El Día de los Derechos Humanos, que marca el aniversario de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, es un día para celebrar la humanidad que tenemos en común. Y el denominador común de lo que hemos aprendido este año es que cada desafío para nuestra salud, seguridad y futuro se origina en amenazas a nuestra condición humana. A su vez, toda respuesta eficaz —sea para asegurarnos de vivir en un mundo sin pandemias o para abordar graves violaciones de derechos en sitios tan variados como Xinjiang o Tigray—dependerá de las soluciones que podamos idear en forma colectiva y en colaboración. Esa es la esencia del trabajo en derechos humanos.
En este Día de los Derechos Humanos, tenemos la posibilidad de reflexionar sobre cinco áreas en las cuales podemos hacer realidad estos derechos, al tiempo que dejamos atrás otro período turbulento.
- La furia del Covid-19
Omicron, la “variante de preocupación” más reciente, demuestra el peligro asociado con un acceso gravemente desigual a las vacunas contra el Covid-19. Las acciones de algunos de los países más ricos del mundo, que incluyen a la UE, el Reino Unido y Suiza, así como compañías farmacéuticas, socavan el acceso universal y equitativo a las vacunas contra el Covid-19, las pruebas de detección y el tratamiento, al impedir que se establezca una exención temporaria de las normas globales sobre propiedad intelectual y comercio. A fin de equilibrar las condiciones, estos gobiernos deberían aceptar que la Organización Mundial del Comercio haga una exención y transfiera la tecnología que se precisa para dar respuesta a la necesidad urgente de fabricar vacunas a nivel mundial.
Mejorar la disponibilidad de vacunas es un paso fundamental, pero no el único. Incluso en los sitios donde hay vacunas disponibles, es entendible que haya ciertos reparos a aceptarlas entre las comunidades marginadas y relegadas. Generar confianza asegurando que la atención de la salud —y no solo las vacunas— resulte accesible para todas las personas es un paso fundamental para prevenir enfermedades y muertes por Covid-19.
- El dominio de las Grandes Tecnológicas
El inmenso poder de las grandes compañías tecnológicas en todo el mundo —en algunos sitios, incluso más poderosas y con menos rendición de cuentas que los gobiernos— representa una situación peligrosa, dado que el lucro de estas compañías depende de que se recopilen volúmenes masivos de datos, se generen perfiles detallados de nosotros, se capte nuestra atención y se comercialice parte de esos perfiles a publicistas y otros terceros. La verdad incómoda es que los modelos de negocios de las empresas de tecnología a menudo están en conflicto con los derechos humanos y conllevan serios daños colaterales.
El ataque al Capitolio de EE. UU. que tuvo lugar este año fue una muestra contundente del potencial corrosivo de las redes sociales como canalizadoras y potenciadoras de la desinformación que, en algunos casos, puede propiciar actos de violencia. Esto no es novedoso para el resto del mundo —podemos mencionar desde la crisis de los rohinyá en Myanmar hasta la violencia antimusulmana en la India—, solo que esta vez ocurrió en el país al que pertenecen las principales grandes compañías tecnológicas.
Las acciones de estas plataformas para responder al peligro que pueden originar sus servicios no han resultado suficientes. Para cumplir con sus responsabilidades en materia de derechos humanos, las empresas deberían aplicar procedimientos de debida diligencia sobre derechos humanos a sus operaciones a nivel global. Deben invertir en mecanismos para moderar contenidos que guarden proporción con su base de usuarios y deben responder a los riesgos para los derechos humanos en todos los sitios donde las personas usen sus plataformas.
A su vez, las plataformas deberían ser más transparentes con respecto a los algoritmos que determinan lo que las personas pueden ver en sus sitios. Deben ocuparse de la función que tienen los algoritmos al direccionar a usuarios hacia desinformación perniciosa, y otorgar a los usuarios más margen de acción para que definan sus propias experiencias en línea. Parece improbable que las empresas se distancien de sus modelos de negocios abusivos voluntariamente, y por eso se precisan reglamentaciones rigurosas sobre protección de datos.
3. Revés para los derechos de las mujeres
Si bien el movimiento global de mujeres, que nunca estuvo tan conectado como ahora, ha obtenido logros importantes, los derechos de las mujeres han sufrido un duro revés en un número alarmante de países. En Afganistán, luego de que los talibanes retomaran el poder el 15 de agosto, se niega a mujeres y niñas el acceso a educación, puestos de trabajo remunerados, representación política e incluso la posibilidad de caminar solas por la calle. En Estados Unidos, 65 millones de mujeres están en riesgo de perder el derecho de acceso al aborto. Activistas en Polonia han recibido amenazas por su trabajo por los derechos de la mujer o porque se percibe que apoyan estos derechos. En Irán y China, las autoridades están usando nuevas leyes y políticas para limitar las opciones de salud reproductiva de las mujeres.
