido a la escasez de combustible y electricidad y en gran medida no han funcionado desde entonces, según la Autoridad Palestina del Agua. Incluso antes del 7 de octubre, según indica la ONU, Gaza prácticamente no tenía agua potable.
Antes de las hostilidades en curso, se estimaba que 1,2 millones de los 2,2 millones de personas en Gaza enfrentaban una situación de inseguridad alimentaria aguda, y más del 80 % dependían de la ayuda humanitaria. Israel mantiene el control general sobre Gaza, en particular de la circulación de personas y bienes, las aguas territoriales, el espacio aéreo, la infraestructura de la que depende Gaza y el registro de la población. A causa de esto, la población de Gaza, que Israel ha sometido a un bloqueo ilegal durante 16 años, depende casi totalmente de Israel para el acceso a combustible, electricidad, medicamentos, alimentos y otros productos esenciales.
Después de la imposición de un “bloqueo total” a Gaza el 9 de octubre, las autoridades israelíes reanudaron el suministro de agua en algunas partes del sur de Gaza el 15 de octubre y, a partir del 21 de octubre, permitieron que llegara ayuda humanitaria limitada a través del cruce de Rafah con Egipto. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, indicó el 19 de octubre que Israel no permitiría el ingreso de ayuda humanitaria “en forma de alimentos y medicamentos” a Gaza a través de sus cruces “mientras no devuelvan a nuestros rehenes”.
El gobierno continuó bloqueando la entrada de combustible hasta el 15 de noviembre, a pesar de las advertencias sobre las graves consecuencias de hacerlo, lo que llevó al cierre de panaderías, hospitales, estaciones de bombeo de aguas residuales, plantas desalinizadoras de agua, y pozos. Estas instalaciones, que han quedado inutilizables, son indispensables para la supervivencia de la población civil. Aunque posteriormente se permitió el ingreso de cantidades limitadas de combustible, el 4 de diciembre, la coordinadora humanitaria de la ONU para el Territorio Palestino Ocupado, Lynn Hastings, calificó esto como “totalmente insuficiente”. El 6 de diciembre, el gabinete de guerra de Israel aprobó un aumento “mínimo” en el abastecimiento de combustible al sur de Gaza.
El 1 de diciembre, inmediatamente después del alto el fuego de siete días, el ejército israelí reanudó el bombardeo de Gaza y amplió su ofensiva terrestre, y afirmó que sus operaciones militares en el sur “no tendrían menos fuerza” que en el norte. Mientras que funcionarios de Estados Unidos dijeron haber instado a Israel a permitir que el combustible y la ayuda humanitaria entraran en Gaza en los mismos niveles observados durante el alto el fuego, el coordinador de actividades gubernamentales del Ministerio de Defensa en los territorios dijo el 1 de diciembre que se suspendía toda entrada de ayuda. La provisión limitada de ayuda se reanudó el 2 de diciembre, pero aún en niveles muy insuficientes, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
Junto con el bloqueo aplastante, los vastos ataques aéreos del ejército israelí en la franja han causado destrucción o daños generalizados a objetos necesarios para la supervivencia de la población civil.
Expertos de la ONU señalaron el 16 de noviembre que el daño significativo “amenaza con hacer imposible la continuidad de la vida palestina en Gaza”. En particular, conforme destacó la OCHA, a raíz del bombardeo ejecutado el 15 de noviembre por las fuerzas israelíes del último molino de trigo que funcionaba en Gaza, en el futuro próximo no habrá harina de producción local en Gaza. Además, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) indicó que la destrucción de las redes de caminos había dificultado que las organizaciones humanitarias pudieran prestar ayuda a quienes la necesitan.
“Se han destruido panaderías y molinos, al igual que instalaciones agrícolas, hídricas y sanitarias”, expresó Scott Paul, asesor sénior de política humanitaria de Oxfam America a Associated Press el 23 de noviembre.
Las acciones militares de Israel en Gaza también han tenido un impacto devastador para el sector agrícola de Gaza. El bombardeo constante, sumado a la escasez de combustible y agua, así como el desplazamiento de más de 1,6 millones de personas al sur de Gaza, ha hecho que la actividad agrícola sea casi imposible, según Oxfam. En un informe del 28 de noviembre, la OCHA señaló que el ganado en el norte está al borde de la inanición por la escasez de forraje y agua, y debido a que los cultivos están cada vez más abandonados y dañados por la falta de combustible para bombear el agua de riego. Los problemas existentes, como la escasez de agua y el acceso restringido a tierras agrícolas cercanas al vallado fronterizo, han agravado las dificultades que enfrentan los agricultores locales, muchos de los cuales están desplazados. El 28 de noviembre, la Oficina Central de Estadísticas de Palestina indicó que Gaza está sufriendo una pérdida diaria de al menos USD 1,6 millones en producción agrícola.
