(Milán) – Los ciudadanos extranjeros que viven en Ucrania enfrentan un trato desigual y demoras al intentar huir de la guerra junto a cientos de miles de ucranianos, informó hoy Human Rights Watch. Las entrevistas a más de 35 ciudadanos extranjeros, muchos de ellos estudiantes internacionales, revelaron un patrón de obstrucciones o demoras a los extranjeros que intentaban abordar trenes o autobuses, aparentemente con el fin de priorizar la evacuación de mujeres y niños ucranianos.
Las autoridades ucranianas afirmaron tener conocimiento del problema y estar tomando medidas para que las personas extranjeras puedan salir del país. El 2 de marzo de 2022, el ministro de Relaciones Exteriores Dmytro Kuleba anunció en Twitter que el gobierno había establecido una línea de asistencia para los estudiantes extranjeros que quisieran irse de Ucrania.
“Se trata de una situación desgarradora para todos aquellos que intentan resguardarse; y todas las personas que tratan de escapar de la guerra, sin importar su procedencia, deberían poder hacerlo”, dijo Judith Sunderland, directora asociada para Europa y Asia Central de Human Rights Watch. “Las autoridades ucranianas no deben discriminar por motivos de nacionalidad o raza, y los países vecinos deben permitir el ingreso de todas las personas y reducir al mínimo la burocracia”.
A una semana de la invasión, en la que se evidencian graves violaciones al derecho de guerra, un millón de personas ha huido cruzando las fronteras hacia los países vecinos de Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumania y Moldavia. Todas atraviesan angustia y dificultades mientras intentan por todos los medios encontrar una vía que los lleve hasta la frontera, soportan largas filas en un clima de frío extremo y deben despedirse de sus seres queridos. Tras la instauración de la ley marcial como consecuencia de la invasión rusa el 24 de febrero, los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años pasaron a ser considerados conscriptos y no se les permite salir del país.
Ucrania es desde hace mucho un lugar de destino para estudiantes e inmigrantes de todo el mundo. De acuerdo con datos gubernamentales del 2020, había en el país unos 80.000 estudiantes internacionales, principalmente provenientes de India, Marruecos, Azerbaiyán, Turkmenistán y Nigeria. Tanto ellos como otras personas de diferentes países que emigraron a Ucrania por motivos laborales ahora tratan desesperadamente de escapar de la zona de conflicto.
Las Naciones Unidas informaron 752 víctimas civiles al 1 de marzo, incluidos 227 fallecidos. Concluyeron que la mayoría fue causada por “el uso de armas explosivas con una gran área de impacto”, que incluyen artillería pesada, proyectiles de lanzamiento múltiple y ataques aéreos. Human Rights Watch verificó la existencia de pruebas que indican que las fuerzas rusas utilizaron municiones de racimo y armas explosivas en áreas pobladas, lo que provocó numerosas víctimas civiles y enormes daños a la infraestructura civil.
Las autoridades ucranianas deben simplificar y agilizar los procedimientos de salida para todos aquellos que huyen de Ucrania y garantizar un trato igualitario a personas ucranianas y de otras nacionalidades, destacó Human Rights Watch. Debe desplazarse a los organismos de la UE para brindar asistencia en las fronteras, y tanto la UE como Ucrania deberían asegurar que se preste asistencia humanitaria básica a quienes están varados en zonas fronterizas del lado ucraniano.
Human Rights Watch entrevistó a ciudadanos extranjeros procedentes de países de África del Norte, África Subsahariana y la India en la frontera con Polonia, en Leópolis, una ciudad ucraniana que se encuentra a unos 75 kilómetros de la frontera, y por vía telefónica. Estas personas relataron las dificultades que enfrentaban al tratar de salir del país.
Barn, estudiante de medicina indio de 22 años que reside en Dnipro, y quien pidió que no se revele su nombre completo, informó que la policía no le permitió a él ni a otras seis personas abordar un tren el 26 de febrero. “Pasaron cuatro trenes, pero no nos permitieron subir”, comentó. “[La policía] nos dijo que solo los ucranianos podían tomar los trenes durante el día y que los extranjeros debíamos hacerlo exclusivamente en horas de la noche. Llegamos a la estación a las 7 a.m. y terminaron permitiéndonos subir recién a las 7:30 p.m.”.
Un estudiante nigeriano dijo que estaba entre un grupo de cerca de 20 extranjeros, incluidos ecuatorianos y marroquíes, a quienes se obligó a bajar de un tren en Kiev el 26 de febrero. “La policía ingresó... me empujaron y tironearon, y me preguntaron si iba hacia Leópolis o Polonia. Dije que iba a Polonia y me obligaron a bajar”.
