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En esta foto de archivo del 7 de julio de 2019, las jugadoras de Estados Unidos sostienen el trofeo y celebran haber ganado la final de la Copa Mundial Femenina contra Holanda en el Stade de Lyon en Decines, en las afueras de Lyon, Francia. La Copa Mundial Femenina 2023 se llevará a cabo en nueve ciudades de Australia y Nueva Zelanda. (AP Photo/Francisco Seco, File) ©

El torneo de la Copa Mundial Femenina 2023 comienza esta semana con bombos y platillos, e ingresos por transmisión estimados en cerca de USD 200 millones. Es una gran noticia para el organismo mundial que regula este deporte, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (Fédération Internationale de Football Association, FIFA), pero no tan buena para las jugadoras en el campo.

Como evento emblemático del deporte femenino, la Copa Mundial Femenina es una ocasión importante para reflexionar acerca de que, en muchos países, las mujeres y las niñas tienen que luchar incluso para entrar en un campo de juego. Y una vez que lo hacen, se enfrentan a amenazas y represalias, salarios injustos, acosoagresiones sexuales.

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, cuyo salario básico más bonificaciones asciende a USD 3,9 millones de dólares, prometió en junio que todas las jugadoras del torneo obtendrían al menos USD 30.000, lo que reconoce implícitamente el robo de salarios durante el Mundial Femenino en el pasado.

Pero ahora Infantino está incumpliendo incluso esta mínima garantía, al señalar en la conferencia de prensa de apertura de los juegos que la decisión acerca de si efectivamente pagar a las jugadoras y cómo hacerlo correspondería a las federaciones nacionales de fútbol.

Si bien es un señalamiento impactante, no resulta sorprendente teniendo en cuenta el pésimo historial de la FIFA, que no ha protegido a mujeres y niñas en este deporte. Lejos de igualar el dinero de los premios de los torneos, como ha ocurrido en deportes como el tenis, la FIFA incumple en aspectos salariales e incluso en sistemas laborales básicos para proteger a las jugadoras de abusos sexuales y de otro tipo.

Hay suficiente dinero para garantizar un salario digno a las jugadoras. Con las reservas por USD 4000 millones que tiene la FIFA y los USD 11.000 millones de ingresos previstos para el ciclo de la Copa Mundial de 2026, solo la discriminación de género impide que la FIFA equipare las condiciones salariales en la Copa Mundial Femenina.

El premio total otorgado por la FIFA para la Copa Mundial Femenina de 2019, que alcanzó los 1.120 millones de espectadores en todo el mundo y batió récords de audiencia en Estados Unidos con 25,4 millones de espectadores, fue de USD 30 millones. Ante la presión global significativa, el fondo de premios de este año aumentará a USD 110 millones, un valor todavía muy por debajo de los USD 400 millones en la Copa Mundial Masculina de 2018 o los USD 440 millones otorgados en la Copa Mundial Masculina de 2022.

La FIFA financia a cada selección nacional con un promedio de USD 1,5 millones al año. Lamentablemente, este dinero destinado a consolidar el deporte femenino a menudo es desviado por las federaciones nacionales antes de que llegue a las jugadoras que lo ganaron.

Como financiador principal del deporte, la FIFA podría utilizar su influencia para cerciorarse de que cada federación nacional trate a las mujeres atletas de manera justa, pero no lo hace. Jugadoras de las selecciones nacionales femeninas señalan a Human Rights Watch que estos fondos, en cambio, sirven para profundizar la corrupción y posibilitar terribles abusos sexuales.

Un importante estudio reciente de FIFPRO, el sindicato mundial de futbolistas profesionales, expuso que el 29% de las jugadoras sondeadas dijeron no haber recibido ningún pago de sus selecciones nacionales por los torneos de clasificación para la Copa Mundial.

Las madres de las jugadoras de la selección nacional femenina de Jamaica tuvieron que crear una campaña de financiamiento colectivo para solventar los costos de competir en la Copa Mundial Femenina. Las jugadoras Cheyna Matthews y Khadija “Bunny” Shaw, de la selección Reggae Girlz, escribieron sobre su “absoluta decepción con la Federación de Fútbol de Jamaica” debido a que la “calidad de la planificación, el transporte, el alojamiento, las condiciones de entrenamiento, la remuneración, la comunicación, la nutrición y los recursos eran menos que aceptables”.

“Hemos realizado reiteradas apariciones sin recibir una compensación acordada por contrato”, escribieron las jugadoras jamaiquinas.

La selección nacional femenina de Nigeria, que lleva el nombre de Super Falcons, ha dado a conocer el robo aberrante de salarios durante años y amenazó con boicotear su primer partido de la Copa Mundial.

En Sudáfrica, a las jugadoras de la selección nacional Banyana se les paga una décima parte de lo que ganan los hombres. Manifestando su enojo con la Asociación de Fútbol Sudafricano por el pago, la preparación y el entrenamiento, la totalidad del equipo se retiró en protesta del último partido amistoso previo a la Copa Mundial Femenina.

En total, 150 de las principales jugadoras de selecciones nacionales femeninas firmaron una carta dirigida a la FIFA exigiendo igualdad de salarios y condiciones en los torneos.

No está bien que las futbolistas que han alcanzado la cúspide de su disciplina deportiva no puedan esperar que la FIFA les garantice el salario que han ganado, y pone de manifiesto una gobernanza corrupta y la falta de controles de derechos humanos que también son la base de muchos otros abusos de mujeres y niñas en el deporte.

Australia es coanfitrión del torneo de este año, junto con la vecina Nueva Zelanda. Integrantes de las Matildas, la selección nacional de fútbol femenino de Australia, han respondido a esta desigualdad estructural apelando a la FIFA mediante un video contundente en el que condenan la brecha salarial de género discriminatoria que existe en todo el mundo.

“Si bien el dinero correspondiente a premios se ha incrementado, sigue siendo apenas el 25% de lo que obtienen los hombres”, señaló la codirectora ejecutiva de Professional Footballers Australia y ex máxima goleadora Kate Gill a Australian Associated Press. En 2015, las Matildas tuvieron que hacer huelga para exigir igualdad de remuneración y premios de torneos con el equipo nacional masculino de Australia, los Socceroos. Desde 2019, un convenio de negociación colectiva ha garantizado la igualdad salarial para las selecciones nacionales australianas.

Hasta ahora, siete selecciones nacionales femeninas han luchado y conseguido algún tipo de equidad salarial. Sin embargo, para la mayoría de las 736 mujeres en los 32 equipos que compiten, las condiciones de trabajo diarias siguen estando lejos de ser iguales a las de los equipos nacionales masculinos.

La FIFA tiene los fondos para establecer la equidad salarial, pero no la voluntad política. En cambio, en el tenis las jugadoras lucharon por la igualdad salarial y la consiguieron en el US Open en 1973, hace medio siglo.

Esta Copa Mundial Femenina seguramente exhibirá actuaciones deportivas femeninas extraordinarias. Quizás sea también igual de importante que muestre la necesidad urgente de terminar con la disfunción de la FIFA que somete a engaños y abusos a las jugadoras que hacen posibles sus torneos.

 

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