El 28 de noviembre, el Sector de la Seguridad Alimentaria de Palestina, dirigido por el PMA y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), informó que más de un tercio de las tierras agrícolas en el norte habían sufrido daños durante las hostilidades. Imágenes satelitales examinadas por Human Rights Watch sugieren que desde el inicio de la ofensiva terrestre del ejército israelí el 27 de octubre, se han arrasado tierras agrícolas, incluidos huertos, invernaderos y tierras de cultivo en el norte de Gaza, presuntamente por la acción de fuerzas israelíes.
El gobierno israelí debe abandonar de inmediato el uso de la hambruna de civiles como método de guerra, apuntó Human Rights Watch. Debe respetar la prohibición de ataques contra los objetos necesarios para la supervivencia de la población civil y levantar el bloqueo de la Franja de Gaza. El gobierno debe restablecer el acceso al agua y la electricidad, y permitir que lleguen a Gaza los alimentos, la ayuda médica y el combustible que se necesitan con urgencia, incluido a través de su cruce en Kerem Shalom.
Los gobiernos consternados por la situación deben exhortar a Israel a poner fin a estos abusos. Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Alemania y otros países también deberían suspender la asistencia militar y la venta de armas a Israel mientras sus fuerzas sigan cometiendo con impunidad abusos generalizados y graves que constituyen crímenes de guerra contra civiles.
“El gobierno israelí está potenciando el castigo colectivo a civiles palestinos y el bloqueo de la ayuda humanitaria mediante el uso cruel de la hambruna como arma de guerra”, expresó Shakir. “La profundización de la catástrofe humanitaria en Gaza exige una respuesta urgente y eficaz por parte de la comunidad internacional”.
Antecedentes
Los ataques dirigidos por Hamás en el sur de Israel el día 7 de octubre causaron la muerte de al menos 1.200 israelíes y ciudadanos extranjeros, y más de 200 personas fueron tomadas como rehenes, actos que equivalen a crímenes de guerra. El posterior bombardeo y la ofensiva terrestre por parte de Israel provocaron la muerte de más de 18.700 palestinos, incluidos más de 7.700 niños y niñas, según indican autoridades de Gaza.
La OCHA informó que, al 10 de diciembre, el bombardeo militar israelí de la Franja de Gaza había destruido más de la mitad de la infraestructura civil en Gaza, incluidas más de 50.000 unidades de vivienda, según lo indicado por el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda de Gaza, así como hospitales, escuelas, mezquitas, panaderías, tuberías de agua, alcantarillado y redes de electricidad. Tan solo el 4 y el 5 de noviembre, según la OCHA, siete instalaciones de abastecimiento de agua en la Franja de Gaza fueron afectadas de manera directa y sufrieron daños importantes, incluidos reservorios de agua en la ciudad de Gaza, el campamento de refugiados de Jabalia y Rafah.
Los ataques reiterados y presuntamente ilegales por parte del ejército israelí contra centros de salud, personal y transporte están destruyendo todavía más el sector de atención de la salud de Gaza, lo que afecta la posibilidad de la población de acceder a tratamientos vitales, incluso para prevenir enfermedades, emaciación y muertes relacionadas con la desnutrición, que exacerban las ramificaciones terribles de la inanición. “Si no somos capaces de rearmar este sistema de salud, vamos a ver más personas que mueren por enfermedades que por los bombardeos”, advirtió Margaret Harris, portavoz de la Organización Mundial de la Salud, el 28 de noviembre.
Consecuencias humanitarias
El 13 de octubre, las autoridades israelíes emitieron el requerimiento de que más de un millón de personas evacuaran el norte de Gaza en un plazo de 24 horas, lo que representó una orden imposible de cumplir. Desde entonces, y con el agravamiento progresivo de las condiciones en el norte, cientos de miles de personas han sido desplazadas a las gobernaciones de Rafah y Jan Yunis en el sur, donde cada vez es más difícil obtener medios para sobrevivir. Conforme al derecho internacional humanitario, las evacuaciones deben llevarse a cabo en condiciones que aseguren que las personas desplazadas tengan acceso a la ayuda humanitaria sin obstáculos, incluidos alimentos y trabajo suficientes; de lo contrario, pueden constituir desplazamientos forzados. Las evacuaciones que podrían aumentar la probabilidad de hambruna están prohibidas.