Mourad Hajri, de 22 años y nacionalidad marroquí, estudia veterinaria en la ciudad de Járkov en el este Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, y logró atravesar el país y llegar a la frontera con Polonia en tren, taxi y recorriendo 11 horas a pie durante la noche del 26 de febrero. “Los soldados ucranianos y sus auxiliares no hacían nada por organizar el caos”, dijo. “Lo único que hacían era abrir el paso a la fuerza cuando un autobús repleto de ucranianos se acercaba a la frontera. A ellos se les permitía entrar fácilmente y cruzaban a Polonia sin ninguna dificultad. Para todos los demás, incluidos nosotros, fue muy dificultoso. Había que forcejear para poder entrar”.
Rugiatu Faith Maxey, una ciudadana estadounidense de 22 años, oriunda de Sierra Leona, se encontraba en Ucrania visitando a su pareja sierraleonés en Dnipro. Contó que, al acercarse a la frontera con Polonia, el conductor de un autobús comercial anunció que “todas las personas negras debían bajarse del vehículo”. Ella permaneció en el autobús luego de que su grupo y otros pasajeros ucranianos protestaran. “Logramos llegar a la fila con los ucranianos, pero realmente tuvimos que presionar para poder hacerlo. A mí me ayudó ser estadounidense y que la embajada haya intervenido”, relató.
La Unión Africana emitió una declaración el 28 de febrero en la que exhortó “a todos los países a respetar el derecho internacional y a demostrar la misma empatía y apoyo a todos los que huyan de la guerra, independientemente de su identidad racial”. Varios gobiernos cuyos ciudadanos se encontraban en Ucrania expresaron su preocupación respecto del trato y los obstáculos que enfrentaban para salir del país. El ministro de Relaciones Exteriores nigeriano manifestó a los medios el 1 de marzo que había conversado con las autoridades ucranianas y polacas respecto de la necesidad de garantizar que los nigerianos pudieran cruzar la frontera.
Durante la sesión de la Asamblea General del 2 de marzo, el representante permanente de la India ante las Naciones Unidas señaló: “Exigimos el paso seguro e ininterrumpido de todos los ciudadanos indios, incluidos nuestros estudiantes, especialmente desde Járkov y otras zonas de conflicto”. Miles de ciudadanos indios han sido evacuados tras cruzar la frontera hacia países vecinos.
El 3 de marzo, expertos de la ONU expresaron “su enorme preocupación por los constantes informes sobre personas de ascendencia africana y minorías étnicas y raciales que fueron objeto de trato discriminatorio al intentar huir de Ucrania” y recordaron que “la prohibición contra la discriminación racial es un derecho fundamental del derecho internacional que se aplica tanto en situaciones de paz como de conflicto”.
Andriy Demchenko, portavoz de la Guardia Estatal de Fronteras de Ucrania, manifestó a Human Rights Watch que los señalamientos de trato desigual contra extranjeros “no se condicen con la realidad”. Sostuvo que “los guardias fronterizos ucranianos no se fijan en la nacionalidad o el color al ver los pasaportes” y que hubo ciudadanos de países extranjeros que “intentaron adelantarse y recibir un trato privilegiado”.
El 1 de marzo, nueve organizaciones de derechos humanos ucranianas emitieron una declaración en la que instaban a los funcionarios a “contrarrestar cualquier instancia de discriminación institucional o personal, xenofobia o racismo”, y a los países de origen y los países lindantes con Ucrania a facilitar la salida de las personas de la zona de guerra. En un tuit del 1 de marzo, el ministro Kuleba dijo que “los ciudadanos africanos que pretenden ser evacuados son nuestros amigos y deben contar con las mismas oportunidades para volver a sus países de origen de manera segura. El gobierno de Ucrania no escatima en sus esfuerzos por resolver el problema”.
El 3 de marzo, los Estados Miembros de la UE aprobaron la propuesta de la Comisión Europea del 2 de marzo para activar por primera vez a la Directiva sobre Protección Temporal, que permite una protección racionalizada y amplia por hasta tres años a quienes hayan sido desplazados por la guerra en Ucrania. Esto incluirá a nacionales de países ajenos al conflicto que sean residentes de largo plazo en Ucrania y personas apátridas, al igual que ciudadanos ucranianos.
La Comisión de la UE y los Estados Miembros de la UE deben aclarar a las autoridades ucranianas que a todos los ciudadanos no ucranianos, incluidas las personas que no cuentan con documentación válida para viajar, se les concede acceso al territorio de la UE para obtener protección temporaria o por motivos humanitarios, lo que incluye el paso seguro o la repatriación a sus países de origen, informó Human Rights Watch. Los países de la UE no deben devolver a sus países de origen a aquellas personas cuya vida o libertad esté en riesgo. Deben coordinarse gestiones para que haya una distribución equitativa de la responsabilidad entre todos los Estados Miembros, entre otras cosas, adoptando un plan de reubicación eficiente y justo que tome en cuenta vínculos familiares y, en la medida de lo posible, las preferencias personales.
