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Migrants and asylum seekers embark on boats that take them from Necoclí to Capurganá, Colombia, where many began a days-long journey across the Darién Gap. © 2022 Human Rights Watch

Los gobiernos de toda América han impuesto restricciones a la circulación obligando a migrantes y solicitantes de asilo a tomar rutas más peligrosas. En particular, están obligando a la gente a arriesgar sus vidas cruzando la Brecha del Darién, una selva pantanosa en la frontera entre Colombia y Panamá.

En el Boletín Informativo ya hemos hablado de los horrores que supone cruzar el Tapón del Darién, pero un nuevo informe detalla la crisis actual y los abusos que se cometen. Los delincuentes se aprovechan de los inmigrantes y solicitantes de asilo mientras atraviesan la selva. Los asaltan y abusan sexualmente de ellos, a veces violándolos.

Los gobiernos parecen creer que cerrar rutas más seguras y empujar a la gente a tomar caminos más mortíferos les hará cambiar de planes, como si se tratara de posibles vacacionistas que pudieran cancelar su próximo fin de semana largo en la playa tras leer la previsión meteorológica.

Pero se trata de personas vulnerables que necesitan desesperadamente alejarse de lo que tienen detrás.

Por ejemplo, muchos huyen de Venezuela. Desde enero del año pasado, más de 440.000 venezolanos han cruzado el paso del Darién. En la actual situación de emergencia humanitaria en ese país, sufren un acceso limitado a alimentos y medicinas, y persecución por parte de las fuerzas de seguridad y grupos armados.

Están escapando y, al encontrar otras rutas restringidas, tienen que dirigirse al Paso del Darién. Como resume sin rodeos un superviviente de la travesía: "Este infierno era mi única opción".

Los gobiernos de toda América deben replantearse sus políticas y crear opciones más seguras.

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