(Nairobi) - La Policía y el Ejército de Kenia deben dejar de usar las redadas en masa y las palizas ilegales como sustitutos de un trabajo de investigación policial adecuado, dijo Human Rights Watch hoy. Los ataques de presuntos simpatizantes de Al-Shabaab tanto en objetivos militares como civiles dentro de Kenia no justifican la violación de los derechos de los civiles.
Cinco personas murieron y al menos 30 resultaron heridas en la noche del 24 de noviembre, cuando se lanzaron granadas contra las multitudes en dos incidentes en Garissa, en la provincia noreste de Kenia. En otro incidente, un soldado keniano murió y al menos diez resultaron heridos cuando un camión militar chocó el mismo día contra un artefacto explosivo improvisado (AEI) en la ciudad fronteriza de Mandera. El ataque se cree que fue el trabajo de simpatizantes de al-Shabaab basados en Kenia, aunque nadie ha aceptado responsabilidad por este ataque.
"Los ataques en Garissa son impactantes", dijo Daniel Bekele, director para África de Human Rights Watch. "Pero no justifican detener a quien por cualquier razón se encontraba en el lugar".
En respuesta a los ataques, miembros de la Policía y el Ejército de Kenia detuvieron a alrededor de 300 personas en Garissa, y a aproximadamente otras 300 en Mandera. Testigos dijeron a Human Rights Watch que los agentes de seguridad detuvieron arbitrariamente a los transeúntes en la escena de la explosión del AEI en Mandera, que tuvo lugar cerca del centro de la ciudad. Las fuerzas de seguridad detuvieron a centenares, entre los que se encontraban niños, y golpearon a docenas.
Un testigo dijo a Human Rights Watch: "Mis vecinos fueron severamente golpeados. Un hombre estaba sangrando de la cabeza y lo llevé al hospital. Los soldados golpeaban a niños, de edad escolar, de 12, 13, 15 años ... Ayer por la noche dormimos con el terror de que iban a venir a golpearnos de nuevo".
El parlamentario de Mandera Occidental, Mohamed Maalim Mohamud, dijo a Human Rights Watch que algunas víctimas tenían extremidades rotas, y que se negó acceso a tratamiento médico a algunos detenidos que resultaron heridos en golpes por policías y soldados.
Leo Nyongesa, el Oficial de Policía de la Provincia, confirmó que alrededor de 300 personas habían sido detenidas, tanto en Mandera como en Garissa, y admitió que las autoridades no habían encontrado a los responsables de los ataques. Algunos han sido llevados a los tribunales por entrar a Kenia ilegalmente. No está claro cuántos permanecen en custodia.
Nyongesa dijo a Human Rights Watch que existía una investigación en curso sobre las denuncias de maltrato de personas por la Policía y el Ejército. No habló sobre quiénes estaban llevando a cabo la investigación, pero dijo que cualquier miembro de las fuerzas de seguridad que resulte responsable de abusos a los derechos humanos sería disciplinado.
Las detenciones arbitrarias de un gran número de personas - por ejemplo, cuando no hay evidencia para creer que son sospechosos de un crimen - es una grave violación de los derechos humanos de los detenidos y la detención ilegal debe ser considerada por sí misma como un crimen.
"Una nación que respeta el Estado de derecho no detiene arbitrariamente a cientos de personas por los delitos de unas pocas", dijo Bekele. "Kenia necesita para ganarse la confianza de sus ciudadanos, no alienarlos aún más. Debe comenzar demostrando una política de tolerancia cero para los agentes de seguridad que maltraten a civiles".
Se necesita un trabajo sostenido de investigación policial para hacer frente a los ataques, no detenciones arbitrarias en masa, dijo Human Rights Watch. A las detenciones arbitrarias y palizas en Garissa del 11 de noviembre le siguieron redadas en donde las personas fueron detenidas, al parecer, únicamente en base a su apariencia somalí.
Antecedentes
Kenia invadió Somalia en busca de la milicia islamista al-Shabaab el 16 de octubre. Al-Shabaab prometió tomar represalias. Eesde entonces, una serie de ataques en Nairobi y la provincia Noreste de Kenia se han dirigido tanto a unidades militares como a civiles.