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Aumento del trabajo infantil por la pandemia de Covid-19

Niños y niñas en Ghana, Nepal y Uganda describen jornadas extenuantes y una remuneración insignificante

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Over the last two decades, countries have made remarkable progress reducing child labor. Since 2000, the number of children in child labor has dropped by 94 million. 

In many countries, governments provided families with cash allowances, so that they could meet their needs without sending their children to work. 

But the impact of the Covid-19 pandemic is reversing that progress.

Families have lost jobs and income, and schools have closed.

In countries like Nepal, Ghana, and Uganda, children have gone to work to help their families put food on the table.

Many work long, grueling hours for very little pay, if they are paid at all.

Some work under hazardous conditions, handling toxic mercury to process gold, or suffer injuries from working with dangerous tools.

Once working, many children will never return to school.

But child labor is not inevitable.

Before the pandemic, cash allowances for families helped many countries reduce poverty and child labor rates.

Now, governments should expand cash allowances to help support families hit hard by the pandemic, and to protect children’s rights to an adequate standard of living, to education, and to protection from child labor.

  • El impacto económico sin precedentes de la pandemia de Covid-19 ha puesto a niños y niñas en una situación de trabajo infantil bajo condiciones peligrosas y de explotación.
  • Muchos niños y niñas creen no tener otra opción más que trabajar para ayudar a sus familias a subsistir, pero el aumento del trabajo infantil no es consecuencia inevitable de la pandemia.
  • Los gobiernos y los donantes deben priorizar las ayudas en efectivo destinadas a las familias para que estas puedan mantener un nivel de vida adecuado sin recurrir al trabajo infantil.

(Nueva York) – El impacto económico sin precedentes que ha tenido la pandemia de Covid-19, combinado con el cierre de escuelas y la asistencia insuficiente por parte de los gobiernos, está empujando a niños y niñas a una situación de trabajo infantil en condiciones peligrosas y de explotación, señaló Human Rights Watch en un informe que se presentó hoy previo al Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se conmemora el 12 de junio de 2021. Los gobiernos y los donantes deben priorizar las asignaciones de efectivo destinadas a las familias para proteger los derechos de los niños y niñas a fin de que las familias puedan mantener un nivel de vida adecuado sin recurrir al trabajo infantil.

El informe de 69 páginas, ‘I Must Work to Eat’: Covid-19, Poverty, and Child labor in Ghana, Nepal, and Uganda” (“Tengo que trabajar para comer: Covid-19, pobreza y trabajo infantil en Ghana, Nepal y Uganda”), fue publicado en forma conjunta con la organización Initiative for Social and Economic Rights (ISER) en Uganda y con Friends of the Nation en Ghana. Los investigadores analizaron el aumento del trabajo infantil y la pobreza durante la pandemia de Covid-19 y el impacto que esta tiene en los derechos de los niños y las niñas. Numerosos menores describieron jornadas extenuantes y prolongadas de trabajo a cambio de una remuneración exigua, después de que sus padres perdieran sus empleos o fuentes de ingresos debido a la pandemia y a los confinamientos que se impusieron para contenerla. Muchos describieron condiciones de trabajo riesgosas y algunos señalaron sufrir violencia, acoso y el robo de sus salarios.

“Muchos niños y niñas creen no tener otra opción más que trabajar para ayudar a sus familias a subsistir, pero el aumento del trabajo infantil no es una consecuencia inevitable de la pandemia”, explicó Jo Becker, directora de promoción de los derechos de niños y niñas de Human Rights Watch. “Los gobiernos y los donantes deben incrementar las asignaciones de efectivo destinadas a las familias para mantener a los niños alejados del trabajo infantil en condiciones peligrosas y de explotación, y para proteger sus derechos a la educación y a un nivel de vida adecuado”.

Los investigadores entrevistaron a 81 niños y niñas que trabajan, algunos de apenas 8 años, en Ghana, Nepal y Uganda. Estos niños trabajaban en hornos de ladrillos, fábricas de alfombras, minas de oro,  canteras y en los sectores de pesca y agricultura. Algunos se desempeñaban como mecánicos, conductores de bicitaxis o en la construcción, mientras que otros vendían artículos en las calles.

