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Kim, protagonista de la película Mujeres del caos venezolano © Margarita Cadenas

Olga no pudo contener las lágrimas cuando me dijo que policías del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas ingresaron por la fuerza en su hogar, la golpearon a ella y a otros familiares y la obligaron a mirar cuando un agente irrumpió en la habitación de su hijo de 16 años y lo mató a tiros. Sin embargo, con una fortaleza inquebrantable, también afirmó que pretende justicia para su hijo.

La historia de Olga es una de cinco retratadas en Mujeres del caos venezolano, un documental de Margarita Cadenas que se proyectará el 31 de mayo en el Instituto Francés en Barcelona. Esta función, organizada por “Salud por Venezuela”, será en beneficio de Meals4Hope para paliar la crisis humanitaria. La película también se mostrará el 15 y 16 de junio durante el Festival de Cine de Human Rights Watch en Nueva York. El festival evaluó más de 600 películas y seleccionó 15 que se exhibirán en Nueva York, de las cuales solamente dos son de Latinoamérica.

A través de Olga y otras cuatro madres venezolanas, el documental muestra un retrato fiel, equilibrado y conmovedor de la devastadora crisis humanitaria y de derechos humanos en Venezuela.

No obstante, la película hace mucho más que contar las desgarradoras historias de estas cinco mujeres. Deja en evidencia, además, el efecto desproporcionado que una crisis como la venezolana tiene sobre las mujeres, que en muchas familias siguen siendo el principal sostén de sus hijos u otros familiares.

Cuenta la historia de Kim, una enfermera que tenía dos empleos para mantener a sus hijos —intentando curar a enfermos a pesar de la escasez de medicamentos e insumos básicos—, y que por el trabajo apenas podía verlos.

Muestra a María José, una community manager embarazada, y sus esfuerzos por encontrar pañales y leche en el mercado negro mientras vive atemorizada por la seguridad de sus hijos en un país con altísimos índices de criminalidad.

Y Eva, que cada día hacía cola durante horas para comprar los pocos alimentos que se venden a precios controlados por el gobierno para alimentar a su hijo, pues no podía permitirse comprar comida en otro sitio debido a la hiperinflación. Y por último Luisa, una policía retirada que dedicó sus días a cocinarle y visitar al nieto que crió como su propio hijo durante los dos años que estuvo encarcelado, luego de que las fuerzas de seguridad venezolanas lo detuvieran arbitrariamente.

Kim y Eva huyeron del país, al igual que lo hicieron más de 1,5 millones de venezolanos durante la actual crisis. Para muchos que todavía están en Venezuela, una de las principales preocupaciones diarias es conseguir comida y los medicamentos que necesitan. La mayoría de los venezolanos se acuestan hambrientos o están comiendo menos que antes debido a la escasez de alimentos, según concluyó una encuesta realizada por tres prestigiosas universidades venezolanas. La desnutrición moderada a severa entre niños y niñas menores de cinco años aumentó durante 2017, afirma Cáritas Venezuela. El año pasado, la entonces ministra de salud venezolana divulgó datos oficiales que indicaban que, tan solo en 2016, la mortalidad materna aumentó un 65 %, la mortalidad infantil un 30 % y los casos de malaria un 76 %. Poco después, el presidente Nicolás Maduro la separó del cargo.

En 2017, Human Rights Watch documentó una arremetida contra opositores sin precedentes que incluyó el uso brutal —y a veces letal— de la fuerza contra manifestantes y transeúntes durante protestas multitudinarias contra el gobierno. En total, 124 personas murieron y hubo cientos de heridos. Miembros de las fuerzas de seguridad detuvieron a más de 5.400 personas y cometieron graves abusos contra detenidos, incluidas torturas. La justicia militar procesó a más de 750 civiles. Las detenciones arbitrarias y los abusos continúan. Y ningún funcionario de alto nivel ha sido llevado ante la justicia por estos hechos.

El trabajo de Human Rights Watch globalmente demuestra que, a menudo, las mujeres realizan enormes sacrificios para atender a sus hijos. Concluimos que muchas madres que crían a niños con discapacidad a causa del virus del Zika, transmitido por mosquitos en Brasil, debieron renunciar a sus trabajos o abandonar los estudios para ocuparse de sus hijos, sin recibir apoyo suficiente del gobierno. En países como Omán y los Emiratos Árabes Unidos, trabajadoras del hogar nos dijeron que habían migrado de sus países de origen en Asia y África y habían dejado allí a sus familias, para poder enviarles dinero que permitiera que sus hijos fueran a la escuela.

El Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación ha manifestado que las estrategias en tiempos de crisis, como reducir la cantidad y calidad de las comidas, tienen “efectos nefastos a largo plazo, sobre todo para mujeres y niños”. Entre estos se incluye el daño irreversible provocado por la desnutrición materna, como mayores índices de mortalidad materna e infantil y niveles más bajos de finalización de estudios. En épocas de crisis, explicó el relator, las mujeres son las primeras en sacrificarse y las niñas sufren mayor privación nutricional que los niños, a pesar de que las mujeres y niñas embarazadas tienen necesidades nutricionales especiales.

A pesar del enorme peso que acarrea cuidar a sus hijos y lo que han sufrido, estas Mujeres del caos venezolano no sólo siguieron sacrificándose por sus hijos, sino que además se tomaron el tiempo para compartir sus historias en una película. Transportan al público a la Venezuela que tanto aman, pero quisieran ver transformarse en un país donde haya suficiente comida, atención de la salud adecuada y justicia. No se pierdan esta oportunidad de viajar con ellas. 

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