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Cómo funcionaban los incentivos perversos detrás de los falsos positivos

Publicado en: La Silla Vacia

Este artículo es el segundo de una serie producida exclusivamente para La Silla Vacía con el propósito de conmemorar y recordar los 10 años de los casos de Soacha.

Muchos soldados han declarado ante la Fiscalía que las presiones para reportar resultados en combates –y los premios a quienes los reportaban– fueron un incentivo perverso detrás de los miles de falsos positivos. Human Rights Watch ha tenido acceso a documentos hasta ahora inéditos que prueban al detalle como operaba este retorcido sistema.

El factor más importante para evaluar el rendimiento de los comandantes era el número de muertos en combate que reportaban sus tropas. Así lo comprueba un documento militar de abril de 2006, llamado “políticas del señor mayor general Mario Montoya”. El documento señala que “los comandantes se evalúan por sus resultados”. Además, el general aclara con una franqueza brutal: “las bajas no es lo más importante, es lo único.”

De igual forma, el plan de campaña 2007-2010 de la Séptima División, una de las siete divisiones del Ejército en esa época, señala que las unidades se evaluaran, primero, por las bajas enemigas, segundo, por la disminución de actos terroristas y, tercero, por la cantidad de bajas en las propias filas (ver documento). En marzo de 2006, un comandante de la Trigésima Brigada les resumió la política a sus tropas con gran simpleza: “la política del comandante del Ejército es dar chumbimba, ya que estamos en guerra” (ver documento).

Los altos mandos elaboraban de forma periódica un ranking de las divisiones, brigadas y batallones, según sus resultados. Estos incluían el número de tropas enemigas que se reportaban como muertas en combate, capturadas, o que se entregaron. Pero los rankings se basaban casi exclusivamente en las supuestas muertes en combate. Así, en julio de 2006, por ejemplo, la Séptima División estuvo primera en el ranking, con 379 muertes en combate, 285 capturas y 32 entregas voluntarias. La Quinta División, por su parte, estuvo en el séptimo lugar, aunque reportó muchas más capturas, 671, y entregas voluntarias, 105; pero sólo 67 muertes en combate (ver documento). Descubrimos patrones similares en muchos otros rankings.

Llama la atención que al menos algunos comandantes comparaban las bajas actuales de sus unidades con las reportadas en años anteriores. Por ejemplo, un documento de marzo de 2007 de la Séptima División menciona que los resultados de la Cuarta Brigada eran “muy bajos” porque obtuvo “71 muertes [menos]… en relación con el 2006” (ver documento). El documento, que lleva la firma del entonces comandante de la Séptima División, Gen. Luis Roberto Pico Hernández, también menciona que el Batallón de Infantería No. 32 de la Cuarta Brigada presentó una reducción de “17 muertos en combate” en comparación con el año anterior (ver documento).

Ahora bien, ¿qué debían esperar los comandantes de brigadas y batallones en función de estas evaluaciones?

Si no lograban la cantidad esperada de “muertes en combate”, la consecuencia era clara: podían ser destituidos. Mi general Montoya fue enfático al respecto en su programa radial de febrero de 2006: “si hay un Cdte que no de bajas hay 250 tenientes coroneles haciendo fila [para reemplazarlo]” (ver documento). La orden figura bajo el código “procer 6” que es el indicativo de comunicaciones radiales que pertenece al comandante del Ejército.

Por el contrario, si lograban las bajas exigidas, los comandantes y soldados podían recibir jugosos beneficios, incluidos los siguientes:

  • Dinero. En un libro militar de la Trigésima Brigada, por ejemplo, descubrimos que un comandante señaló en marzo de 2006: “la unidad que de 6 bajas o más en una sola acción $30.000.000” (ver documento). Otro documento, de la misma brigada, incluye este mensaje radial de abril de 2006: “por dar de baja 2.000.000 de pesos por fusil, 500.000 por pistola, y se cancelará 30.000.000 por la baja de seis enemigos en adelante” (ver documento).
     
  • Permisos. Por ejemplo, en agosto de 2007, el general Montoya le dijo a varios comandantes en un programa radial: “…unidad que entra en combate y obtenga buenos resultados debe salir con permiso, hay que motivar la tropa” (ver documento). La orden figura en un libro militar de la Trigésima Brigada titulado “Programa Comandante del Ejército”. Tuvimos acceso a numerosas ordenes similares del general Montoya, así como a varios radiogramas donde efectivamente se concedían permisos por bajas reportadas. Por ejemplo, en septiembre de 2006 una unidad recibió 20 días de permiso por “muerte en combate de un sujeto NN al parecer integrante de la cuadrilla 35 ONT-FARC”.
     
  • Comisiones en el extranjero. Encontramos un documento de la Séptima División, por ejemplo, donde un coronel propone asignar a 9 soldados al batallón de Colombia en la península del Sinaí. Al lado de cada nombre, se indica cuántas bajas reportó cada uno de los soldados.
     
  • Premios. Una directiva que revelamos el año pasado, al parecer de 2003 o 2004, crea una fórmula para determinar cuándo los soldados podían recibir una “condecoración de servicios distinguidos”. Por ejemplo, para recibir este premio los comandantes de brigadas debían reportar al menos 150 combatientes enemigos muertos y otros 500 capturados.
     
  • Felicitaciones. Human Rights Watch ha tenido acceso a decenas de felicitaciones dirigidas a soldados y oficiales que reportaban muertes. En junio de 2007, por ejemplo, el comandante de Séptima División felicitó al entonces teniente coronel Luis Fernando Borja Aristizabal y a otros soldados por dar de baja a “unos terroristas.” Borja Aristizabal luego fue condenado por más de una decena de falsos positivos ocurridos entre el 2007 y el 2008.  

La evidencia que damos a conocer corrobora las nefastas políticas detrás de los falsos positivos. La pregunta es si los generales que diseñaron y pusieron en práctica estos perversos y retorcidos incentivos alguna vez responderán ante la justicia.

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