Las consecuencias humanitarias de las acciones militares de Israel en Gaza han sido severas. En las primeras ocho semanas de hostilidades, el norte de Gaza fue el foco de la intensa ofensiva aérea y, posteriormente, terrestre que desplegó el ejército israelí. A excepción del alto al fuego de siete días que comenzó el 24 de noviembre, durante el cual los convoyes de la ONU llevaron cantidades limitadas de harina y galletas de alto contenido energético, el acceso de la ayuda al norte se había interrumpido en gran medida. Entre el 7 de noviembre y, al menos, el 15 de noviembre, ninguna de las panaderías del norte estuvo funcionando por la falta de combustible, agua, harina de trigo y por daños estructurales, según la OCHA.
El PMA indicó que existe un riesgo grave de hambruna e inanición en Gaza. Funcionarios de la ONU han señalado que 1,9 millones de personas, más del 85 % de la población de Gaza, están en situación de desplazamiento interno, y agregaron que las condiciones podrían tornarse “incluso más infernales” en la zona sur cada vez más reducida de la Franja de Gaza.
Martin Griffiths, responsable de asuntos humanitarios de la ONU, declaró el 5 de diciembre que la campaña militar israelí en el sur de Gaza había generado condiciones “apocalípticas”, y que esto hacía imposible llevar a cabo operaciones humanitarias significativas.
Al 6 de diciembre, la única planta de desalinización de agua en el norte de Gaza no estaba funcionando y la tubería que abastecía de agua al norte desde Israel permanecía cerrada, lo cual incrementaba el riesgo de deshidratación y enfermedades transmitidas por el agua derivadas del consumo de agua de fuentes inseguras. Los hospitales se han visto particularmente afectados, y al 14 de diciembre apenas uno de los 24 hospitales en el norte de Gaza está en funcionamiento y tiene capacidad para admitir nuevos pacientes, aunque los servicios son limitados.
En toda Gaza, la crisis humanitaria se profundizó con un apagón de electricidad persistente desde el 11 de octubre, así como varios cortes de comunicaciones que privaron a las personas del acceso a información confiable sobre seguridad y a servicios médicos de emergencia, y que obstaculizaron gravemente las operaciones humanitarias. La OCHA señaló el 18 de noviembre que el corte de las telecomunicaciones entre el 16 y el 18 de noviembre, el cuarto de este tipo desde el 7 de octubre, “suspendió casi por completo la ya difícil provisión de asistencia humanitaria, incluida la asistencia vital a personas heridas o atrapadas bajo los escombros como resultado de los ataques aéreos y enfrentamientos”. Otra interrupción de las telecomunicaciones tuvo lugar el 14 de diciembre.
Desde el comienzo de la ofensiva terrestre del ejército israelí el 27 de octubre, las imágenes satelitales analizadas por Human Rights Watch indican que huertos, invernaderos y tierras de cultivo en el norte de Gaza han sido arrasados, presuntamente por fuerzas israelíes, lo cual acentúa el temor de inseguridad alimentaria grave y pérdida de medios de subsistencia. Las imágenes satelitales indican que la destrucción de tierras agrícolas continuó en el norte de Gaza durante el alto el fuego de siete días, que comenzó el 24 de noviembre y terminó el 1 de diciembre, cuando el ejército israelí tenía control directo de la zona.
Si bien durante el alto el fuego de siete días que terminó el 1 de diciembre, el gobierno israelí permitió el ingreso a la Franja de Gaza de un flujo constante y levemente mayor de ayuda humanitaria, incluido gas para cocinar por primera vez desde el 7 de octubre, obstaculizó deliberadamente el ingreso de suministros de socorro en la escala necesaria durante más de un mes previo, al tiempo que impuso un asedio que afectó a toda la población civil. Esto contribuyó a una situación humanitaria catastrófica con consecuencias de amplio alcance y más del 80 % de la población internamente desplazada. Muchas de estas personas se han resguardado en condiciones de hacinamiento, insalubres y antihigiénicas en refugios de la ONU en el sur. La ayuda que entró durante el alto el fuego “es casi imperceptible ante las enormes necesidades de 1,7 millones de personas desplazadas”, expresó el 27 de noviembre el portavoz de la ONU, Stephane Dujarric.
