Los soldados ugandeses han torturado y ejecutado ilegalmente a civiles durante operaciones para aplicar la ley en la región de Karamoja, señaló Human Rights Watch en un informe hecho público hoy. Los esfuerzos del gobierno para remediar y prevenir estos abusos son prometedores pero insuficientes.
Las comunidades pastorales de la remota y semiárida región ugandesa de Karamoja luchan contra la pobreza, la sequía frecuente y la delincuencia. Los robos habituales de ganado a mano armada cometidos por los Karamajong cobran incontables vidas cada año. En mayo de 2006, el ejército ugandés lanzó una campaña de desarme mediante “acordonamientos y registros” con la intención de imponer la ley y el orden en la región.
“El gobierno ugandés tiene todo el derecho a quitarle las armas a los ciudadanos ordinarios”, señaló Elizabeth Evenson, investigadora del informe y becaria Sandler para la división de África de Human Rights Watch. “Pero sus soldados siguen obligados a acatar las leyes”, agregó.
El informe de 97 páginas, “Get the Gun!: Human Rights Violations by Uganda’s National Army in Law Enforcement Operations in Karamoja Region” (¡Agarra el arma!: Violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército Nacional de Uganda en operaciones para establecer la ley en la región de Karamoja), está basado en una cincuentena de declaraciones de testigos directos de estas operaciones realizadas por las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda (UPDF, por sus siglas en inglés) entre septiembre de 2006 y enero de 2007, y en las visitas a los escenarios de seis de estas prácticas.
Los testigos presenciales describieron a Human Rights Watch incidentes en los que los soldados dispararon contra menores y mataron a tres de ellos; utilizaron vehículos blindados para derribar dos granjas; y, en varias ocasiones, golpearon severamente y detuvieron arbitrariamente a hombres en instalaciones militares para obligarlos a revelar la ubicación de armas.
En el mismo período, los Karamajong también asesinaron a docenas de soldados durante enfrentamientos armados o emboscadas.
En las operaciones de acordonamiento y registro, los soldados normalmente rodean las granjas en medio de la noche, y al amanecer obligan a los residentes a salir para registrar sus casas en busca de armas.
En octubre de 2006, las UPDF impusieron controles más estrictos sobre sus fuerzas tras un incidente especialmente violento en el que resultaron muertos un número desconocido de soldados y al menos 48 civiles,—seis de ellos se presume fueron ejecutados sumariamente.
En los últimos meses, las operaciones de acordonamiento y registro han sido claramente menos violentas y se han acompañado de bastante menos denuncias de abusos. Un nuevo informe del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos también encontró una disminución en las violaciones durante el período de abril a agosto de 2007, así como una reducción en la delincuencia debido al aumento de las iniciativas para establecer la ley de las UPDF.
Sin embargo, el informe del Alto Comisionado de la ONU también concluyó que las violaciones a derechos humanos continúan, mismas que incluyen ejecuciones ilegales, golpizas y detenciones arbitrarias.
A Human Rights Watch le sigue preocupando el hecho de que muy pocos soldados se han llevado a la justicia por las graves violaciones de los derechos humanos cometidas durante las operaciones de desarme. A pesar de la mejora en el rendimiento de cuentas por parte del ejército ugandés, Human Rights Watch instó al gobierno a que ofrezca una respuesta más sistemática a las violaciones de los derechos humanos.
En septiembre de 2007, en respuesta a una carta en la que Human Rights Watch exponía las conclusiones fundamentales de este informe, la oficina del vocero del Ministerio de Defensa/UPDF de Uganda negó la existencia de cuatro de las operaciones militares descritas en el documento. La respuesta del gobierno se incluye íntegramente en el informe.
“Es bueno que el gobierno ugandés esté intentando controlar a sus soldados durante las operaciones de desarme, pero se siguen cometiendo abusos”, señaló Evenson. “Si estos agravios siguen sin reconocerse y castigarse, serán inevitables nuevas violaciones”, agregó.
El gobierno ugandés será el anfitrión de la Reunión de Jefes de Estado de la Commonwealth, que se celebra cada bienio y tendrá lugar en Kampala del 23 al 25 de noviembre de 2007.
“Como sede de la cumbre de la Commonwealth, Uganda debe demostrar su compromiso con los valores de la Commonwealth en materia de derechos humanos y el estado de derecho garantizando que sus soldados respeten los derechos humanos durante las operaciones en Karamoja”, señaló Evenson.
Testimonios extraídos del informe
Este hombre estuvo detenido en una instalación militar durante dos semanas y fue golpeado severamente mientras se le cuestionaba sobre el paradero de unas armas:
“Los soldados preguntaron: ‘¿Por qué están aquí?’ Les dijimos: ‘No sabemos por qué estamos aquí’. Y nos dijeron: ‘Están aquí porque queremos el arma’… Si les dices: ‘No sé nada del arma’, los soldados agarran el garrote y empiezan a pegarte… Dicen: ‘¡Agarra el arma! ¡Agarra el arma!’”
Este hombre también estuvo detenido en una instalación militar. Fue encerrado en un pozo:
“Estaba sediento. [Los soldados] no me daban nada de beber… Estábamos desnudos allí adentro en medio de la humedad de la noche. Estuvimos encerrados en el pozo desde la mañana hasta la mañana siguiente”.
Soldados dispararon contra estos dos niños cuando huían de una operación de acordonamiento y registro en su aldea:
“Salimos de la aldea con nuestros padres. Estaba siguiendo a mi madre y a mi padre cuando me dispararon. Mi madre recibió un disparo delante de mí y cayó al suelo. Después yo recibí un disparo… Una bala me atravesó los dedos”.
“Escuché los vehículos del ejército y salí corriendo. Estaba intentado huir, pero vi que los soldados ya estaban rodeando [la granja]. Ni siquiera me di cuenta de que me habían disparado hasta que caí y vi la sangre”.
Este anciano estaba lisiado y no pudo salir de su casa cuando entraron los soldados para realizar un registro y lo golpearon:
“Cuando me quedé, los soldados entraron al pueblo. Un soldado me apuntó con el arma y quería dispararme, pero el comandante lo detuvo. Otro grupo [de soldados] llegó y dijo: ‘¿Por qué estás aquí?’ Les dije: ‘Estoy lisiado’. Estos dos soldados empezaron a pegarme. Los soldados me golpearon con la culata del arma en la cabeza. Después sacaron una bayoneta y empezaron a clavármela. Me la encajaron tres veces en la cabeza. También me golpearon con un garrote en la pierna. Sólo los jóvenes me golpearon. El [comandante] ya les había dicho que no tenía un arma. Hasta me patearon en la boca. Empecé a sangrar. Todavía me sale pus por la nariz”.
Esta mujer explicó a Human Rights Watch su frustración con los métodos empleados por los soldados durante las operaciones de acordonamiento y registro:
“Si los soldados quieren venir y registrar, me parecería bien si lo hicieran amablemente y el comandante entrara [a la manyatta, una granja tradicional]. Pero ahora el comandante se queda fuera y sólo entran los muchachos. Después niegan a los comandantes que [la mala conducta] hubiera ocurrido”.