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Human Rights Watch ayudó a encabezar una campaña global para prohibir que las fuerzas armadas utilicen municiones de racimo. Estas armas dispersan pequeñas bombas mortales sobre una gran extensión, y, durante años e incluso décadas después de los combates, pueden matar y desfigurar a cualquiera que entre en contacto accidental con las submuniciones sin detonar. En mayo de 2008, una década de duro trabajo dio su fruto cuando 107 países adoptaron formalmente el Tratado sobre Bombas de Racimo, que ilegaliza todos los tipos de municiones de racimo y demanda la destrucción de las miles de millones de pequeñas bombas en almacenamiento.

 El 60 por ciento de las bajas registradas por municiones de racimo son civiles en el transcurso de sus actividades cotidianas; un tercio del total de las víctimas son niños.

"El Tratado sobre Bombas de Racimo salvará ciertamente miles y miles de vidas durante las próximas décadas", señaló Steve Goose, director de la División de Armas de Human Rights Watch.

El éxito de Human Rights Watch se produjo tras haber:

  • Hecho un seguimiento de las víctimas de bombas en Oriente Medio, África, Asia y Europa del Este.
  • Creado una plataforma internacional mediante la publicación de cuestiones relacionadas con las municiones de racimo.
  • Pedido una moratoria sobre el uso del arma.
  • Ayudado a desarrollar una coalición contra las bombas de racimo con más de 250 organizaciones.
  • Lanzado una campaña internacional contra esta arma.
  • Contrarrestado los intentos de Estados Unidos de socavar la prohibición.
  • Presionado a la OTAN con cifras sobre bajas civiles.
  • Contribuido a la redacción del tratado.
  • Encabezado las negociaciones sobre el tratado, mismo que se firmará en diciembre de 2008.

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