Sin embargo, no todas son malas noticias. En lugares tan variados como Argentina, México, Corea del Sur y Tailandia, las mujeres han avanzado en el reconocimiento de sus derechos humanos de acceso a la atención de la salud reproductiva. Las niñas embarazadas en Tanzania recuperaron su derecho a no desescolarizarse. Mientras que el 2021 nos enseñó que estas victorias, que tanto costó lograr, deben protegerse, ampliarse y asegurarse, el 2022 ofrece la posibilidad de ejercer presión sobre los gobiernos para que aprueben leyes que protejan los derechos de las mujeres e incrementen su seguridad, brinden recursos suficientes para los servicios y se cercioren de que estos sean accesibles para todas las mujeres.
4. El poder de la solidaridad
La campaña de “línea dura” de Pekín en la región china de Xinjiang, la infame “guerra contra las drogas” del presidente Rodrigo Duterte en Filipinas, la feroz represión de personas que se manifestaron de manera pacífica contra el golpe de Estado por parte de la junta de Myanmar o las atrocidades en el conflicto cada vez más extenso de Tigray en Etiopía son situaciones muestran que las autoridades son propensas a usar los instrumentos de los que disponen —sean leyes formales, las fuerzas de seguridad o ambos— para perpetrar crímenes masivos contra la población, incluidos crímenes de lesa humanidad.
Cada una de estas situaciones, y las respuestas que se les dio, dejan importantes enseñanzas para el 2022. En primer lugar, ignorar los abusos no hace más que agravarlos. Los generales detrás del golpe en Myanmar ya habían desatado su ferocidad contra los rohinyá en 2017 y otras minorías étnicas durante décadas, y enfrentaron pocas consecuencias, lo cual los animó a usar la fuerza para mantener su control férreo del poder.
En segundo lugar, como lo demostraron los esfuerzos deficientes de justicia interna en Filipinas y Etiopía, no se puede confiar en que los gobiernos rindan cuentas por sí solos, y por eso es crítico que se establezcan mecanismos creíbles en el ámbito de la ONU para recopilar y preservar las evidencias de las violaciones de los delitos graves, a fin de que las víctimas puedan en algún momento obtener justicia. En tercer lugar, los gobiernos que respetan los derechos son más eficaces cuando se unen en defensa de los derechos humanos, y esto se hizo evidente con la alarma creciente ante las políticas abusivas de Pekín en Xinjiang. Es importante que reforcemos esta solidaridad.
5. Hacer frente a la crisis climática
La crisis climática está teniendo consecuencias cada vez más graves para la vida, la salud y los medios de subsistencia de las personas en todo el mundo. Como se confirmó en el último año con las inundaciones devastadoras en Alemania y los Estados Unidos y las olas de calor letales en Canadá y Pakistán, los gobiernos no están protegiendo a poblaciones vulnerables de los daños previsibles que causa el cambio climático. Los compromisos que asumieron recientemente de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero siguen siendo muy insuficientes respecto de lo que se necesita para evitar los resultados más catastróficos del calentamiento global.
Afortunadamente, hubo importantes victorias este año, en gran medida gracias a presiones concertadas por parte de organizaciones ambientales y de derechos humanos en todo el mundo. En octubre, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU reconoció el derecho a un ambiente limpio, sano y sostenible y creó un relator especial sobre derechos humanos y cambio climático. Estos pasos positivos ayudarán a incrementar la rendición de cuentas respecto de estas acciones gubernamentales insuficientes para abordar la crisis climática.
Los gobiernos deben reconocer los vastos conocimientos de las comunidades locales y las organizaciones de la sociedad civil y aprender de ellos, con el objeto de abordar los impactos del cambio climático con equidad. Por sobre todo, deben escuchar los pedidos de los activistas climáticos de que se incrementen sustancialmente los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero antes de que sea demasiado tarde.
El Día de los Derechos Humanos 2021 no es un día para lamentar pérdidas o temer qué podría ocurrir, sino que representa un llamado a la acción. Es un recordatorio de que las conquistas del pasado, que se lograron con tanto esfuerzo, deben protegerse y ampliarse, y que la aspiración de derechos humanos para todos requiere de acciones por parte de gobiernos y organismos internacionales. También pone de relieve que la protección de nuestros derechos humanos es impulsada por activistas y defensores de derechos humanos en todos los rincones del mundo.
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Tirana Hassan es directora de programas de Human Rights Watch.