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El Presidente Obama hace una apuesta audaz al visitar Cuba. Está en lo cierto cuando señala que el acercamiento diplomático con Cuba puede generar oportunidades de cambio en la isla que no existían con la vieja política de embargo y aislamiento. Sin embargo, a menos que Obama reclame activamente por las libertades políticas y los derechos humanos, su viaje podría ser recordado como poco más que un encuentro amistoso entre dos presidentes que se divirtieron en un partido de béisbol.

Además de reunirse con el Presidente Raúl Castro y con críticos del gobierno, está previsto que Obama se dirija al pueblo cubano en directo a través de la televisión pública y que asista a un partido de béisbol entre la selección nacional cubana y los Tampa Bay Rays, en el cual aparentemente estaría acompañado por el Presidente Castro. No será sencillo —sobre todo considerando el contexto informal de un estadio de béisbol— que Obama encuentre un punto de equilibrio entre, por un lado, proclamar una nueva era de acercamiento diplomático entre dos naciones históricamente distanciadas y, por el otro, aplicar una presión efectiva para que Castro implemente la reformas que el país necesita hace ya demasiado tiempo.

La situación de los derechos humanos en Cuba prácticamente no ha cambiado desde diciembre de 2014, cuando Obama y Castro anunciaron un acuerdo de normalización de las relaciones diplomáticas. Como parte de ese acuerdo, Cuba se comprometió a liberar a 53 presos políticos y a permitir que observadores de derechos humanos del Comité Internacional de la Cruz Roja y las Naciones Unidas efectuaran visitas de investigación a la isla. Cuba liberó a los presos políticos, pero las visitas de observadores internacionales no se han llevado a cabo.

A pesar de que en los últimos años se redujo la cantidad de presos políticos, siguen vigentes las leyes represivas que permiten que el gobierno encarcele a personas por decir abiertamente lo que piensan. El gobierno detiene a cada vez más personas sin imputarles delito alguno, con el propósito de impedir que participen en marchas y reuniones pacíficas. La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, una organización independiente de derechos humanos, informó sobre más de 8.000 casos de detenciones arbitrarias de este tipo ocurridas en 2015. Tan solo durante la visita del Papa Francisco en septiembre, la policía detuvo a más de 100 disidentes.

El gobierno aún controla la mayoría de los medios de comunicación en Cuba. Si bien el número reducido pero creciente de periodistas y autores de blogs independientes se mantiene activo, el gobierno bloquea el acceso a algunas de sus páginas web, y somete a algunas de las personas que publican información crítica sobre el gobierno a campañas de desprestigio y detenciones arbitrarias.

Cuba ha conseguido avances importantes en algunas pocas áreas; por ejemplo, mayor libertad para viajar y un acceso más amplio a Internet. Sin embargo, el sistema represivo del país se mantiene firme. La visita debería servir para que Obama exija al Presidente Castro que inicie el desmantelamiento de ese sistema, desbloqueando las páginas web, poniendo fin a las detenciones arbitrarias y dando cumplimiento al compromiso del gobierno de permitir la visita de observadores internacionales de derechos humanos.

El acercamiento diplomático impulsado por el  Presidente Obama termina con uno de los principales pretextos del gobierno cubano para gobernar de manera autoritaria. Castro ya no podrá presentar a las víctimas de las acciones represivas de su gobierno como operadores de la agresión estadounidense. Y esto facilitará que otros países de la región se atrevan a exigir respeto por los derechos humanos en Cuba.

Para que resulten más efectivas, las presiones a La Habana no sólo deberían proceder de Estados Unidos, sino que deberían ser parte de una acción multilateral. Los gobiernos de la región que antes podían ser renuentes a criticar a Cuba cuando esta debía medirse con un vecino hostil en el norte ya no se verán obligados a tomar posiciones por uno u otro país. Tras su paso por La Habana, el Presidente Obama viajará a la Argentina para reunirse con el Presidente Mauricio Macri, quién en los tres meses que lleva de gobierno ha sido una voz importante sobre la situación de derechos humanos en la región. En estos nuevos tiempos de acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos, Obama tiene la posibilidad de persuadir a Macri y a otros líderes a que alcen la voz sobre Cuba. 

A través de su política de acercamiento diplomático, Obama ha creado una oportunidad sin precedentes de apoyar a los cubanos que intentan ejercer sus derechos fundamentales. Obama debería aprovechar esta oportunidad: en La Habana exigiendo reformas genuinas, y en Buenos Aires comenzando a conseguir apoyos para que la presión internacional obligue a Castro a mostrar resultados. Sólo entonces se podrá permitir distenderse como si estuviera en el entretiempo de un partido de béisbol.

José Miguel Vivanco es director para las Américas de Human Rights Watch.

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