Unos 200 camiones, incluidos cuatro camiones cisterna que transportan hasta 130.000 litros de combustible y cuatro camiones cisterna de gas de cocina, entraron en Gaza todos los días durante el alto el fuego. En comparación, un promedio de 500 camiones con alimentos y bienes entraban por día a Gaza antes del conflicto, y en Gaza se necesitan 600.000 litros de combustible por día solo para operar las plantas de agua y desalinización. Al reanudarse el bombardeo y con el avance de las fuerzas israelíes hacia el sur, el acceso de la ayuda volvió a obstaculizarse gravemente. El 5 de diciembre, por tercer día consecutivo, la OCHA informó que solo la gobernación de Rafah en Gaza recibía distribuciones limitadas de ayuda. En la gobernación adyacente de Jan Yunis, indicó que la distribución de la ayuda se suspendió en gran medida debido a la intensidad de las hostilidades.
Relatos de civiles en Gaza
Human Rights Watch habló con 11 civiles que se fueron del norte de Gaza hacia el contexto de seguridad percibida del sur debido a bombardeos intensos, temor a ataques aéreos inminentes o porque Israel les ordenó evacuar el lugar donde estaban. Varios dijeron que fueron desplazados repetidas veces hasta que llegaron al sur, y que tuvieron dificultades para encontrar albergue adecuado y seguridad a lo largo del trayecto. En el sur, se encontraron con refugios hacinados, mercados vacíos y precios exorbitantes, como así también largas filas para acceder a suministros limitados de pan y agua potable. A fin de proteger su identidad, Human Rights Watch utiliza seudónimos para todos los entrevistados.
“Tengo que caminar tres kilómetros para conseguir un galón [de agua]”, contó Marwan, de 30 años, quien huyó al sur con su esposa embarazada y dos hijos el 9 de noviembre. “Y no hay comida. Si logramos encontrar comida, son alimentos enlatados. No todos estamos comiendo bien”.
“No tenemos suficiente de nada”, dijo Hana, de 36 años, quien huyó de su casa en el norte a Jan Yunis en el sur junto con su padre, la esposa de este y su hermano el 11 de octubre. Dijo que en el sur no siempre tienen acceso a agua limpia, y que esto los obliga a beber agua salada no potable.
Contó que bañarse se ha convertido en un lujo debido a la falta de medios para calentar el agua, lo que requiere que busquen leña. Contó que, en situaciones extremas, incluso queman ropa vieja para cocinar. Hacer pan también implica desafíos, debido a la escasez de ingredientes que no pueden costear. “Hacemos un pan malo porque no tenemos todos los ingredientes y no podemos pagarlo”, dijo.
Majed, de 34 años, que huyó al sur con su esposa y cuatro hijos sobrevivientes el 10 de noviembre o alrededor de esa fecha, dijo que si bien la situación en el sur era grave, no podía compararse con lo que él y su familia tuvieron que soportar mientras estaban en el norte. Habían estado en una zona próxima al hospital Al-Shifa en la ciudad de Gaza durante algo más de un mes después de que, el 13 de octubre, su casa fuera alcanzada por los bombardeos y el hijo de 6 años de Majed falleciera como resultado.
“En esos 33 días no tuvimos pan porque no había harina”, dijo. “No había agua, teníamos que comprar el agua, a veces pagando [USD] 10 el vaso. No siempre era potable. A veces, [el agua que bebíamos] era del baño y a veces del mar. Los mercados de la zona estaban vacíos. Ni siquiera había comida enlatada”.
Taher, de 32 años, que huyó al sur con su familia el 11 de noviembre, describió condiciones similares en la ciudad de Gaza durante las primeras semanas de noviembre. “Faltaba de todo en la ciudad, no había comida ni agua”, dijo. “Si encontrabas comida enlatada, los precios eran altísimos. Tomamos la decisión de comer solo una vez al día para sobrevivir. Nos estábamos quedando sin dinero. Decidimos tener solo lo indispensable, tener menos de todo”.
Normas internacionales y evidencias de acción deliberada
La inanición de civiles como método de guerra se encuentra prohibida por el artículo 54(1) del Primer Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra (Protocolo I) y el artículo 14 del Segundo Protocolo Adicional (Protocolo II). Aunque Israel no es parte de los Protocolos I ni II, se reconoce que la prohibición refleja el derecho internacional humanitario consuetudinario en los conflictos armados internacionales y no internacionales. Las partes en un conflicto no pueden “provocar [la inanición] de manera deliberada” ni causar intencionalmente que “la población pase hambre, en particular privándola de sus fuentes de alimentos o insumos”.