La gran mayoría de los niños y niñas entrevistados manifestaron que la pandemia y los confinamientos habían repercutido de manera negativa en los ingresos de sus familias. Sus padres perdieron el empleo por el cierre de actividades, no pudieron acceder a mercados por las restricciones al transporte o perdieron clientes por la contracción de la economía. Muchos niños y niñas ingresaron a la fuerza laboral por primera vez para ayudar a mantener a sus familias. Algunos dijeron haber tomado la decisión de trabajar porque sus familias no tenían comida suficiente. Hubo niños que siguieron trabajando incluso después de que la situación mejoró relativamente.

“Empecé a trabajar porque estábamos realmente mal”, dijo una niña de 13 años en Uganda a ISER. “El hambre era demasiada como para quedarnos sentados esperando”.

Algunos niños y niñas contaron haber realizado trabajos que, a todas luces, eran peligrosos. En Uganda y Ghana, los niños que trabajaban en minas refirieron que cargaban bolsas pesadas con minerales, trituraban las piedras con martillos, aspiraban el polvo y los gases de las máquinas procesadoras y manipulaban mercurio tóxico para separar el oro del mineral. En los canteros, algunos niños señalaron haber sufrido lesiones causadas por las piedras que salían disparadas y que incluso se les incrustaban partículas filosas en los ojos. Varios niños mostraron a los investigadores los cortes provocados por herramientas similares a machetes que usaban para despejar los terrenos o por los bordes filosos de las cañas de azúcar. Otros contaron que llevaban cargas pesadas.

En cada uno de estos tres países, más de un tercio de los niños y niñas entrevistados trabajaban al menos diez horas al día, y algunos de ellos todos los días de la semana. Varios niños en Nepal afirmaron que trabajaban 14 horas por día o más en fábricas de alfombras.

En su mayoría, recibían un salario ínfimo. Más de la cuarta parte manifestó que a veces los empleadores retenían los salarios o pagaban menos de lo prometido. En Ghana, un niño de 12 años contó que trabajaba 11 horas al día llevando pescado al mercado, pero le pagaban apenas 2 a 3 cedis por día (USD 0,34 a 0,52). “Hay muchos días que realmente paso hambre”, dijo a Friends of the Nation.

Los cierres de escuelas han contribuido a que aumente el trabajo infantil en todo el mundo. La mayoría de los niños y las niñas entrevistados tenían acceso limitado o nulo al aprendizaje a distancia. Algunos habían perdido la posibilidad de comidas gratuitas en la escuela. Había niños que abandonaron la escuela en forma permanente, mientras que otros siguieron trabajando incluso después de que reabrieran las escuelas.

Otros factores significativos que propician el trabajo infantil son la enfermedad, discapacidad o fallecimiento de algún padre. La tasa de muertes por Covid-19 a nivel mundial ha llegado a 3,3 millones, cientos de miles de niños y niñas perdieron a sus padres y muchos podrían verse obligados a trabajar para convertirse en el principal sostén económico de sus familias.

Antes de la pandemia, los países habían conseguido avances notables en la reducción del trabajo infantil. Según la Organización Mundial del Trabajo, la cantidad de niños y niñas que realizan trabajo infantil se redujo en aproximadamente 94 millones entre 2000 y 2016, lo cual supuso una disminución del 38 %. En muchos países que lograron reducir el trabajo infantil, los gobiernos otorgaron asignaciones de efectivo para ayudar a las familias y aligerar la presión que lleva a los niños a trabajar. Sin embargo, 1300 millones de niños y niñas —sobre todo en África y Asia— no están alcanzados por programas de ayudas de efectivo.

Los investigadores se centraron en Ghana, Nepal y Uganda porque han tenido avances considerables en la reducción de la pobreza y el trabajo infantil y, como países “pioneros”, se han comprometido a acelerar los esfuerzos orientados a erradicar el trabajo infantil para 2025, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Sin embargo, están relegados respecto de otros pares en la región en el uso de ayudas en efectivo como respuesta ante la crisis del Covid-19.

En respuesta a la pandemia de Covid-19, la gran mayoría de los países brindan asistencia de emergencia, incluida ayuda en efectivo para familias. No obstante, en muchos casos la asistencia no ha alcanzado a cubrir las necesidades. La mayoría de los programas de ayudas en efectivo son a corto plazo o consistieron en un único pago.

“Para muchas familias con hijos, las asistencia gubernamental en respuesta a la pandemia no ha sido suficiente para protegerlas del trabajo en condiciones peligrosas y de explotación”, afirmó Becker. “En un contexto en el que millones de familias afrontan serias dificultades económicas por la pandemia, las ayudas en efectivo son más importantes que nunca para proteger los derechos de niños y niñas”.

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