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¿Qué une a la humanidad?

Boletin informativo, 7 de diciembre de 2023

Eleanor Roosevelt sostiene la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), Nueva York, 1948.  © United Nations Photo/Flickr

Ayer, en una breve entrevista para Radio Nacional de España, me preguntaron por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que el domingo cumple 75 años.

"¿Sigue siendo importante?", fue la primera pregunta. Sobre todo teniendo en cuenta las atrocidades y otros horrores contra los derechos humanos que vemos hoy en día, y en los últimos tres cuartos de siglo. ¿Sigue siendo relevante la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Me preocupa que mi respuesta al periodista no haya reflejado mis verdaderos sentimientos. Después de pensarlo un poco más, así es como debería haber respondido...

La humanidad está dividida por muchas cosas y siempre lo estará.

Puede que encuentres consuelo en tu religión, tu cultura y tu lengua, estos y otros elementos de ti mismo que se derivan de tu nacimiento y educación. Pero, ¿qué son estos elementos específicos para otros que han nacido en otro lugar y se han criado de forma diferente? Inevitablemente, tienen menos significado para ellos.

Por supuesto, puedes (y debes) respetar las tradiciones de los demás, pero es improbable que alguna vez te sientas parte de ellas, que alcances un sentido completo de solidaridad con ellas. Nunca podrás apreciar plenamente la profundidad del apego que sienten por sus tradiciones, del mismo modo que tus tradiciones nunca guiarán a los demás como te guían a ti.

En esta profundidad de la diversidad humana, es demasiado fácil que estas cosas nos dividan, y con frecuencia de forma destructiva. Para que la humanidad no caiga una y otra vez en la barbarie provocada por los miedos mezquinos y los odios oscuros que siempre nos acechan, debemos preguntarnos: ¿qué nos une? ¿Qué hay de universal en nosotros?

Para mí, ésta es precisamente la razón por la que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es tan importante. Nos afecta más de cerca que las diferencias superficiales provocadas por el nacimiento y la geografía. Hay algo que nos hace humanos que es más fundamental que la lengua que hablamos o los dioses en los que creemos.

En sus 30 artículos puestos por escrito en 1948 - inmediatamente después de una inhumanidad nunca antes imaginada - vemos 30 derechos y libertades que nos pertenecen a todos. Son 30 puntos en los que seguramente todos podemos estar de acuerdo y que hablan, como dice el preámbulo de la Declaración, "de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos".

Del Artículo Primero: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos".

Del Artículo Dos: "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición."

Del Artículo Tercero: "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona".

Del Artículo Cuarto: "Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre".

Del artículo quinto: "Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes".

Y otros 25... Estos son los principios básicos, por supuesto, pero forman la base de aquello en lo que todos podemos estar de acuerdo, independientemente de nuestro lugar de origen y de las tradiciones en las que nos hayamos educado.

También podemos estar todos de acuerdo en otra cosa: la Declaración Universal de los Derechos Humanos aún no se ha convertido, como esperaba Eleanor Roosevelt, que presidió su comité de redacción, en "la Carta Magna internacional de todos los hombres del mundo".

Pero eso no es culpa de los redactores de la Declaración hace 75 años.

Es culpa nuestra.

"¿Sigue siendo importante?", me preguntó ayer un periodista, y la respuesta es: importa cuando nosotros hacemos que importe. Un documento que se deja acumulando polvo no sirve de nada a nadie, y considerarlo irrelevante sólo conseguiría que así fuera. Debemos esperar que importe y no dejar de exigir a nuestros políticos que lo cumplan.

Para conmemorar el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debemos insistir en que no sólo se celebre anualmente, sino que se ponga en práctica a diario.

 

 

 

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