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El 17 de enero de 2014, el presidente de EE.UU., Barack Obama, pronunció un discurso en el Departamento de Justicia de EE.UU. sobre las prácticas de vigilancia electrónica de Estados Unidos. He aquí la reacción de Human Rights Watch:

El presidente Obama anunció hoy una serie de anticipadas reformas a los programas de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), pero se quedó corto en cuestión de las preocupaciones en materia de derechos humanos: entre otros, la recopilación masiva de datos de personas en todo el mundo, incluido EE.UU., y la concesión de derechos claros a los extranjeros contra la vigilancia injustificada de EE.UU.

En concreto, en el programa de recopilación masiva de metadatos, el presidente dijo que el gobierno ya no debería encargarse de la compilación en masa de metadatos telefónicos. Pero no conocemos los detalles de cómo el gobierno dejará de controlar este programa, y todavía está por verse si es una opción viable. Además, todavía hay importantes preguntas pendientes sobre por qué la recolección masiva de datos sigue siendo necesaria, dado que esta recopilación en masa por la NSA no ha demostrado ser crucial para prevenir un ataque terrorista. El presidente tampoco se pronunció acerca de los demás programas de colección masiva que podrían estar llevándose a cabo bajo la Sección 215.

El presidente anunció dos medidas importantes pero provisionales: las consultas quedarán sujetas al control judicial y el acopio se limitará a dos “saltos” del blanco, en lugar de tres.

Nos complace ver que el presidente reconociera que EE.UU. debe respetar la privacidad, independientemente de dónde se encuentren los individuos. Pero las reformas que presentó sólo limitan los usos de la información recopilada. Las propuestas hacen muy poco para limitar la recolección, lo que deja la puerta abierta a la continua vigilancia indiscriminada de personas en el extranjero. Estamos de acuerdo en que la forma en que esta información es utilizada debe ajustarse mejor a las normas que se aplican a los ciudadanos estadounidenses, pero es necesario aplicar garantías más sólidas también a la recopilación. Además, nada en su discurso o directiva hizo alusión a concederles a las personas en el extranjero cualquier derecho que sea vinculante para proteger su privacidad.

La mayoría de las salvaguardas que Obama anunció hoy sólo se aplican a cómo y cuándo la NSA y otros pueden acceder a los datos. ¿Cuál es la garantía de que EE.UU. espiará esas comunicaciones sólo en casos que supongan verdaderas amenazas de seguridad nacional?

El discurso de Obama no dejó eso claro. Dudo que la gente en Alemania o Brasil, o incluso EE.UU., vaya a estar satisfecha con la aplicación de unos nuevos controles difíciles de evaluar sobre cómo la inteligencia de EE.UU. utiliza la información, pero sin llevar a cabo ningún cambio en el hecho de que EE.UU. sigue recogiendo información sobre cientos de millones de personas.

En el mundo actual, donde 150 millones de correos electrónicos se entrecruzan en el mundo a diario, no tiene sentido contar con diferentes estándares basados ​​en distinciones geográficas ni nacionalidades. Internet no tiene fronteras. Aquellos que se encuentran fuera de las fronteras de EE.UU. tienen el mismo interés y el mismo derecho a la privacidad que aquellos que se encuentran en el país. EE.UU. tiene que reconocer esto o estará dando luz verde a otros gobiernos para que emprendan sus propios programas de vigilancia masiva.

La noción de que de alguna manera es adecuado recopilar amplias cantidades de las comunicaciones de personas en todo el mundo y a continuación sólo imponer límites indefinidos y desconocidos a la forma en que esta información es accedida debe ser cuestionada. El concepto sigue siendo totalmente arbitrario e indiscriminado. Millones de personas dependen de Internet para sus comunicaciones diarias. EE.UU. no debería utilizar su posición de dominio en la Internet global para justificar esta invasión masiva en los derechos de privacidad, o perderá rápidamente esa posición.

 

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