¿Por qué es necesario un tratado mundial para proteger a las trabajadoras y los trabajadores domésticos?
Una de cada 25 trabajadoras del mundo es una trabajadora doméstica. Sin embargo, en el momento en que negociamos el convenio, solo el 10% de las trabajadoras domésticas de todo el mundo tenían la misma protección legal que otros trabajadores. La mayoría no contaba con un salario mínimo ni con una normativa sobre las horas de trabajo. Nadie se había planteado su seguridad y salud laboral. Escondidas en casas particulares, eran en su mayoría invisibles y estaban totalmente a merced de sus empleadores, por lo que a menudo sufrían explotación y abusos.
Se trataba de un problema mundial que afectaba a decenas de millones de mujeres y niñas que trabajaban como niñeras, amas de casa o cuidadoras, por lo que la situación exigía normas internacionales que garantizasen el reconocimiento y la protección de estas mujeres y niñas como trabajadoras.
¿Qué le llevó a investigar la situación de las trabajadoras domésticas?
Mi participación en una organización de base de trabajadoras inmigrantes de Bangladesh en Nueva York me abrió los ojos. Me enteré de que las trabajadoras domésticas estaban excluidas de las protecciones contra el acoso sexual. Muchas trabajaban desde el amanecer hasta altas horas de la noche, sin días libres, y cobraban un salario muy inferior al mínimo. Sin embargo, a diferencia de las historias de trata de personas, la difícil situación de estas mujeres que trabajan sin descanso dentro de casas particulares, cuidando a niños, limpiando casas y cocinando no aparecía en los titulares.
Acabé trabajando en temas de derechos de las trabajadoras y los trabajadores domésticos durante 20 años, incluyendo las negociaciones para el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente de las trabajadoras y los trabajadores domésticos en 2010 y 2011. Junto con varios colegas de Human Rights Watch, hemos llevado a cabo investigaciones en más de 15 países y hemos encontrado dinámicas muy similares, desde Arabia Saudí hasta Singapur, desde el Reino Unido hasta Marruecos, de empleadas domésticas que trabajan las veinticuatro horas del día por un salario escaso o nulo, que a menudo viven en condiciones terribles y que corren un alto riesgo de sufrir abusos verbales, físicos y sexuales.
¿Cuáles fueron algunos de los peores abusos que documentaron?
En el Líbano, pusimos al descubierto un número de víctimas mortales desolador. Las trabajadoras domésticas morían a un ritmo de más de una por semana: algunas incluso llegaron a saltar por los balcones para escapar. En Singapur, descubrimos que cerca de 150 trabajadoras domésticas habían caído al vacío, muchas de ellas después de que se les hubiera pedido que limpiaran las ventanas del exterior de los edificios altos. Nos encontramos con casos de trabajadoras domésticas inmigrantes que estaban literalmente secuestradas por sus empleadores y a las que no se les permitía volver a casa. Documentamos casos de mujeres con quemaduras por todo el cuerpo, debido a que su empleador les había arrojado agua hirviendo en un ataque de ira. A una empleada doméstica le habían clavado clavos en el cuerpo.
Algunos de estos casos llegaron a los medios de comunicación, lo que nos ayudó a poner de relieve la difícil situación de las trabajadoras y los trabajadores domésticos. Pero los peores casos de maltrato no deberían eclipsar los incesantes abusos, la explotación y el aislamiento cotidianos que sufren muchas trabajadoras y trabajadores domésticos.
¿Qué ha cambiado para las trabajadoras y los trabajadores domésticos desde la adopción del tratado?
Ha sido emocionante ser testigo de la creciente movilización, poder y alcance del movimiento de trabajadoras y trabajadores domésticos. Hace años, había regiones enteras en las que no había ninguna organización para defender sus derechos. Actualmente, la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar (FITH) cuenta con más de medio millón de miembros en todo el mundo.
Uno de los cambios que hemos empezado a ver es que las autoridades investigan los casos de abuso. Eso era raro cuando yo estaba haciendo mi investigación.
