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No es la primera vez que Siria ha mantenido separada a la familia de mi amiga Mónica durante la Navidad. En 2011, pasó las fiestas transmitiendo los acontecimientos desde la ciudad sitiada de Homs, mientras su esposo, Javier, se quedo en la vivienda familiar en Beirut junto a sus dos hijos. Pero este año es diferente: Javier está en Siria, detenido contra su voluntad por soldados islamistas radicales.

Javier Espinosa y el fotógrafo Ricardo García Vilanova, dos galardonados periodistas españoles con extensa trayectoria en la cobertura del conflicto sirio, fueron llevados por la fuerza durante un viaje que realizaron en septiembre con fines periodísticos luego de que se iniciaran los combates entre fuerzas rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL) y el Estado Islámico de Irak y el Levante, fiel a Al-Qaeda, en el norte de Siria. Cuatro soldados del ESL también fueron capturados.

Desde entonces, Mónica García Prieto, una reconocida reportera española que trabaja en temas de Medio Oriente desde la invasión de Irak en 2003, ha recurrido a todos los contactos que conoce para intentar que liberen a Javier y a Ricardo. Grabó un emotivo mensaje de video, sin ningún resultado. Los rebeldes liberaron a los cuatro ciudadanos sirios dos semanas después, pero se niegan a negociar la entrega de su esposo y el otro colega.

Lamentablemente, historias como esta son ahora comunes. Este mes, el Comité para la Protección de los Periodistas indicó que al menos 30 periodistas han desaparecido en Siria, país al que calificó como el más peligroso del mundo para los trabajadores de medios. No es fácil mantener un registro de las cifras, ya que numerosos medios y familias optan por evitar que trascienda la desaparición, con la esperanza de poder negociar una entrega.

Más de una decena de empresas de medios internacionales escribieron al Consejo Militar Supremo del Ejército Sirio Libre con respecto al “riesgo cada vez mayor de secuestro”. Según señalaron, debido a la amenaza cada vez más grave muchos medios “han optado por limitar la cobertura de los acontecimientos de la guerra”. En respuesta, el ESL prometió proteger y ayudar a periodistas, pero indicó que la mayoría de las personas que persiguen a periodistas no estaban bajo sus órdenes.

Sin duda, también los periodistas sirios están expuestos a mayores riesgos, incluidos los numerosos ciudadanos y activistas que trabajan para informar sobre los combates. Una de las defensoras de derechos humanos más destacadas que hoy actúan en Siria, Razan Zeitouneh, fue secuestrada por fuerzas no identificadas el 10 de diciembre, junto con tres colegas. Y se informó que un joven fotógrafo independiente habría sido asesinado el viernes en Alepo.

Entre los demás extranjeros desaparecidos en Siria se encuentran el conocido corresponsal francés Didier Francois, otro amigo de Bosnia, Jim Foley, un estadounidense que también permaneció cautivo en Libia, un tercer periodista español, dos reporteros independientes suecos y un fotoperiodista turco.

El mundo no podrá conocer los horrores en Siria —ni en ningún otro sitio— si no se permite que los periodistas hagan su trabajo. Sus familias quieren que regresen a casa lo antes posible, pero también todos nosotros necesitamos que así sea.

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