Antes de ser demolido a finales de octubre, el inmenso campamento de migrantes en Calais se había convertido en un símbolo de la vergüenza de Europa, un recordatorio visible del fracaso de la Unión Europea para encontrar un enfoque humano, justo y coordinado a la migración.
Sin embargo, Francia, el Reino Unido y la Unión Europea (UE) todavía no han abordado las deficiencias sistemáticas en el marco europeo de asilo y las formas divergentes en que cada país lo aplica, incluso con respecto a los niños no acompañados. Puede que haya desaparecido el símbolo, pero la vergüenza permanece.
El momento y la manera en que se desmanteló el campamento de Calais parecen haber sido impulsados en gran medida por el deseo de Francia de presionar a Gran Bretaña para que acogiera, en el corto plazo, al mayor número posible de niños no acompañados. Según las normas de la UE, el Reino Unido debe asumir la responsabilidad de reunir a los niños no acompañados con parientes cercanos que se encuentran legalmente en ese país, siempre y cuando la transferencia sea en beneficio del niño.
Los funcionarios británicos sabían desde hace meses que hasta 400 niños no acompañados en el campamento cumplían las condiciones para ser trasladados, por lo que es inconcebible que los dejaran languidecer en el asentamiento durante tanto tiempo.
En la semana anterior a la clausura del campamento, el Reino Unido aceptó bajo estas regulaciones la transferencia de unos 240 niños. El Reino Unido también acogió a unos 50 niños que carecen de vínculos familiares en Gran Bretaña, utilizando por primera vez la denominada enmienda Dubs, una disposición humanitaria de su ley de inmigración adoptada en mayo, inspirada en el Kindertransportde la Segunda Guerra Mundial. Londres ha señalado que están preparados para acoger a varios cientos más, como deberían, en particular facilitando la admisión del máximo número posible de casos Dubs.
Lo mismo ocurre con otros países donde los niños no acompañados tienen parientes que cumplen los requisitos de la enmienda. Cuando estuve en el campamento de Calais en los días previos a su cierre, hablé con niños que tenían familiares en Alemania y Suecia, por ejemplo. Las autoridades de protección infantil en estos y otros países deberían trabajar con sus homólogos franceses para evaluar las potenciales transferencias en esos casos.
Sin embargo, es probable que la mayoría de los niños no acompañados de Calais permanezcan en Francia. Actualmente se encuentran en nuevos centros de niños migrantes creados apresuradamente en toda Francia en las semanas previas al cierre del campamento de Calais. No se sabe mucho acerca de estos centros.
Las autoridades francesas deberían velar por que todos los niños no acompañados reciban atención y protección adecuadas. Eso significa más que comida, refugio y ropa. Estos niños necesitarán acceso a la educación, incluyendo ayuda con el idioma y la adaptación a su grado académico, así como tutores legales.
El acceso efectivo a tutores legales para ayudarles a tomar importantes decisiones vitales y a abordar los procedimientos de asilo es esencial si Francia quiere evitar que los niños desaparezcan del sistema, busquen sus propias soluciones por frustración y se expongan al peligro en el proceso.
Los adultos tampoco salen mejor parados bajo las políticas actuales de Francia. Sus solicitudes de asilo pueden tardar 16 meses o más en resolverse y durante los primeros nueve meses no se les permite trabajar. Y muchos adultos solicitantes de asilo en Calais dijeron a Human Rights Watch en 2015 que la incapacidad de las autoridades francesas para proporcionar vivienda era un factor importante en sus decisiones de no buscar protección en Francia.
Parte del problema deriva del Reglamento de Dublín de la UE, que establece que la mayoría de las personas deben solicitar asilo en el primer país de la UE en el que ingresan. El Reino Unido se basó en esta norma para negar toda responsabilidad por los solicitantes de asilo adultos en Calais.
Francia ha decidido no aplicar esta regla a los adultos que voluntariamente se trasladaron del campamento de migrantes de Calais, pero las autoridades han señalado que, en el futuro, tienen la intención de devolver a los migrantes adultos al primer país de la UE en el que entraron.
El marco europeo de asilo es injusto en varios aspectos. Implica dificultades significativas para los solicitantes de asilo que pueden verse atrapados en el primer país de la UE en el que ingresan, aunque tengan vínculos comunitarios o familiares en otras partes de Europa. Además, supone una carga desproporcionada para algunos Estados de la UE, como Grecia, que a menudo son los que tienen menos capacidad para recibir y procesar a los solicitantes de asilo, al tiempo que permiten a otros como la República Checa evitar en gran medida la responsabilidad. El Reglamento de Dublín debería sustituirse por maneras de compartir equitativamente la responsabilidad entre los miembros de la UE.
Sin una reforma significativa de las normas de asilo de la UE, Francia podría encontrarse llevando a cabo repetidos ejercicios de liquidación en la misma línea que Calais el mes pasado o el campamento Stalingrad, en París, hace unos días. Un nuevo centro de acogida para inmigrantes en París puede reducir el número de campamentos improvisados, pero su cupo de 400 está muy por debajo de los 3.800 inmigrantes que acaban de ser expulsados de Stalingrad y de otras partes del noreste de París.
Implementar cambios en toda la UE llevará tiempo y las discusiones en curso están lejos de ser prometedoras. Pero un buen comienzo sería que Francia y el Reino Unido se aseguren de que todos los migrantes tengan información y acceso real a procedimientos de asilo justos y eficientes, que las condiciones de acogida sean adecuadas mientras las solicitudes de asilo estén pendientes, y que los niños no acompañados reciban la protección que necesitan desesperadamente.