También se prohíbe que las partes enfrentadas ataquen objetos indispensables para la supervivencia de la población civil, como alimentos e insumos médicos, zonas agrícolas e instalaciones de agua potable. Están obligadas a facilitar asistencia humanitaria rápida y sin obstáculos a todos los civiles que la necesiten, y a no bloquear deliberadamente la ayuda humanitaria ni restringir la libertad de circulación del personal de socorro humanitario. En cada una de las cuatro guerras anteriores que tuvo en Gaza desde 2008, Israel mantuvo el flujo de agua potable y electricidad hacia Gaza y abrió los cruces israelíes para la provisión de asistencia humanitaria.
Las pruebas de la intención de utilizar deliberadamente la inanición como método de guerra pueden demostrarse con las declaraciones públicas de funcionarios involucrados en operaciones militares. Cabe esperar que los siguientes funcionarios israelíes de alto rango desempeñen un papel importante en la determinación de la política relativa a permitir o bloquear el acceso a alimentos y otras necesidades a la población civil.
El 9 de octubre, el ministro de Defensa Yoav Gallant dijo: “Estamos imponiendo un asedio completo a [Gaza]. Sin electricidad, sin comida, sin agua, sin combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales y debemos actuar en consecuencia”.
El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, expresó en un tuit el 17 de octubre: “Mientras Hamás no libere a los rehenes, lo único que debería entrar en Gaza son cientos de toneladas de explosivos de la fuerza aérea, ni un ápice de ayuda humanitaria”.
El ministro de Energía, Israel Kantz, quien informó que ordenó los cortes de electricidad y agua, dijo el 11 de octubre:
“Durante años, hemos dado electricidad, agua y combustible a Gaza. En lugar de agradecernos, enviaron a miles de animales a masacrar, asesinar, violar y secuestrar bebés, mujeres y personas mayores. Por eso hemos decidido cortar el suministro de agua, electricidad y combustible, y ahora, la central eléctrica local ha colapsado y no hay electricidad en Gaza. Seguiremos manteniendo un asedio riguroso hasta que la amenaza de Hamás sea erradicada de Israel y del mundo. Lo que ya ha acontecido no volverá a acontecer”.
Kantz manifestó el 12 de octubre:
“¿Ayuda humanitaria a Gaza? No se encenderá un interruptor, ni se abrirá una válvula, ni entrará un camión de combustible hasta que los rehenes israelíes regresen a casa. Lo humanitario para quienes son humanitarios. Que nadie nos venga a hablar de moralidad”.
Dijo el 16 de octubre:
“Apoyé el acuerdo entre el primer ministro Netanyahu y el presidente Biden para suministrar agua al sur de la Franja de Gaza porque era congruente con los intereses israelíes. Me opongo absolutamente a levantar el bloqueo y permitir que entren mercancías a Gaza por razones humanitarias. Nuestro compromiso es con las familias de las personas asesinadas y con los rehenes secuestrados, no con los homicidas de Hamás y las personas que los ayudaron”.
El 4 de noviembre, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró que no debe entrar ningún tipo de combustible en Gaza “bajo ninguna circunstancia”. Más tarde calificó de “grave error” la decisión del gabinete de guerra de Israel de permitir que ingresen pequeñas cantidades a la franja y lo instó a “terminar este escándalo de inmediato e impedir que el combustible ingrese en la Franja”, según informó el Jerusalem Post.
En un video publicado en línea el 4 de noviembre, el coronel Yogev Bar-Shesht, subdirector de la Administración Civil, dijo en una entrevista desde Gaza: “Quien regrese aquí, si lo hace solo encontrará tierra quemada. No hay casas, no hay agricultura, no hay nada. No tienen futuro”.
El 24 de noviembre, en una entrevista televisada con la CNN, Mark Regev, asesor principal del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, señaló que Israel estaba privando a Gaza de combustible desde el 7 de octubre para fortalecer la posición de Israel en la negociación con Hamás sobre la liberación de rehenes. “Si lo hubiéramos hecho [permitir el ingreso de combustible]… nunca habríamos sacado a los rehenes”, dijo.
