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Las "banderas rojas" de Xinjiang

Boletín informativo, 24 de junio de 2024

Un cartel reza "Bienvenidos a la nueva aldea de la unidad de Hotan" en Hotan, Xinjiang, 21 de septiembre de 2018. © 2018 Andy Wong/AP Photo

Hace veintitantos años hice mi primer viaje a la región china de Xinjiang.

Un día, subí por un desfiladero seco de las Montañas Llameantes, a las afueras de la ciudad de Turpan, para visitar unas cuevas excavadas hace siglos en un acantilado y decoradas en su interior con coloridos murales budistas. Yo era el único turista y, mientras caminaba solo de una cueva a otra, todo estaba en silencio, salvo una cosa.

Un anciano uigur tocaba un dutar, un instrumento tradicional de dos cuerdas y cuello largo, una especie de laúd que constituye el núcleo de la cultura musical uigur. Sentado en un taburete, tocaba sin parar, enviando notas que rebotaban contra la roca y se extendían por el estrecho valle. Era evocador e intemporal, vinculado a una tradición milenaria.

Resultaba conmovedor por todo lo que había visto en Xinjiang en aquel viaje y en otro posterior, un par de años más tarde: la cultura local iba desapareciendo rápidamente.

Las ciudades de Urumqi y Kashgar, por ejemplo, se transformaban rápidamente. Bloque a bloque, los edificios tradicionales de adobe, tan característicos de la arquitectura centroasiática, eran derribados y sustituidos por modernos rascacielos de metal y cristal.

En aquella época, parecía que sólo quedaban unos pocos edificios tradicionales -una madrasa y una mezquita, quizás-, lo suficiente para tener una imagen local icónica para las postales, pero nada más.

La tendencia al borrado cultural se intensificó años después con la campaña del gobierno chino "Strike Hard", cuyo objetivo era "romper su linaje, romper sus raíces".

Los resultado son crímenes contra la humanidad, como detenciones masivas, trabajos forzados y persecución cultural contra los uigures y otros musulmanes túrquicos de Xinjiang, región a la que algunos musulmanes túrquicos se refieren como "Turquestán Oriental".

En algunas partes de la provincia, familias turcas enteras han desaparecido por la fuerza o han sido desgarradas, con los adultos detenidos y los niños recluidos en "orfanatos" estatales que pretenden erradicar su cultura e identidad.

Otra parte de los esfuerzos del gobierno chino por borrar la cultura uigur en Xinjiang ha sido el cambio de cientos de nombres de pueblos que tienen un significado religioso, histórico o cultural para los uigures. Las autoridades imponen nuevos nombres de aldeas que reflejan propaganda burda, incluso ofensiva - "Felicidad" o "Armonía", por ejemplo- o directamente ideología del Partido Comunista.

Hay un lugar en la larga lista de aldeas a las que se les ha cambiado el nombre que me llama la atención. Hay un pueblo que fue rebautizado como "Bandera Roja" en 2022. Antes se llamaba "Dutar", por el instrumento musical.

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