Con demasiada frecuencia, los miles de niñas y niños no acompañados que llegan a tierras extranjeras sin padres ni tutores se encuentran atrapados en su condición de migrantes, con funcionarios que prestan poca atención a sus necesidades y a los riesgos a los que se enfrentan como menores. Se les puede negar el acceso a servicios médicos adecuados y a la educación; sufren abusos y malos tratos por parte de la policía, los guardias y otros detenidos; y no pueden solicitar asilo. Pueden languidecer en centros de detención, en condiciones que a menudo son degradantes e inhumanas, y muchos son recluidos en celdas con adultos que no tienen ninguna relación con ellos. Los niños y niñas detenidos, sobre todo durante largos periodos sin liberación a la vista, sufren consecuencias duraderas, tanto física como mentalmente. La detención puede crear nuevos traumas y agravar los anteriores.

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