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(Nueva York, 10 de octubre de 2008) – Los gobiernos del mundo entero, incluyendo los de países de ingresos bajos y medios, deben actuar urgentemente para detener el sufrimiento innecesario de millones de personas a causa de dolor severo pero tratable, declaró Human Rights Watch hoy, en ocasión del Día Mundial del Cuidado Paliativo y de Hospicio, que se conmemorará el 11 de octubre.

Decenas de millones de personas en todo el mundo padecen de dolor agudo debido al cáncer, el VIH y el sida, como también otras condiciones de salud. Aunque la mayor parte del dolor puede tratarse eficazmente con medicamentos baratos, en muchos países la inacción u obstrucción de los gobiernos niega a sus víctimas el acceso al tratamiento del dolor.

“Permitir que millones de personas sufran innecesariamente cuando su dolor puede ser tratado con eficacia viola su derecho al más alto nivel posible de salud”, dijo Diederik Lohman, investigador principal del programa VIH/sida de Human Rights Watch. “Los diseñadores de políticas de todo el mundo pueden y deberían afrontar esto”.

El 80 por ciento de las personas del mundo carece de acceso adecuado a tratamiento del dolor, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ello a menudo se debe a esfuerzos fervorosos de control de drogas y a una deficiente capacitación del personal de salud.

El dolor severo es un síntoma común del cáncer, el VIH/sida y otras condiciones que amenazan la vida, especialmente en las etapas más avanzadas. Se estima que siete millones de personas mueren de cáncer cada año y más de dos millones a causa del sida. Hasta el 80 por ciento de estas personas pueden sufrir dolor agudo, algunas durante meses.

Los países de ingresos bajos y medios – donde residen la mitad de pacientes con cáncer y el 95 por ciento de las personas que viven con el VIH en el mundo – representan apenas el seis por ciento del uso mundial de morfina, el fármaco seguro y barato que, según la OMS, es absolutamente indispensable para el tratamiento del dolor severo. También en algunas naciones industrializadas se reportan problemas considerables en el acceso al tratamiento del dolor.

De conformidad con las convenciones internacionales sobre el control de estupefacientes y según los tratados de derechos humanos, los países están obligados a asegurar la disponibilidad de narcóticos para el tratamiento del dolor. Aun así, numerosas naciones no han respondido con medidas políticas apropiadas, a pesar de los repetidos recordatorios de los organismos de las Naciones Unidas para el control de drogas y de la OMS.

“La falla del liderazgo es una causa principal de la brecha en el tratamiento del dolor”, dijo Lohman. “Sabemos cómo tratar el dolor y es barato producir y distribuir los fármacos esenciales. Lo que falta es la voluntad y el compromiso para mejorar el acceso. Los gobiernos no deben quedarse de brazos cruzados mientras la gente sufre”.

Numerosos estudios identifican los siguientes problemas comunes:

Muchos países no reconocen el cuidado paliativo y el tratamiento del dolor como prioridades en la atención de salud, carecen de políticas pertinentes, nunca han evaluado la necesidad del tratamiento para el dolor ni examinado cuán adecuadamente se satisface esa necesidad; tampoco han analizado las barreras a dicho tratamiento.

Las regulaciones para el control de narcóticos o las prácticas de aplicación de éstas en numerosos países imponen restricciones innecesarias que limitan el acceso a la morfina y a otros analgésicos opiáceos. Crean procedimientos excesivamente engorrosos para la adquisición, custodia y prescripción de estos medicamentos y en ocasiones desalientan al personal de salud a prescribir narcóticos por temor al escrutinio de las autoridades.

En muchas naciones, los currículos de las escuelas de enfermería no incluyen instrucción sobre el cuidado paliativo y el tratamiento del dolor, lo que significa que muchos trabajadores de la salud tengan una opinión equivocada acerca de la morfina y carezcan de conocimientos y habilidades para tratar adecuadamente el dolor.

Estas fallas resultan en un sufrimiento innecesario de personas con dolor moderado a severo y de sus familias. Por ejemplo:

Un hombre que vive con el VIH en la India describió a Human Rights Watch cómo no recibió tratamiento para el dolor agudo que padecía cuando se le desarrolló tuberculosis medular en 2007. En la clínica local para el sida, donde ya estaba recibiendo terapia antirretroviral, los médicos le dieron tratamiento para la tuberculosis y dijeron que, conforme éste progresara, el dolor desaparecería automáticamente. Sin embargo, pasaron meses antes de que el dolor empezara a reducirse.

En septiembre de 2008, una mujer en Colombia publicó un anuncio clasificado en un periódico local que decía: “El cáncer nos está matando. El dolor me está matando porque desde hace varios días no he logrado encontrar morfina inyectable en ningún lugar. Por favor, señor Ministro de Salud, no nos haga sufrir más”. Durante varios meses, esta mujer no había podido conseguir un suministro estable de morfina para tratar el dolor de su hija pues no estaba disponible en las farmacias.

Un médico de un hospicio en Kenia dijo a Human Rights Watch en 2007: “Los médicos le temen a la morfina. ... Los doctores [en Kenia] están tan acostumbrados a que los pacientes mueran con dolor... piensan que así es como debes morir. Se muestran suspicaces si no mueres de esta manera – y sienten] que tu muerte fue prematura”.

No obstante, varios países de ingresos bajos y medios han avanzado considerablemente en poner a disposición el tratamiento del dolor. Por ejemplo, Rumania, Uganda y Vietnam han desarrollado políticas para el cuidado paliativo en años recientes, han empezado a modificar regulaciones y prácticas de aplicación problemáticas en materia de narcóticos e iniciado programas de capacitación para el personal médico y de enfermería.

“Rumania, Uganda y Vietnam han mostrado convincentemente que, con liderazgo, los países de ingresos bajos y medios pueden hacer progresos importantes en cerrar la brecha del tratamiento para el dolor”, dijo Lohman. “Otros países deberían seguir su ejemplo”.

El proceso continuo de revisión de las políticas sobre drogas en la Comisión de Estupefacientes, el principal órgano de las Naciones Unidas que se ocupa de las políticas internacionales referidas a drogas, es una oportunidad para establecer metas ambiciosas y medibles encaminadas a mejorar el acceso al tratamiento del dolor. La inclusión de una referencia al tratamiento del dolor en las conclusiones de una reunión reciente en Viena sobre la reducción de la demanda de drogas ilícitas es un importante primer paso, pero se debe hacer más.

Human Rights Watch exhorta a todos los países a desarrollar e implementar políticas sobre cuidados paliativos y tratamiento del dolor, si es que aún no lo han hecho; a revisar sus regulaciones de narcóticos a fin de asegurar que no interfieran en el uso médico de la morfina y otros medicamentos opiáceos, así como a garantizar que el tratamiento paliativo y del dolor se incluya en los currículos de capacitación para el personal médico y de enfermería.

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