El gobierno separó a cientos de miles de niños de sus familias. Lo hizo sistemáticamente y con violencia. A menudo, las autoridades sometieron a estos niños a trabajos forzados, hambre y abusos sexuales, físicos y psicológicos. A veces incluso mataban a estos niños y los enterraban en tumbas sin nombre.
Todo esto ocurrió en Estados Unidos.
Durante siglo y medio, el gobierno federal estadounidense dirigió el sistema de los llamados "internados indios", gestionados en colaboración con instituciones religiosas. Había 408 internados de este tipo diseñados para alejar a los niños de sus familias, separarlos de sus comunidades y sus tierras e intentar reescribir su cultura.
La intención declarada del programa, que funcionó de 1819 a 1969, era coger a un niño indígena, "matar al indio que lleva dentro y salvar al hombre".
Las investigaciones en curso están revelando el alcance de los abusos. Muchas de las muertes fueron encubiertas. Sin embargo, el Departamento del Interior de EE.UU. afirma que es probable que el número de niños asesinados sea "de miles o decenas de miles".
Sin embargo, al igual que otros aspectos sombríos de la historia de Estados Unidos, incluso de la historia reciente, el sistema de internados indios sigue siendo desconocido para muchos estadounidenses en la actualidad.
Algunas personas están intentando cambiar esta situación.
Los supervivientes de los internados y los defensores de los indígenas han estado trabajando con los legisladores del Congreso de Estados Unidos para impulsar una legislación federal que establezca una Comisión de la Verdad y la Sanación para examinar toda la gama de abusos en el sistema de internados.
La nueva comisión federal documentaría las repercusiones de las políticas de los internados, celebraría audiencias públicas para recoger testimonios de supervivientes y descendientes, y examinaría la localización de los niños desaparecidos. Su objetivo sería ofrecer una lista de recomendaciones para seguir sanando.
Todo esto debería haberse hecho hace mucho tiempo por muchas razones, pero quizá la más importante es que no se trata de historia antigua, sino de memoria viva. El legado de este sistema cruel y asesino sigue haciéndose sentir entre los pueblos indígenas de Estados Unidos en la actualidad: traumas intergeneracionales, mayores índices de pobreza y pérdida de la lengua, la tierra, las tradiciones y la cultura.
Es hora de que Estados Unidos afronte la verdad sobre este oscuro capítulo de la historia del país.