Universidad de Cambridge, King's College de Londres, Universidad de Toronto, Universidad Erasmus de Rotterdam, Sciences Po, Universidad de Varsovia, Universidad de Pensilvania, Georgetown, Columbia, Yale...
Éstas son sólo algunas de las decenas de universidades extranjeras que colaboran con universidades de Hong Kong, donde la libertad académica -como otras libertades- ha sufrido un fuerte retroceso en los últimos años. Las instituciones académicas de todo el mundo tienen ahora que ser extremadamente cuidadosas para evitar convertirse en un engranaje de la maquinaria represiva china.
Hong Kong ha ido cuesta abajo rápidamente desde que el gobierno chino impuso a la ciudad la draconiana Ley de Seguridad Nacional en 2020.
Esa ley desmanteló el movimiento prodemocrático de Hong Kong deteniendo y procesando a representantes electos y a miles de manifestantes pacíficos. Desmanteló la sociedad civil, eliminando grupos independientes y sindicatos y cerrando el periódico prodemocrático más popular.
Una "Ordenanza para la Salvaguarda de la Seguridad Nacional" adicional, aprobada este año, amplió los poderes de la policía y debilitó los derechos al debido proceso. Castiga la expresión pacífica y el activismo de la sociedad civil con largas penas de cárcel. En Hong Kong, incluso poseer un libro crítico con el gobierno chino puede suponer años de cárcel.
Estas leyes draconianas y la represión están afectando también a la libertad académica. Un nuevo informe documenta el asalto a los derechos básicos en las ocho universidades de Hong Kong financiadas con fondos públicos.
Las administraciones universitarias de Hong Kong han sancionado a estudiantes por celebrar protestas y reuniones pacíficas; han acosado reiteradamente a los sindicatos estudiantiles, antaño influyentes; han censurado publicaciones, comunicaciones y actos estudiantiles; y han utilizado a los guardias de seguridad de la universidad para vigilar a los estudiantes en los espacios públicos.
A medida que estas universidades se han vuelto cada vez más represivas, los estudiantes y profesores se han ido autocensurando, temerosos de ser objeto de acoso, represalias e incluso persecución por lo que dicen y hacen tanto en las aulas como en el campus.
Las universidades extranjeras que colaboran con estas universidades de Hong Kong afrontan una situación cada vez más difícil. La represión china es omnipresente. ¿Cómo pueden evitar convertirse en cómplices de violaciones de derechos humanos en sus instituciones asociadas? ¿Y cómo pueden proteger a sus estudiantes?
El nuevo informe ofrece una serie de sugerencias. Entre ellas, el seguimiento de los casos de acoso, vigilancia, censura o amenazas del gobierno en los campus universitarios de Hong Kong. Deberían hacer públicos estos casos, quizá en un informe anual. Obviamente, también deberían proporcionar vías seguras y confidenciales para que los estudiantes y el profesorado presenten sus quejas.
Las universidades extranjeras también deben tener cuidado de no legitimar el acoso, la vigilancia o las amenazas del gobierno. Una forma clave de hacerlo es investigando a los posibles ponentes de los eventos para excluir a las autoridades estatales implicadas en la represión.
Tal vez lo más importante sea que las universidades extranjeras revisen periódicamente sus asociaciones en Hong Kong y estudien la posibilidad de tomar las medidas oportunas en caso necesario.
Y si es necesario suspender o poner fin a determinadas asociaciones o actividades para evitar ser cómplices de violaciones de los derechos humanos, que así sea.