La situación en Gaza es espantosa.
El gobierno israelí lo ha descrito como un "asedio total", cortando el suministro a Gaza de electricidad, combustible, agua y alimentos. La única central eléctrica ha cerrado por falta de combustible. Y todo esto se suma a unas condiciones que ya eran terribles tras 16 años de aplastantes restricciones israelíes en la prisión al aire libre para 2,2 millones de personas conocida como Gaza.
Además, están los bombardeos.
Las autoridades israelíes pueden afirmar que sus ataques aéreos están dirigidos con precisión, como si el uso de explosivos de gran potencia en zonas densamente pobladas pudiera serlo.
La realidad es que, debido a los bombardeos aéreos indiscriminados de Israel, los hospitales se están quedando sin espacio y ya no son refugios seguros. La Organización Mundial de la Salud ha documentado 22 ataques que han afectado a instalaciones sanitarias y ambulancias en Gaza desde el 7 de octubre. Los ataques aéreos israelíes también han dañado campos de refugiados, escuelas y recintos de la ONU en los últimos días.
Por supuesto, hay un contexto más amplio -no sólo el de largo plazo de más de 16 años de restricciones extremas sobre Gaza y los crímenes contra la humanidad de apartheid y persecución de Israel en los territorios ocupados-, sino también el inmediato: Los viles atentados de Hamás.
Los atacantes dirigidos por Hamás mataron a personas en sus casas, masacraron a asistentes a una fiesta en un festival de música y secuestraron a niños, ancianos y otras personas. Disparar deliberadamente contra civiles y tomarlos como rehenes son crímenes de guerra.
Sin embargo, lo que el gobierno israelí está haciendo ahora es responder a los crímenes de guerra con crímenes de guerra.
El ministro israelí de Energía e Infraestructuras ha dejado claro que los recientes ataques de Hamás son "la razón por la que hemos decidido detener el flujo de agua, electricidad y combustible". Es un castigo colectivo, y estas tácticas son crímenes de guerra, como lo es utilizar el hambre como arma de guerra.
Dicho de otro modo: Hamás atacó a personas inocentes, e Israel está atacando a personas inocentes en respuesta.
Para empeorar las cosas, en respuesta al desenfreno de Hamás, algunos gobiernos europeos han suspendido (o sometido a una nueva revisión) los programas de ayuda al desarrollo en Palestina. Esto incluye cosas como la financiación de la ONU, la Autoridad Palestina en Cisjordania y las organizaciones de la sociedad civil. Al parecer, Israel también ha amenazado con bloquear la entrada de ayuda humanitaria a través de Egipto.
¿Piensan todos ellos seriamente que suspender la ayuda castigará a los atacantes del 7 de octubre? Hamás lleva mucho tiempo siendo designada como organización terrorista por muchos países y, de todos modos, hace tiempo que no puede recibir su ayuda. Con la congelación de la ayuda se corre el riesgo de castigar aún más a la población civil palestina, que ya se enfrenta a una represión y una violencia sin precedentes.
Sin agua. Sin combustible. Sin electricidad. Sin asistencia. Sin escapatoria de los bombardeos.
Eso deja a millones de personas sin esperanza.