Para conocer más testimonios sobre conflictos en la frontera, ver la información a continuación.
Los investigadores de Human Rights Watch entrevistaron a 22 personas que formaban parte de grupos de 53 personas oriundas de Marruecos, India, Nigeria, Uganda y Túnez en la estación de trenes de Leópolis y proximidades de esta, en el oeste de Ucrania, así como cerca de la frontera con Polonia, el 27 y 28 de febrero, y el 3 de marzo. La mayoría de ellos fueron entrevistados en grupos y todos confirmaron haber tenido experiencias similares o idénticas entre el 25 de febrero y la fecha de la entrevista. Human Rights Watch también entrevistó telefónicamente o por videollamada a otros tres extranjeros que intentaban irse del país. Algunos pidieron que no se revelaran sus nombres completos por su seguridad.
Kassim, estudiante de estadística marroquí de 23 años, dijo que se le impidió a él y otras tres personas subir a los trenes en tres ciudades cuando intentaban llegar de Odesa a Kiev, y luego a Leópolis, cerca de la frontera con Polonia:
En Odesa, la seguridad ferroviaria nos dijo que no podíamos subir al tren, pero no nos explicaron por qué... aunque vimos que solo dejaban subir a mujeres y niños ucranianos. Al final, después de ver pasar dos trenes y de rogar insistentemente, pudimos abordar un tren. En Kiev, otra vez tuvimos que esperar que pasaran dos trenes hasta que pudimos subirnos, nuevamente rogando... llegamos acá a Leópolis y quisimos tomar el en dirección a Polonia, pero un grupo de policías y militares nos bloquearon el paso... Nos dijeron que todos los extranjeros debían formar una fila aparte... Una vez que habían abordado todas las mujeres y los niños, nos hicieron esperar, y a medida que iban llegando más mujeres y niños les permitían subir hasta que se llenaban los vagones.
Osamah, también marroquí, comentó que tanto él como sus compañeros de viaje se vieron impedidos de abordar un tren a Leópolis porque “los extranjeros tienen prohibido tomar el tren desde ahí. La gente dice que solo los ucranianos pueden salir del país”.
Rugiatu Faith Maxey, ciudadana estadounidense originaria de Sierra Leona, dijo que ella y su pareja, junto con otras cinco personas, incluido un bebé de un año, todos africanos, caminaron durante 16 horas hasta la frontera con Polonia en un primer intento por salir de Ucrania. Cuando todavía estaban lejos de la frontera, a unas dos horas según sus cálculos, llegaron a un área donde la gente estaba formando filas; un militar de uniforme les gritó que se aseguraran de formar fila con los extranjeros. Rugiatu dijo que pasó gran parte de la noche esperando con la esperanza de subir a un autobús mientras veía a ucranianos que eran trasladados en vehículos militares hasta la frontera. Tuvieron que llevarla a un hospital en ambulancia porque se desvaneció. Pudieron cruzar al día siguiente.
Mourad, estudiante de veterinaria marroquí de 22 años, huyó de Járkov el 25 de febrero a bordo de un tren atestado hacia Leópolis:
El viaje a Leópolis duró 25 horas. Allí, nos encontramos con un grupo de marroquíes y ocho de nosotros tomamos un taxi colectivo hasta el puesto fronterizo con Polonia. Cerca de las 9 p.m., el taxi nos dejó a 40 kilómetros de la frontera, y nos dijo que no podía seguir avanzando. Teníamos miedo, hambre y llevábamos muchas horas sin dormir, pero no teníamos más alternativa que caminar hasta la frontera. Y eso hicimos, toda la noche.
Después de 11 horas de caminata, llegamos al puesto de control gestionado por [guardias fronterizos] ucranianos, que nos dijeron que estaba a 3 kilómetros de la frontera con Polonia. Los soldados ucranianos estaban armados y los ayudaban personas vestidas de civil (con chaquetas color naranja) que usaban bastones. Los civiles se mostraban muy agresivos y actuaban como ayudantes de los militares. Ellos y los soldados dejaban pasar a los ciudadanos ucranianos, pero cada tanto bloqueaban el paso de inmigrantes. A mí y a mi grupo nos cerraron el paso durante una hora y media. Finalmente pude escabullirme con mi amigo, y luego caminamos casi tres kilómetros. Estábamos cansados y hambrientos, y algunos civiles ucranianos nos ayudaron dándonos emparedados y té.
En la frontera, Mourad se encontró con lo que describe como un “caos absoluto”. Al no poder cruzar allí, Mourad finalmente se trasladó hacia la frontera con Hungría, donde él y los demás esperaron desde las 3:30 a.m. hasta las 2 p.m. un autobús provisto por el consulado marroquí. Mourad esperaba poder tomar un vuelo en una aerolínea de bajo costo hacia su país gestionado por el gobierno marroquí.