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N’Djamena, Chad- “Incluso después de haber logrado escapar y vivir lejos de mi pueblo, sigo teniendo miedo”, nos contó en junio una joven de 17 años que logró huir del cautiverio de Boko Haram el año pasado. “Pienso muchas veces en la muerte”.

El estremecedor secuestro de 276 niñas de una escuela secundaria en Chibok, Nigeria, el pasado 14 de abril atrajo la atención de todo el mundo y puso en evidencia la brutalidad de la insurgencia islamista de Boko Haram. Un año después, las noticias no son muy esperanzadoras. Boko Haram todavía tiene recluidas a 219 de las estudiantes, así como otras niñas y mujeres, muchas de las cuales han sido obligadas a convertirse al Islam y a “casarse” con sus captores. En marzo, los medios de comunicación informaron que combatientes de Boko Haram habían secuestrado y huido con más de 400 mujeres y niños de la ciudad norteña de Damasak. Y muchas de las 57 estudiantes de Chibok que lograron escapar y otras fugitivas ahora viven en la desesperación.

Quedan muchas preguntas sin responder: ¿siguen vivas las niñas de Chibok que siguen recluidas? ¿Dónde están? ¿Por qué no han sido rescatadas? ¿Por qué ningún comandante de Boko Haram ha sido detenido y llevado ante la justicia?

Después del ataque de Boko Haram, los padres de las escolares y otros protestaron por lo que consideraron una respuesta lenta e indecisa por parte del gobierno nigeriano. En cuestión de semanas, la campaña en Twitter #BringBackOurGirls (Traigan de vuelta a nuestras niñas) se hizo viral, lo que obligó al gobierno nigeriano a prestar atención.

Pero tras innumerables tweets y promesas vacías, el fracaso de las fuerzas de seguridad nigerianas en rescatar a ninguna de las estudiantes de Chibok sigue siendo un hecho desgarrador. Las 57 niñas de Chibok que han vuelto o escaparon o fueron liberadas por sus captores; pero ninguna fue rescatada.

Las niñas que siguen en poder de Boko Haram afrontan abusos atroces. Poco después de los secuestros de Chibok, Human Rights Watch entrevistó a 30 mujeres y niñas, incluyendo 12 niñas de Chibok, que habían logrado escapar de su cautiverio. Aquellas que consiguieron fugarse de campos de Boko Haram nos contaron cómo los insurgentes las obligaron a convertirse al Islam, las violaron y las forzaron a “casarse” con combatientes de Boko Haram, algunos de los cuales eran décadas mayores que ellas.

Boko Haram obligaron a algunas de las niñas y mujeres secuestradas a participar en operaciones militares, incluso como terroristas suicidas. En diciembre, una terrorista suicida fue identificada como una joven de 16 años que fue secuestrada en noviembre de 2013. Una ex rehén nos contó entre lágrimas que había reconocido a la atacante, cuyo atentado junto con otra mujer mató a cinco personas, porque habían estado cautivas juntas.

Si bien algunas de las estudiantes de Chibok han regresado a la escuela con becas y han recibido ayuda psicosocial, son la excepción. La mayoría de las secuestradas que ahora están en libertad han recibido muy poco o ninguna ayuda y muy pocas han vuelto a casa. Chibok y otras aldeas y ciudades en el estado de Borno siguen siendo devastadas por los continuos ataques de Boko Haram.

La cultura del silencio, el estigma y la vergüenza en torno al abuso sexual en las áreas religiosamente conservadoras del norte de Nigeria han agravado el trauma y han disuadido a muchas de buscar ayuda. Una joven dijo que no pudo quedarse en Chibok porque sus vecinos se referían a ella y a otras fugitivas como “esposas de Boko Haram”. Finalmente, el estigma la llevó a trasladarse a un refugio lejos de su casa donde pudiera llevar una vida anónima.

En enero, la Unión Africana respaldó un grupo de trabajo multinacional para combatir a Boko Haram. Desde entonces, las fuerzas de seguridad nigerianas ayudadas por fuerzas de Camerún, Chad y Níger han expulsado a insurgentes de algunas áreas del noreste de Nigeria. Estas operaciones militares contra Boko Haram deberían tener como prioridades proteger a los civiles de nuevos ataques del grupo insurgente, acabar con los secuestros y rescatar a las mujeres que siguen recluidas.

Sin embargo, la acción militar por sí sola no resolverá la trágica situación que se está desencadenando en Nigeria. El nuevo gobierno recién electo debe asegurarse de que los abusos cometidos por sus fuerzas de seguridad en las operaciones contra Boko Haram sean investigadas y que los responsables rindan cuentas. El gobierno también debe garantizar que las ex rehenes que han logrado escapar de la brutalidad de Boko Haram y quieren reconstruir sus vidas reciban el tratamiento médico, la ayuda psicológica, las oportunidades educativas y los medios de subsistencia que necesitan.

“Mi padre lo intenta”, nos dijo la joven de 17 años. “Me anima a olvidarlo todo, pero para mí no es fácil. Por las noches tengo pesadillas horribles”.

Las mujeres y niñas de Nigeria merecen más que eso. Cuando hace poco que se ha cumplido el aniversario del masivo secuestro de Chibok, nuestra indignación no debe disminuir. No sólo debemos seguir apoyando los esfuerzos para rescatar a nuestras niñas de Chibok y otros pueblos y ciudades que han sido blanco de ataque, sino que también debemos ayudar a aquellas que han logrado escapar. Tal vez sea hora de crear un nuevo hashtag: #HelpTheEscaped (Ayuden a las que escaparon).

Mausi Segun es la investigadora de Nigeria de Human Rights Watch y Samer Muscati es un investigador de derechos de la mujer de Human Rights Watch que está trabajando con ella.

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