En la actualidad, 32 países han ratificado el Convenio y decenas han introducido cambios legales que mejoran los derechos y la protección de las trabajadoras y los trabajadores domésticos. En Argentina, por ejemplo, estos trabajadores y trabajadoras tienen ahora los mismos derechos que el resto de los empleados, incluidos los días de vacaciones pagados, las bajas por enfermedad y la protección de la maternidad. Los gobiernos están obligados a regular la edad mínima de los menores que trabajan en el servicio doméstico y a garantizar su asistencia a la escuela, ya que todos los niños y niñas tienen derecho a la educación. Y países como Indonesia y Sri Lanka, que tienen cientos de miles de mujeres que buscan empleo como trabajadoras domésticas en el extranjero cada año, han mejorado el control de las agencias de contratación y ofrecen más servicios a las mujeres. En muchos países de Oriente Medio, donde antes del Convenio tenían las protecciones más débiles, han adoptado leyes específicas que protegen a las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
La implementación efectiva sigue siendo un problema en todas partes. Pero tener una ley que se pueda aplicar y ver a las trabajadoras y los trabajadores domésticos organizarse, concienciarse y tener una voz pública supone una verdadera diferencia.
¿Qué ha sido fundamental para este éxito?
El trabajo que desembocó en el Convenio sigue siendo uno de los ejemplos más inspiradores de colaboración entre movimientos que he experimentado en mi carrera de derechos humanos. Pero hizo falta mucha energía y esfuerzo para concienciar a los sindicalistas de que el trabajo doméstico es un trabajo real y, por tanto, una cuestión laboral, y para que las organizaciones de derechos de la mujer lo vieran como una cuestión de derechos de la mujer.
Creamos materiales informativos que destacaban las condiciones y los abusos que sufren millones de trabajadoras y trabajadores domésticos en todo el mundo, y enviamos cartas con nuestras principales conclusiones y recomendaciones a los gobiernos antes de las negociaciones del tratado. Muchos habían expresado inicialmente su oposición a un convenio jurídicamente vinculante, argumentando que el control del trabajo en los hogares privados era poco práctico. El hecho de que hubiéramos documentado el patrón generalizado de abusos y expuesto las lagunas sistémicas de las leyes existentes fue fundamental para conseguir apoyo a la idea de que las trabajadoras y los trabajadores domésticos deberían tener derecho a la igualdad y a la protección.
Durante las negociaciones, los representantes de los empleadores se opusieron a la regulación de las agencias de contratación de trabajadoras y trabajadores domésticos. Estas agencias suelen incurrir en prácticas abusivas, cobrando tarifas exorbitantes que endeudan a las trabajadoras domésticas y las obligan a permanecer con empleadores abusivos. Las negociaciones fueron tensas. Pero como organización independiente, Human Rights Watch estaba en una posición única para poder llegar a estos empleadores y explicarles por qué les interesaba tener un marco legal más fuerte para las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
¿Qué papel desempeñaron las propias trabajadoras y trabajadores domésticos durante las negociaciones?
Las trabajadoras y los trabajadores domésticos participaron en gran medida en el proceso. Reclamaron el espacio, hablaron de sus propias experiencias y demostraron un gran liderazgo. Su testimonio fue fundamental, ya que puso cara a los problemas que se planteaban y puso de manifiesto lo que la protección legal significaría para su vida cotidiana. Desde entonces, la forma en que las trabajadoras y los trabajadores domésticos lideraron y participaron en el proceso se ha convertido en un modelo para otros movimientos laborales.
¿Cómo celebrarán el décimo aniversario del tratado?
Junto con nuestros socios, la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar, la Confederación Sindical Internacional International y Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando, hemos elaborado un video de aniversario con voces de trabajadoras domésticas de todo el mundo que reflexionan sobre el momento de las negociaciones y lo que se ha logrado desde entonces. El video es un recordatorio de que, aunque los abusos pueden parecer arraigados y generalizados, el cambio es posible y los movimientos son importantes.
Sin embargo, de cara al futuro, el apoyo a las trabajadoras y los trabajadores domésticos y su movilización sigue siendo fundamental. Es necesario que más países ratifiquen – y apliquen – el Convenio 189. Los empleadores deben ser más conscientes de sus responsabilidades. Y tenemos que cambiar las actitudes para garantizar que el trabajo doméstico se reconozca como el trabajo valioso e importante que es.