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Nota del editor: Heather Barr es investigadora para Afganistán de Human Rights Watch. Ha vivido en Kabul, Afganistán desde 2007.

 

La caída de los talibanes trajo la promesa de que las mujeres gozarían de algunas libertades y derechos básicos. De hecho, en los últimos 10 años ha habido mejoras significativas para las mujeres y niñas afganas. Se puso fin a las restricciones oficiales sobre el acceso a la educación, el trabajo y la salud. Millones de niñas empezaron a asistir por primera vez a la escuela. Mujeres obtuvieron puestos gubernamentales, ganaron cargos de elección popular, se convirtieron en agentes de la policía e incluso en soldados. Una nueva constitución en 2004 garantiza a las mujeres igualdad de derechos, y una ley de 2009 convirtió en un crimen la violencia contra las mujeres.

 

Por debajo de la superficie de estos cambios, sin embargo, persisten problemas profundamente arraigados. En la vida pública, las mujeres han sufrido hostigamientos, amenazas y, a veces, asesinatos. El matrimonio forzado, el matrimonio de menores de edad y la violencia doméstica son prácticas muy extendidas y demasiado aceptadas.

 

Cerca de 400 mujeres y niñas están actualmente encarceladas por "delitos morales" relacionados con el sexo fuera del matrimonio, o simplemente por huir de casa, a menudo en un intento por escapar de condiciones abusivas. Si bien la educación es más accesible, más de la mitad de las niñas todavía no va a la escuela. Cada dos horas muere una mujer afgana por causas relacionadas con el embarazo.

 

A medida que se acerca el plazo para el retiro de las fuerzas internacionales en 2014, muchas mujeres afganas miran hacia el futuro con temor. Se preocupan de que la salida de las tropas marque el fin del interés en Afganistán, y con ello el compromiso internacional para ejercer presión sobre el Gobierno afgano para que promueva y proteja los derechos de las mujeres. También es probable que se reduzca la ayuda extranjera para las escuelas y las clínicas que han cambiado muchas vidas. Las mujeres afganas temen ser de nuevo abandonadas por el resto del mundo, como lo fueron durante la época de los talibanes.

 

Los planes para las negociaciones de paz entre los talibanes y el Gobierno afgano aumentan la posibilidad que las mujeres pierdan derechos. Si no hay mujeres en la mesa de negociación, esto es aún más probable.

 

Esta semana, la fragilidad de los derechos de la mujer en Afganistán fue claramente expuesta. El Consejo de los Ulemas, un organismo gubernamental apoyado por líderes religiosos, emitió una declaración sobre varios temas, entre los que se encuentra el reciente incendio de copias del Corán en una base militar estadounidense. La mayor parte de la declaración, sin embargo, daba orientación religiosa sobre cómo se debe tratar a las mujeres, y cómo éstas deben de comportarse.

 

El comunicado contenía algunas cosas buenas. Prohibía la práctica tradicional de entregar una niña a otra familia para resolver una disputa ("baad"). Se pronunció en contra de los matrimonios forzados. Confirmó los derechos de las mujeres a heredar y a tener propiedades.

 

Sobre las obligaciones de las mujeres, sin embargo, la declaración dio un giro hacia lo peor: Las mujeres no deben viajar sin un acompañante masculino. Las mujeres no deben mezclarse con hombres mientras estudian o trabajan, o en público. Las mujeres deben llevar el hiyab islámico. Las mujeres son secundarias a los hombres.

 

Si esto fue únicamente el punto de vista de los líderes religiosos conservadores, claro que sería desalentador, pero solo un elemento más de una larga serie de declaraciones discriminatorias sobre las mujeres por parte de instituciones afganas dominadas por hombres. Lo que causó consternación, sin embargo, fue la sensación de que el presidente Hamid Karzai había apoyado el comunicado. En una desviación de la práctica habitual, la declaración fue publicada en la página web del Palacio Presidencial, distribuido a los medios de comunicación por el Palacio y defendida por el presidente Karzai en una conferencia de prensa.

 

El presidente Karzai tiene un historial mixto respecto a los derechos de las mujeres. Comprometió a Afganistán a respetar una convención internacional que promete igualdad de derechos para las mujeres, y promulgó por decreto la ley de 2009 que tipifica como crimen la violencia contra las mujeres. Recientemente, se pronunció en dos casos de alto perfil sobre violencia contra mujeres.

 

Por otro lado, en el período previo a la elección presidencial de 2009, se congració con los conservadores de línea dura al firmar la Ley Shia sobre el Estatuto Personal que, para la minoría chiita de Afganistán, le da al marido el derecho a retirar la manutención a su esposa, incluso los alimentos, si se niega a obedecer sus demandas sexuales, otorga la tutela de los niños exclusivamente a los hombres y exige que las mujeres tengan el permiso de sus maridos para trabajar. Algunas mujeres temen que Karzai esté utilizando la declaración del Consejo de los Ulemas para enviar un mensaje acerca de qué compromisos está dispuesto a hacer con los talibanes.

 

Con un interés internacional menguante en Afganistán, las negociaciones con los talibanes en el horizonte y la aprobación de Karzai de la declaración del Consejo de los Ulemas, las mujeres afganas se encuentran en el momento más vulnerable de los últimos 10 años. Ahora, el presidente Obama y otros partidarios del Gobierno afgano deben dejar claro que no apoyarán ningún acuerdo que sacrifique los derechos de las mujeres y deben presionar a Karzai para que aclare su posición. Los riesgos para las mujeres afganas son demasiados para hacer cualquier cosa menos.

 

Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de Heather Barr.

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