El 1 de diciembre, el coordinador de actividades gubernamentales del Ministerio de Defensa en los territorios, el general de división Ghassan Alian, dijo que la entrada de combustible y ayuda a Gaza se suspendió después de que Hamás violara las condiciones del acuerdo de alto el fuego. Su institución confirmó su declaración en respuesta a una consulta del Times of Israel, e indicó: “Después de que la organización terrorista Hamás violara el acuerdo y, además, abriera fuego contra Israel, se suspendió el ingreso de ayuda humanitaria de la manera estipulada en el acuerdo”.
Desde el 7 de octubre, otros funcionarios han pedido el ingreso limitado de ayuda humanitaria a Gaza, al señalar que hacerlo sirve a los objetivos militares de Israel.
El 5 de diciembre, el primer ministro Netanyahu respondió a una pregunta sobre la posibilidad de que Israel pierda influencia contra Hamás si permite el ingreso de más ayuda humanitaria a Gaza, y expresó al respecto: “Los esfuerzos bélicos son apoyados por el esfuerzo humanitario… esto se debe a que observamos el derecho de guerra porque sabemos que si hubiera un colapso —enfermedades, pandemias e infecciones de aguas subterráneas— se detendrían los combates”.
El ministro de Defensa Gallant señaló: “Estamos obligados a permitir el mínimo de ayuda humanitaria para que la presión militar continúe”.
Tzachi Hanegbi, asesor en seguridad nacional de Israel, declaró en una conferencia de prensa el 17 de noviembre: “Si hay una epidemia, los combates se suspenderán. Si hay una crisis humanitaria y clamor internacional, no podremos continuar los combates en esas condiciones”.
El 18 de octubre, la Oficina del Primer Ministro anunció que Israel no impediría que la ayuda humanitaria entrara en Gaza desde Egipto, tras la presión de Estados Unidos y otros aliados internacionales:
“Ante la petición del presidente Biden, Israel no frustrará el ingreso de insumos humanitarios desde Egipto siempre y cuando sean solo alimentos, agua y medicamentos para la población civil en el sur de la Franja de Gaza”.
Destrucción de productos agrícolas e impactos en la producción de alimentos
Durante las operaciones terrestres en el norte de Gaza, las fuerzas israelíes habrían destruido productos agrícolas, lo cual agrava la escasez de alimentos con efectos a largo plazo. Esto ha incluido la destrucción de huertos, campos e invernaderos.
El ejército israelí indicó que llevó a cabo operaciones militares en el área de Beit Hanoun, incluso en una zona agrícola no revelada en Beit Hanoun, con el fin de despejar túneles y otros objetivos militares.
Los campos y huertos al norte de Beit Hanun, por ejemplo, resultaron dañados por primera vez durante las hostilidades después de las operaciones terrestres de Israel a finales de octubre. Se utilizaron topadoras para abrir nuevos caminos para los vehículos militares israelíes.
Desde mediados de noviembre, después de que las fuerzas israelíes tomaron el control de la misma zona en el noreste de Gaza, las imágenes satelitales muestran que huertos, campos e invernaderos han sido arrasados de manera sistemática, dejando solo arena y tierra. El 8 de diciembre, Human Rights Watch se puso en contacto con las Fuerzas de Defensa de Israel para que formularan comentarios, pero no ha recibido respuesta.
Los agricultores de esta zona plantaron cultivos como cítricos, papas, pitaya e higo chumbo, que contribuyen a los medios de vida de los palestinos en Gaza. Otros cultivos incluyen tomates, repollo y fresas. Algunas parcelas fueron arrasadas en un día. Los árboles cítricos, así como los cactus que producen pitaya, requieren años de cuidado hasta que maduran y pueden producir frutos.
En imágenes satelitales de alta resolución se observa que se utilizaron topadoras para destruir campos y huertos. Las huellas son visibles, así como los montículos de tierra en los extremos de lo que eran las parcelas.
Ya sea por la destrucción deliberada, los daños causados por las hostilidades o la imposibilidad de regar o trabajar la tierra, las tierras de cultivo en el norte de Gaza se han reducido drásticamente desde el comienzo de las operaciones terrestres israelíes.
También se han visto afectadas granjas y agricultores del sur de Gaza. Action Against Hunger concluyó que de los 113 agricultores del sur de Gaza encuestados entre el 19 y el 31 de octubre, el 60 % informó que sus bienes y/o cultivos habían sido dañados, el 42 % indicó que no tenía acceso al agua para regar sus fincas, y el 43 % manifestó que no podía cosechar sus cultivos.