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El nuevo jefe de prisiones en Filipinas amenaza con matar a los “capos de la droga” encarcelados

Dela Rosa ha sido ya relacionado con presuntos crímenes contra la humanidad

El nuevo director del Departamento de Prisiones de Filipinas, Ronald Dela Rosa, ha emprendido su nuevo trabajo con un instinto asesino.

Literalmente.

Dela Rosa, que se retiró el mes pasado como director general de la Policía Nacional de Filipinas, exhortó esta semana a los guardias de la Nueva Prisión Bilibid de Manila que ejecutasen sumariamente a los narcotraficantes encarcelados.

“¿Tienen miedo de los capos de la droga? Si pueden matarlos a ustedes, ustedes también pueden matarlos a ellos porque están en la cárcel. ¿Tienen miedo a morir? Odio a los cobardes”, dijo Dela Rosa a los carceleros, de acuerdo con los informes de prensa.

Los comentarios de Dela Rosa no han sorprendido. Como jefe de policía, desplegó las fuerzas que han librado la sanguinaria “guerra contra las drogas” del presidente Rodrigo Duterte. Esa campaña se ha centrado principalmente en los habitantes de barrios marginales urbanos y ha resultado en la muerte de más de 12.000 presuntos narcotraficantes y consumidores de drogas, incluidos niños, por parte de la policía y patrullas urbanas respaldadas por la policía.

Dela Rosa fue un ferviente partidario de la campaña antidrogas que Duterte lanzó después de asumir la presidencia en junio de 2016. Rechazó las preocupaciones sobre el creciente número de víctimas mortales de las operaciones policiales y dijo que las muertes eran prueba de un enfoque policial de “tolerancia cero” de cara a los delitos de drogas. Rechazó enérgicamente los llamamientos de legisladores para que se abriese una investigación de los asesinatos, asegurando que “perjudica la moral” de los agentes de policía. También ha rechazado las demandas de rendición de cuentas por las muertes causadas por la guerra contra las drogas, y ha dicho que está dispuesto a enfrentar un enjuiciamiento por su papel. Dela Rosa, Duterte y otros altos funcionarios implicados en incitar e instigar los homicidios de presuntos narcotraficantes se enfrentan a un mayor escrutinio internacional por su papel en posibles crímenes de lesa humanidad.

Los comentarios de Dela Rosa sugieren que aplicará el mismo desprecio por el Estado de derecho y la rendición de cuentas que definió su mandato como director general de la Policía en su nuevo cargo como jefe del Departamento de Prisiones. Pero debe estar al corriente de que la Corte Penal Internacional ha puesto en marcha un examen preliminar de los asesinatos de la guerra contra las drogas, y probablemente consideraría cualquier extensión de esa campaña letal en las cárceles filipinas. Cualquier asesinato de este tipo probablemente también contribuirá a la creciente presión en las Naciones Unidas para que se lance una investigación independiente de la ONU. Estos hechos sugieren que, tarde o temprano, Dela Rosa deberá rendir cuentas por su continuo papel en la sangrienta campaña que sigue respaldando celosamente.

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