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Por Ken Roth
(Davos) - Este año, la reunión del Foro Económico Mundial en Davos se centra en los desafíos de la gobernanza global. ¿Son las instituciones internacionales capaces de abordar los problemas actuales a la luz de los recientes cambios en el poder mundial? ¿Cómo serán percibidas estas instituciones cuando países emergentes como Brasil, India y Sudáfrica tengan un asiento en la mesa?

Las recientes elecciones al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas nos dan una idea del futuro. Para el próximo año, Brasil, India y Sudáfrica tendrán un asiento en el consejo de 15 miembros, y los tres aspiran a convertirse en miembros permanentes. ¿Cómo se comportarán? En particular, me pregunto, ¿unirán esfuerzos para defender los derechos humanos? Hay motivos de esperanza como de aprehensión.

Los tres son democracias genuinas con constituciones que garantizan los derechos básicos. Eso sugeriría simpatía hacia los demás frente a la privación de sus derechos. Por desgracia, cuando se trata de su política exterior, los tres gobiernos son a menudo escépticos e incluso hostiles a la aplicación de los derechos humanos. A primera vista, esto es sorprendente, porque a pesar de que estos gobiernos son a veces criticados por su historial de derechos humanos, los tres se beneficiaron en el pasado de la atención del movimiento de internacional de derechos humanos - para luchar contra el apartheid en Sudáfrica, la dictadura militar en Brasil y el colonialismo en la India.

En lo que respecta al Consejo de Seguridad, una de las razones a veces citada por la desconfianza de estos gobiernos hacia la aplicación de los derechos humanos es la naturaleza poco representativa del Consejo. Los asientos permanentes y el poder de veto que mantienen Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos son un reflejo de las relaciones de poder existentes cuando se fundó la ONU, después de la segunda guerra mundial. Otros gobiernos comprensiblemente desean que estos privilegios sean reubicados para que reflejen de mejor manera la era moderna. Hasta entonces, abogan por una visión estrecha de los poderes del Consejo a favor de los organismos más representativos de la ONU, como la Asamblea General o el Consejo de Derechos Humanos.

Sin embargo, prevenir y detener las atrocidades en masa se ha convertido en una tarea central del Consejo de Seguridad - ampliamente reconocida como esencial para cumplir con su tradicional papel en la lucha contra las amenazas a la paz y la seguridad internacionales. Y, en cualquier caso, Brasil, India y Sudáfrica no han apoyado consistentemente el respeto a los derechos humanos, incluso en la Asamblea General y el Consejo de Derechos Humanos.

Cabe entonces la pregunta, ¿por qué estas potencias emergentes no hacen más para defender los derechos humanos en el extranjero? La política exterior de los tres gobiernos parece a veces inspirada en una visión del mundo que ve a los derechos humanos como un esfuerzo "imperialista", incluso cuando los beneficiarios son personas comunes en el hemisferio sur. Esta opinión se deriva de la Guerra Fría, cuando muchos defensores de los derechos humanos fueron gobiernos occidentales, y el apoyo que brindaban, a menudo selectivamente, ponían en tela de juicio sus intenciones. Muchos miembros del movimiento no alineado en esa época tendían a identificarse con los dirigentes del sur, sin importar cuán represivos fuesen, en lugar de sus víctimas.

La selectividad, y su corolario de excepcionalidad, sigue siendo un problema de hoy, pero el entorno político mundial ha cambiado sustancialmente, con la proliferación de organizaciones de derechos humanos en todo el hemisferio sur. Sin embargo, Brasil, India y Sudáfrica siguen a menudo actuando en su política exterior como si los derechos fuesen una preocupación estrictamente occidental, aceptando atrocidades en otros lugares que no toleraría en casa.

Esta tendencia se ve agravada por el liderazgo desempeñado dentro del movimiento no alineado de ciertos gobiernos represivos como Argelia, Egipto y Sri Lanka, todos los cuales tienen un fuerte interés en el debilitamiento de la aplicación de los derechos humanos. Asimismo, las solicitudes de apoyo de Brasil, India y Sudáfrica en su búsqueda de representación permanente en el Consejo de seguridad, incluso de los gobiernos abusivos que conforman una gran parte de los votos necesarios, sólo refuerza esta preocupación por el respeto de los derechos humanos.

El reto ahora es arrojar luz sobre cómo estos tres gobiernos desarrollan su política exterior. Las audiencias nacionales de estos países prestan a menudo poca atención a las preocupaciones de política exterior. Pero cuando la política exterior ha sido sometida al escrutinio público, estos gobiernos han tendido a responder de una manera más a favor de los derechos humanos, dada la dificultad que enfrentan para justificar las significativas discrepancias entre los valores defendidos en el país y el extranjero.

Por ejemplo, bajo un escrutinio más riguroso, Brasil pasó de la abstención al apoyo en un resolución crítica sobre Corea del Norte; Sudáfrica se sobrepuso a su renuencia inicial de defender los derechos de gais y suavizó su oposición a la justicia internacional; y la India desempeñó un papel más constructivo en Irán. Human Rights Watch está alentando a un mayor escrutinio de los tres países.

El mundo está cambiando rápidamente, y las potencias emergentes merecen un lugar en la mesa de las instituciones de gobernanza mundial. Pero con ese nuevo papel global deberían llegar más responsabilidad en torno a las normas mundiales, incluyendo de derechos humanos.

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