(Washington, 9 de noviembre de 2016) – El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, debería abandonar la retórica utilizada en su campaña, que parecía rechazar muchas de las obligaciones fundamentales de Estados Unidos en materia de derechos humanos, y poner los derechos en el centro de la agenda de política doméstica y exterior de su gobierno, señaló hoy Human Rights Watch. Los resultados oficiales dieron a Trump los votos necesarios en el colegio electoral para consagrarse ganador.
“Ahora que ha asegurado su victoria, el presidente electo Trump debería dejar las provocaciones y la retórica de odio para gobernar con respeto para todas las personas que viven en Estados Unidos”, manifestó Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. “Trump llegó a la Casa Blanca con una campaña caracterizada por la misoginia, el racismo y la xenofobia, pero esa no es una forma exitosa de gobernar. El presidente electo Trump debe comprometerse a gobernar de una manera que respete y promueva los derechos humanos de todas las personas”.
La campaña presidencial de EE. UU. estuvo dominada por una serie de polémicas declaraciones y propuestas de políticas por parte de Trump. Al anunciar su intención de postularse para la presidencia en junio de 2015, Trump manifestó: “Cuando México envía personas, no envía a las mejores... Envía a personas que tienen muchísimos problemas y que nos traen esos problemas a nosotros. Traen drogas. Traen delincuencia. Son violadores. Y supongo que habrá algunos que son buenas personas”. Trump también propuso prohibir el ingreso de personas musulmanas a EE. UU.
El presidente electo heredará enormes desafíos de derechos humanos en los planos global y el doméstico cuando asuma su cargo en enero de 2017. Entre estos desafíos se incluyen cómo abordar el papel de Estados Unidos en conflictos armados donde numerosas personas pierden la vida de forma rutinaria, ya sea en Siria, Irak, Afganistán o Yemen. En Yemen, Estados Unidos ha pasado a ser parte de un conflicto armado en el cual su aliado, Arabia Saudita, ha cometido actos indiscriminados y devastadores de violencia contra la población civil del país.
Trump tiene la oportunidad de dejar atrás su a menudo aberrante retórica y posicionar los derechos humanos como eje central de sus políticas nacionales e internacionales. Trump debería reconocer que la credibilidad del gobierno de EE. UU. en la promoción de los derechos humanos y el estado de derecho no podrá ser plena a menos que el propio gobierno estadounidense mejore su desempeño respecto de cuestiones como los derechos de mujeres y niños, la justicia penal, Guantánamo, ataques con drones fuera de las zonas de guerra convencionales y la justicia para casos de tortura.
“Es difícil exigir que otros países respeten los derechos humanos cuando tu propio gobierno transgrede esos derechos a menudo”, señaló Roth. “A nivel doméstico, por ejemplo, el presidente electo Trump debería abordar una reforma de justicia penal e inmigratoria, y trabajar especialmente para resolver el racismo sistemático que existe en el país”.
A nivel internacional, Trump debería enfocarse particularmente en las progresivas restricciones, a nivel global, sobre la sociedad civil y la libertad de expresión; por ejemplo, en Rusia, China, Egipto, Etiopía y Bangladesh. Su gobierno también debería adoptar nuevos enfoques para lidiar con gobiernos totalitarios, como el de Corea del Norte, y presionar para que cese la represión creciente en países cuyos gobiernos cada vez consolidan más su poder, como Turquía.
El presidente electo también debería intentar fortalecer las normas sobre control de armas, trabajando junto con otros países para establecer una prohibición legal a los sistemas de armas completamente autónomas (“robots de combate”). También debería tomar otras medidas para que Estados Unidos deje de usar minas terrestres y municiones en racimo, y suscriba los tratados internacionales que restringen su uso.
Además de los comicios federales, el 8 de noviembre se presentaron a los votantes varias propuestas importantes; por ejemplo, los californianos votaron sobre la derogación de la pena de muerte en ese estado; y los habitantes de Nebraska sobre si se debe restablecer la pena capital tras su abolición por la legislatura local. En varios estados, también se votó la cuestión sobre si se debe legalizar el uso de marihuana para consumo personal.