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La adolescente de 15 años, luciendo aún más joven de lo que era, yacía sobre un colchón en un refugio en el Congo oriental, su hijo recién nacido dormía su lado. "Regresaba del río de buscar agua", dijo Regine a Juliane Kippenberg, investigadora principal de los derechos del niño para Human Rights Watch. "Dos soldados se me acercaron y me dijeron que si se negaba a dormir con ellos, me iban a matar. Me golpearon y desgarraron mis ropas. Uno de los soldados me violó."

Los padres de Regine la llevaron con el comandante local del ejército. "Reconocí a los dos soldados, y sé que uno de ellos se llama Edouard", dijo a Kippenberg. El comandante dijo que Regine estaba mintiendo.

Lamentablemente, Regine, cuyo nombre ha sido cambiado en este artículo para proteger su identidad, es una de miles de mujeres y niñas que fueron violadas durante el conflicto brutal del Congo. Las Naciones Unidas calculan que 200,000 mujeres y niñas han sido víctimas de violencia sexual desde 1998. Sólo en 2008, se registraron casi 16,000 violaciones en el Congo.
En el este del país, un campo de batalla para las tropas del Gobierno, las milicias y ejércitos extranjeros, la violencia sexual es una práctica sistemática de muchos combatientes. Desde enero de 2009 los ataques contra civiles han aumentado, con horrendos crímenes sexuales cometidos tanto con los soldados del Gobierno como por los milicianos.

Cuando Kippenberg comenzó a investigar la violencia sexual en el Congo para Human Rights Watch, hace casi una década, había poca conciencia sobre el problema. Ella escribió el informe de La guerra dentro de la guerra en 2002, ayudando a poner el tema en la agenda internacional. Un segundo informe en 2005 puso de relieve la necesidad de enjuiciamientos nacionales y pidió una nueva ley para ampliar la definición de violencia sexual y fortalecer los castigos.

Durante los últimos cinco años, los investigadores de Human Rights Watch en Goma han ayudado a aumentar la concienciación sobre la violencia sexual en el Congo y a nivel internacional documentando las violaciones, trabajando con las mujeres activistas de derechos de la mujer para organizar actividades de promoción, realizando cabildeo con funcionarios judiciales sobre los casos, e instando a los periodistas a cubrir la cuestión. Presionamos a los gobiernos y organizaciones para mejorar el apoyo a las víctimas y empezar a abordar la violencia sexual en el plano político.

Sin embargo, Human Rights Watch empezó a preocuparle que a pesar de la creciente conciencia sobre la enorme escala de la violencia sexual en el Congo, las violaciones no fueran disminuyendo. Muy pocos soldados han sido procesados por violación, y ninguno de los comandantes de alto nivel. A principios de 2009, Kippenberg y sus colegas iniciaron una nueva investigación. Se centraron en la 14ª brigada del ejército congoleño, cuyo historial ilustra algunos de los problemas más generales que contribuyen a la violencia sexual: las divisiones internas, la cadena de mando caótica, la impunidad, y las pobres condiciones de vida de los soldados. Kippenberg entrevistó no sólo a las víctimas sino también a los soldados. Ella y sus colegas también hablaron con funcionarios de justicia militar, quien afirmaron que los comandantes del ejército con frecuencia obstaculizan sus investigaciones.

Por último, este verano, después de años de campaña, empezamos a ver algo de movimiento. En julio, justo antes de que nuestro informe más reciente sobre la violencia sexual fuera publicado, el presidente Joseph Kabila accedió a reunirse con Human Rights Watch. El director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth Roth, y la investigadora principal Congo, Anneke Van Woudenberg, se reunieron con el presidente Kabila en una tienda de campaña a orillas del lago Kivu. "Logramos los progresos más grandes en cuanto a la estrategia contra las violaciones", dije Roth.

Luego Human Rights Watch sostuvo una rueda de prensa en Goma, donde criticó con gran fuerza los abusos cometidos por todos los beligerantes en el conflicto, incluyendo la violación generalizada de los soldados del Gobierno.

En un paso decisivo, poco después de la reunión con Kabila y nuestra conferencia de prensa, el ejército anunció una política de tolerancia cero para la violencia sexual y otros abusos. Desde julio, se han abierto varios juicios por violación, uno que condujo a la condena de dos oficiales de alto nivel. Otro agente ha sido recientemente arrestado, acusado de violar a una mujer de 28 años y persuadir a otros tres soldados a que la violaran también. Cuatro funcionarios de alto nivel están bajo investigación por cargos relacionados.

En agosto, Human Rights Watch informó al especialista de asuntos de la mujer de la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, sobre temas de mujeres y nuestra oficina en Goma ayudó a organizar una reunión entre la secretaria Clinton y activistas de derechos de la mujer durante su visita al Congo. Después de estas reuniones, la secretaria Clinton expresó su grave preocupación por la falta de enjuiciamientos sobre violencia sexual y comprometió $17 millones en ayuda para las víctimas de violencia sexual.

Después de tantos años de trabajo sobre este tema, Kippenberg se siente alentada por los nuevos desarrollos, pero también prudente. Quiere asegurarse de que los procesos continúen y que los militares realmente cambien sus políticas. Sabe que se requerirá promoción permanente para mantener al Gobierno congoleño y a los gobiernos donantes enfocados en acabar con la violencia sexual. "Para que prevalezca la justicia", Kippenberg dice, "los altos funcionarios militares deben seguir siendo investigados y procesados por delitos sexuales".

Regine todavía enfrenta decisiones difíciles. Su familia le ha dicho que puede volver a casa, pero sin su bebé. Si el ejército por fin empieza a tomar juicios por violación en serio, otras niñas y mujeres quizá no tengan que vivir tal horror.

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