"El país se desmorona. No queda ninguna autoridad estatal. Las autoridades ahora son los criminales".
Las palabras de un alto oficial de policía resumen la situación actual en Haití.
Sin embargo, lo que esto significa para los haitianos de a pie lo expresó quizás mejor un mecánico de 23 años de la capital, Puerto Príncipe: "No hay Estado, la policía tiene miedo y no tiene forma de defendernos de las bandas que disparan, matan, secuestran, violan a las mujeres y nos lo quitan todo a diario."
Haití está al borde del colapso total. De hecho, es probable que ya haya pasado ese punto, ya que grupos criminales violentos intentan derrocar al gobierno.
Las acciones de estos grupos han paralizado prácticamente la economía y el suministro de ayuda humanitaria. Sus asaltos a dos prisiones han liberado a casi 4.700 presos. Casi todos los medios de transporte, incluidos el principal puerto y el aeropuerto internacional del país, están paralizados.
El primer ministro, Ariel Henry, no organizó elecciones ni dimitió el 7 de febrero como había prometido, lo que provocó protestas y un caos aún mayor. Ahora se encuentra fuera del país, sin poder regresar desde que viajó a Kenia para ultimar los preparativos de la misión internacional de apoyo a la seguridad dirigida por Kenia, que se ha visto acosada por problemas jurídicos, de financiación y operativos.
Ahora mismo, la persona más poderosa del país puede ser Jimmy Chérizier alias "Barbacoa", el líder de la principal coalición criminal de Haití, conocida como G9. Está trabajando con una banda criminal rival para desalojar a Henry del poder y enfrentarse a la misión de apoyo internacional cuando llegue.
Las bandas criminales ya controlan gran parte del país. Sólo en 2024 han matado a más de 1.100 personas y herido a casi 700 más. Unas 13.000 personas han sido asesinadas, heridas y secuestradas por grupos criminales desde enero de 2022. Miles de mujeres y niños han sido víctimas de violencia sexual.
Más de 362.000 personas han sido desplazadas internamente. La inseguridad alimentaria en Haití es una de las peores del mundo. Muchos niños no van a la escuela y a menudo son presa del reclutamiento por bandas criminales.
El pueblo de Haití necesita desesperadamente ayuda internacional, y la misión dirigida por Kenia se adentrará sin duda en un entorno extremadamente hostil. Se han recibido promesas de apoyo de Estados Unidos, Canadá y Francia. Benín, Chad, Bangladesh, Barbados y Bahamas se han comprometido a desplegar fuerzas junto a los policías keniatas.
La historia de las intervenciones internacionales en Haití está plagada de graves errores, incluso horrores. Los gobiernos deben evitar los fracasos del pasado, lo que significa situar la protección de los derechos humanos en el centro de la misión.
La sociedad civil haitiana podría ayudar a mostrar el camino. Organizaciones benéficas y grupos de activistas independientes han elaborado propuestas para restablecer el Estado de derecho, la seguridad y el acceso a las necesidades básicas. Los actores internacionales deberían trabajar con estas personas sobre el terreno, que son quienes mejor conocen la situación.
Sólo trabajando juntos a nivel local e internacional existe la posibilidad de ayudar a instaurar una verdadera gobernanza democrática como base última de la seguridad a largo plazo en Haití.