Las imágenes de padres acongojados, que lloran desconsoladamente y preguntan desesperados cuándo serán rescatadas sus hijas, han conmovido a toda Nigeria. El descontento se profundizó a raíz de la respuesta inadecuada y confusa ofrecida por el gobierno ante cuestionamientos elementales sobre el secuestro de más de 276 jóvenes de una escuela secundaria, presuntamente por milicias islamistas. Y la frustración se intensificó luego de que circularan rumores no confirmados de que las jóvenes podrían haber sido vendidas en matrimonio a miembros de estas milicias, por una dote de $12.
Diversos grupos de medios sociales, organizados a través del hashtag #BringBackOurGirls en Twitter, han exigido que el gobierno actúe. Organizaciones de mujeres y otras personas comprometidas se han solidarizado con los desconsolados padres de las niñas. Desafiando la lluvia torrencial que empapó sus prendas de color rojo y convirtió sus pancartas en poco más que una mancha ilegible, cientos de personas marcharon hacia la Asamblea Nacional en Abuya el miércoles pasado. También se han organizado actos similares en Kano y Lagos, así como en ciudades de todo el mundo.
Los secuestros ocurridos en la noche del 14 de abril, el mismo día en que, temprano en la mañana, una bomba cobró la vida de más de 70 personas en un suburbio de Abuya, representaron para la mayoría de los nigerianos una tragedia demasiado sobrecogedora. Se sospecha que el temido grupo insurgente Boko Haram, que se atribuyó responsabilidad por la explosión letal, también sería el autor de los secuestros.
La escuela secundaria para niñas en la localidad de Chibok había estado cerrado desde febrero, al igual que las demás escuelas en el estado de Borno, luego de las amenazas de Boko Haram. La escuela había abierto nuevamente solo para que las jovencitas pudieran rendir sus exámenes finales. Aparentando ser miembros de las fuerzas de seguridad, integrantes de Boko Haram habrían engañado a las jóvenes para que subieran a sus vehículos. Cuando los insurgentes incendiaron la escuela, y dispararon y mataron a un soldado y un policía que custodiaban la escuela, las autoridades determinaron que muy probablemente se trataba en realidad de miembros de Boko Haram. Algunas de las jóvenes lograron lanzarse de los camiones en movimiento agarrándose de ramas de árboles, mientras que otras escaparon mas tarde del campamento que los insurgentes mantienen en el Parque Nacional de Sambisa, 40 kilómetros al norte.
Boko Haram, cuya traducción equivale aproximadamente a “la educación occidental está prohibida”, ha reivindicado o se ha atribuido responsabilidad por otros ataques anteriores a escuelas en la conflictiva región del noreste de Nigeria. En febrero, fueron asesinados estudiantes varones del Colegio Gobierno Federal, en Buni Yadi, mientras que las alumnas mujeres fueron obligadas a dejar la escuela y contraer matrimonio. En febrero, en Konduga, hombres armados no identificados secuestraron al menos a 20 estudiantes de la Escuela Secundaria de Ciencias para Niñas, y también a cinco jovencitas que trabajaban en la venta ambulante.
En noviembre, Human Rights Watch documentó el secuestro, por Boko Haram, de varias niñas y mujeres que fueron llevadas por la fuerza en la vía pública o en medios de transporte, o arrebatadas frente a sus padres, a quienes luego arrojaron dinero, presuntamente a modo de dote. Algunas de las jóvenes regresaron posteriormente a sus casas, embarazadas o con bebés.
Abubakar Shekau, el líder de Boko Haram, amenazó hace un año atrás con llevar a cabo una serie de secuestros de mujeres y niños en represalia por la detención, por miembros de las fuerzas de seguridad, de las esposas e hijos de insurgentes, incluso del propio Shekau. En respuesta, el gobierno nigeriano, en el marco de un programa de diálogo que había propuesto entonces, dispuso la liberación de 96 mujeres y niños entre mayo y julio. Miembros de las fuerzas de seguridad, en colaboración con grupos de vigilancia locales, también aseveraron haber rescatado a varias mujeres luego de redadas en campamentos de la organización en el estado de Borno. En marzo de este año, Shekau reiteró su amenaza luego de que cientos de insurgentes fueran asesinados durante un ataque a un cuartel en Giwa, Maiduguri.
Sin embargo, es difícil entender por qué Boko Haram, que se ha atribuido los secuestros, atacaría esta escuela en particular. Podría deberse a que los insurgentes interpretaron la reapertura de la escuela, en un sitio tan próximo al campamento de Boko Haram, como una afrenta. O simplemente a que, debido a que están en constante movimiento, los insurgentes necesitaban una nueva cuota de mujeres y niñas para atender sus necesidades domésticas y sexuales.
El secuestro de Chibok es uno de tantos que se atribuyen a los insurgentes, pero resulta único por su escala y modalidad de actuación, así como por las versiones contradictorias con respecto a la cantidad exacta de niñas afectadas y a si alguna de ellas habría sido rescatada por las fuerzas de seguridad.
La pregunta que se plantean muchos nigerianos es dónde estaban las fuerzas de seguridad cuando los hombres armados saquearon la localidad y luego la escuela durante un lapso de cuatro horas. A su vez, el breve trayecto hasta Sambisa aparentemente demoró 48 horas, debido a que los vehículos de los insurgentes se averiaban constantemente.
Las marchas de protesta son una señal clara de que los nigerianos ya no tolerarán la incapacidad del gobierno para combatir el flagelo criminal de Boko Haram. El gobierno necesita adoptar urgentemente una estrategia para proteger a sus residentes, que respete los derechos de todas las personas, incluidos quienes protestan. Y deberá abordar —de una vez por todas— los problemas sistémicos de corrupción, pobreza e impunidad que han posibilitado que se cometiera esta modalidad de violencia contra alumnas.